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Esta es la primera vez que el Presidente de los Estados Unidos ha tenido una notoria relación personal con América Latina. Se dice que el presidente Biden durante el gobierno de Obama la visitó 16 veces y sabemos de su conocimiento directo con Centroamérica, como que manejó un importante programa de desarrollo para esta región. Y no menciono lo que fue su papel en el Comité de Asuntos Judiciales del Senado y aún mucho más relevante en la Comisión de Relaciones Exteriores la cual presidió durante la tramitación del Plan Colombia.
Michael Shifter señala otra situación excepcional que es la del nuevo asesor para el Hemisferio Occidental, Juan González, en el Consejo de Seguridad de la Casa Blanca. Se trata no sólo de un buen conocedor de la región sino, de un experto que tiene estrecha relación con el presidente Biden desde hace varios años, particularmente, para los asuntos latinoamericanos.
Al mismo tiempo no recordamos una situación más difícil en América Latina que la que estamos viviendo. Aparte de los graves problemas estructurales, la pandemia ha desnudado enormes desigualdades y ha generado una crisis social, económica y política de impredecibles consecuencias. Tanto así que no son pocos quienes hablan, como Fedesarrollo por ejemplo, de la necesidad de construir un nuevo contrato social. Eminentes personalidades hablan de la necesidad de revisar el pacto constitucional. Son palabras mayores que revelan la grave naturaleza de la crisis. Y como se mostró en la columna anterior, estamos en procesos electorales en casi todos los países durante este año y el próximo.
No se ven las propuestas que sería de esperar por parte de los partidos políticos. Los gremios como que no consideran que enfrentar esta crisis en todas sus dimensiones es parte de su misión. Por fortuna, tanques de pensamiento como Fedesarrollo vienen tomando muy en serio esta situación y no están ahorrando esfuerzos para presentar propuestas de hondo contenido y debatirlas.
Infortunadamente las agencias multilaterales que tienen esa vocación parecen haberse marginado. Quisiéramos oír propuestas y debates innovativos por parte de la OEA o de la banca multilateral, principalmente del BID y la CAF, que son los bancos para el desarrollo de América Latina. Veremos qué resulta de la Asamblea del BID en Barranquilla. La Cepal ya ha dicho pero tiene mucho más que plantear para orientar a los gobiernos y a los empresarios.
Las universidades, en especial las regionales, tienen mucho que aportar para que los desequilibrios tan notorios, ahora agudizados, encuentren unas fórmulas de superación. Una situación como la que vive el Pacífico es inadmisible. Y todos deberíamos concurrir en presentar fórmulas viables y urgentes porque lo que se vive allá es infrahumano. Debe avergonzarnos a todos.
Siempre ha sido ilusorio propiciar unos mínimos que permitan unas estrategias hemisféricas que ayuden a superar los problemas más obvios de la región. En eso ya ni se piensa. Existe la idea de que no hay como lograr esos consensos y cuando se han creado mecanismos para alcanzarlos pronto se traducen en frustraciones y en ejercicios meramente retóricos. Ahí están las declaraciones de las primeras Cumbres de las Américas. Y pronto ya ni ese trabajo se tomaron. Ojalá, las cumbres que se proyectan para este año establezcan parámetros más realistas, viables política y financieramente.
*ExMinistro de Estado