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Se volvió a alborotar el debate sobre el crédito del Banco de la República (BR) al gobierno para financiar los gastos que debería hacer y no ha hecho para contrarrestar los efectos económicos del manejo de la pandemia. Esta vez, porque Petro y Claudia López volvieron a insistir en la propuesta que desde hace un año planteamos varios economistas, incluyendo a algunos exministros de Hacienda.
Los sospechosos de siempre -como diría Krugman- volvieron a decir que era una propuesta populista e irresponsable, sin importar que los bancos centrales de muchos países sí hicieron préstamos a sus gobiernos para ayudarles a enfrentar la crisis. Repitieron los mismos argumentos: uno, que la emisión monetaria podía aumentar la inflación y dos, que se afectaba la credibilidad del gobierno y del mismo BR frente a las calificadoras y los inversionistas internacionales.
Que el aumento de la cantidad de dinero en circulación acelere la inflación es una teoría trasnochada que no tiene asidero en condiciones como la recesión actual que es causada por una gran debilidad de la demanda. Las cifras son contundentes: el año pasado el BR puso a funcionar la máquina de imprimir billetes a gran velocidad, y los medios de pago (M1) aumentaron 26,4%; ¿Se aceleró la inflación? ¡No!, por el contrario se redujo a un mínimo histórico de 1,6% anual. Lo malo fue que muy poco de ese dinero nuevo llegó al sector productivo, porque los créditos bancarios solo crecieron 2,9%.
Hoy todo el mundo aplaude que ante una recesión el BR haya adoptado una política monetaria expansiva (bajar tasas de interés y emitir dinero), pero sigue la absurda visión maniquea de que la emisión es buena si va para el sector financiero privado, y mala si es un préstamo al gobierno.
En cuanto al segundo argumento vale la pena recordar una historia que sucedió durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. El gobierno recién inaugurado de Olaya Herrera enfrentaba una crisis de magnitudes similares a la actual (caída del PIB del 8%), con el agravante que el BR no podía emitir sin respaldo de oro, y con la fuga de capitales el M1 disminuyó cerca de 30%.
Cuando se autorizó al BR emitir sin respaldo en oro, había que encontrar una fórmula que le permitiera prestarle al gobierno. Lo hizo el creativo Minhacienda Esteban Jaramillo. Le cedió al BR las utilidades de los siguientes 13 años de la explotación de las Salinas (la ISA de esa época), a cambio de un préstamo del Banco de $15,5 millones, que representaban el 40% de los ingresos del gobierno. Con otras operaciones, el crédito del BR al gobierno llegó a ser el 6% del PIB y el país salió de la recesión. Es como si hoy le prestara unos $60 billones.
La propuesta de la alcaldesa de Bogotá es que el BR le preste al gobierno $50 billones garantizados con las utilidades futuras de ISA y Ecopetrol. El ortodoxo Esteban Jaramillo la hubiera aceptado, y no habría que vender a ISA.
Adenda: Excelente la propuesta del presidente de sembrar 60.000 árboles como homenaje a los muertos por el covid. Así no solo los recordamos sino que se contribuye a salvar el planeta. Ojalá propusiera también hacer otro bosque de 6402 árboles como monumento a los jóvenes asesinados y presentados como falsos positivos.
*Economista