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A raíz de la propuesta del Gobierno Nacional de implementar en Colombia la figura de la hipoteca inversa (H.I.) como un instrumento de financiación para las personas de la tercera edad, se ha generado un candente debate, en el cual, siempre hay algunos actores en los extremos, que no permiten hacer un examen ponderado a la nueva figura jurídica. Y lo que es importante, no le pidamos a un instrumento la solución de los males generados por la desprotección tan grande que vive el adulto mayor en nuestra sociedad.
El proyecto busca generar un mecanismo para brindar a los colombianos mayores de 65 años, sin importar su estrato ni ingresos, y que cuenten con una propiedad, la oportunidad de recibir una renta mensual vitalicia a cambio de ceder su inmueble una vez. Por lo especializado del producto, los llamados a implementarlo son los fondos de inversión inmobiliarios, las aseguradoras o las instituciones financieras.
La propuesta hay que abordarla sin pasiones, ni prejuicios y por tanto lograr ver las dos caras de la moneda. Lo primero que hay que aclarar, es que se trata de un instrumento de carácter eminentemente voluntario. Sin tomar partido, la propuesta hay que analizarla en el actual contexto de nuestra población. Según cifras oficiales, más del 70% de los adultos mayores no tiene pensión, el 67% son propietarios de una vivienda, pero no cuentan con un ingreso garantizado. A lo anterior hay que sumarle que el índice de envejecimiento pasó de 10,9 a 40,4 entre 1985 y 2018, nuestra esperanza de vida ha ido subiendo entre 1 y 2 años por lustro para el mismo periodo y el 58% de los adultos mayores que aun trabajan, lo hacen en la informalidad.
Desafortunadamente, Colombia presenta unos índices de desprotección del adulto mayor que son preocupantes y las iniciativas que apunten a mitigar o ayudar a mejorar esta situación, no deberían ser descartadas de forma preliminar. Por supuesto, esta alternativa no es una panacea, ni a través de ella se podrá generar una solución a la cobertura pensional y si se quiere, diluye la expectativa de los descendientes de recibir un inmueble como herencia. Estas y otras críticas son válidas. Pero no por ello se le debería cerrar la puerta a una nueva alternativa adicional de ingreso para los mayores, la cual propiciaría la llegada de nuevos actores en el mercado, aprovechando los beneficios que genera la competencia, puesto que se tendrían que habilitar los denominados fondos de inversión inmobiliaria, que ayudarían a dinamizar el sector de estos activos.
Como se ha reiterado, esta es una opción voluntaria y todos estamos en la libertad de acudir a otras alternativas, como la venta, el arrendamiento o la inversión del producto de la venta del inmueble en otros instrumentos financieros, que brinden una mayor rentabilidad, o que se ajusten a nuestras necesidades, presentes o futuras.
La clave siempre estará en que los ciudadanos avancemos todos los días en nuestra cultura financiera, esto nos ayuda a evaluar los riesgos y las posibilidades que nos ofrece el mercado. Para una correcta implementación de la H.I. será fundamental que las autoridades sean garantes que las condiciones en que se desarrollen los contratos sean transparentes, justas y que las instituciones acreedoras cumplan siempre con la obligación de realizar una asesoría clara y oportuna, mediante la cual se describa el panorama completo al interesado, junto con los términos y los riesgos que esto conlleva.
Las soluciones sobre los adultos mayores deben venir desde distintos ángulos, esta puede ayudar y debe ser complementada con otras muchas más.
* Internacionalista