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Avergonzar

The New York Times de hace ocho días, en la parte más destacada de la primera página, publicó una fotografía de una de las mujeres más ricas (Felicity Huffman) en los Estados Unidos y de su esposo, quien fue condenada a 14 días de prisión por un escándalo relacionado con la manipulación en la cual incurrieron 36 personas millonarias para facilitar el ingreso de sus familiares a prestigiosas universidades. Ella pagó US$15.000.oo para inflar los resultados del examen de admisión de su hija. La descripción del comportamiento de esta señora ante el juez es dramática, por las señales de vergüenza y arrepentimiento. Su hija llegó a decir, cuando se enteró del asunto, “mamá, yo ya no se quién eres”. Además le impusieron una multa de US$30.000.oo.

Este caso es muy significativo porque muestra cómo en Estados Unidos, eso que ellos llaman ‘name and shame’ o sea nombrar y avergonzar, es lo que se ha perdido en Colombia. La capacidad de avergonzar. Y por eso tampoco se dan los nombres de las instituciones que incurren en comportamientos corruptos.

Es lo que ocurre, por ejemplo, con las sanciones que impone el Consejo de la Judicatura a los abogados y jueces. El estudio publicado ayer incluye nombres individuales pero al tratarse de la profesión del Derecho es indispensable que dicho Consejo haga público el nombre de las facultades de Derecho que han graduado esos profesionales. También, es indispensable que la sociedad toda sepa cuáles son esas universidades porque ellas deben sentir vergüenza por haber entregado al mundo del Derecho, que es sagrado, a personas no sólo con precarios conocimientos sino con pautas deleznables de comportamiento ético. Esas universidades tienen que sonrojarse ante sus alumnos, sus exalumnos y la comunidad por no haber inculcado a sus aspirantes a abogados, un alto repertorio de valores. El desempeño de la Sala Disciplinaria no es satisfactorio. Estudios realizados hace varios años sobre la profesión de Abogado, por parte del Externado de Derecho, mostraron resultados escandalosos en una profesión que debiera ser modelo de rectitud. Pero no es así. Cada día menos. Se habla de la existencia de casi 200 facultades de Derecho. Absurdo. De 13.000 abogados que gradúan anualmente. Increíble. Son factores que contribuyen a corromper una profesión.

Y creer que con cursos de ética el asunto se corrige, es desconcertante. Quisiera saber cuántas facultades de Derecho estarían dispuestas a graduar estudiantes que obtengan una calificación de 4 y medio o de 3 en ese curso. Es ridículo. Con teorías y especulaciones no se resuelve problema tan grave. Los estudiantes de Derecho necesitan moverse dentro de un ambiente ético en su facultad y ello se refleja en el comportamiento de sus profesores, en reglas de riguroso cumplimiento, en exigencias con respecto al trato y en la manera transparente como cumplen sus deberes académicos. El ambiente tiene, inclusive, que ver con la apariencia física de los recintos donde se enseña, el decoro de los salones, su ambiente externo y la dotación apropiada de las bibliotecas respectivas. Digamos que la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional fue siempre modelo en este sentido.

Hay facultades de Derecho que tienen ganado el campeonato de profesionales más sancionados. Eso se repite y no pasa nada. Un clarísimo indicador de la notoria e inaceptable deficiencia ética de esas facultades.

*ExMinistro de Estado

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