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El presidente Duque suele decir que “en Colombia hay problemas que se dejaron envejecer mal”, pero no supo detectar a tiempo un problema mayor que, si bien no envejeció, paulatinamente estalló. Dicho problema bien puede sintetizarse tanto con el adagio “siembra vientos y cosecharás tempestades” como con un inteligente escrito en la camiseta de un joven que marchó el 21N: “yo marcho porque este gobierno no marcha”.
Los vientos los sembró Uribe cuando en su primer gobierno insistía en que en Colombia no había conflicto armado sino una amenaza terrorista, y en el segundo cuando afirmaba que habíamos alcanzado con “el estado de opinión” un “estadio superior al estado de derecho”, incentivando así la polarización. El mismo Uribe continuó sembrando vientos al no retirarse a tiempo de la actividad político-electoral y al estrellarse con la degradación del conflicto político-violento que emergía sin pausa tanto de la JEP como de la Comisión Histórica de la Verdad. Tanto así, que fue perdiendo la coherencia que le aplaudió una alta proporción de la opinión, hasta el punto de que últimamente y con actitudes aparentemente moderadas, se presentó a rendir indagatoria ante la Corte Suprema y se dedicó a promover propuestas de índole económico-laboral más asistencialistas que subsidiarias, las cuales no complementaban las del gobierno. Sin embargo, Duque no percibió dichos vientos, sino que por el contrario los soslayó desde la campaña al elevar la voz llamando “presidente eterno” a su padre político, soñando además en que éste fuera elegido presidente del senado para lograr un gobierno con ejecutorias tales como dar marcha atrás en los acuerdos con las Farc.
Pero la realidad es tozuda y el 21N estalló una tempestad de opinión con su correlato en el histórico cacerolazo, que en voz alta dijo, entre otros, no queremos más reacciones equívocas y sin convicción respecto a la protección de la vida de los líderes sociales, ni de los indígenas del Cauca, ni de los desmovilizados de la Farc. Tampoco queremos medias verdades sobre la protección de la vida de niños y adolescentes, así hayan sido reclutados forzosamente para delinquir: su “de que me hablas viejo” nos hizo ver un presidente ajeno a los sentimientos de conmiseración de buena parte de la opinión pública por el resultado del innecesario bombardeo en el Caquetá.
Aún más, el presidente tampoco ha visto los vientos que desde la crisis financiera del 2008 soplan en el mundo contrarios al capitalismo, abogando por una tercera vía económica centrada en el ser humano y no en las cifras macroeconómicas. Y eso, pese a que dichos vientos recientemente gestaron tempestades en Ecuador y en Chile. Es tal la niebla que oscurece la visión del presidente, que junto con su Ministro de Hacienda han venido preparando unas posibles reformas pensional, laboral y tributaria con el paradigma capitalista subyacente. Y claro está, lo anterior contribuyó a la tempestad del 21N.
Así las cosas, se entiende el “yo marcho porque este gobierno no marcha”. ¿Qué viene? Pronóstico reservado…
*Asesor y Consultor