HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

!SER PADRE…!!!

Por:Alfonso Noguera Aarón.

Decía don José Gómez Hermosilla, escritor y preceptista español, que la literatura tiene dos objetivos básicos: Ilustrar y deleitar.

Una breve reseña histórica sobre El Día del Padre nos llevará al centro del asunto que hoy trato de expresar, no sin antes agregar que a veces decimos, cantamos y escribimos solo aquellas cosas bellas que quisiéramos leer o escuchar.

Por el año de 1909, Sonora Smart Dodd, hija de un padre viudo, William Smart, soldado que había peleado en la larga y cruenta Guerra de Secesión en Estados Unidos, desde 1862 al 65, quien había perdido a su esposa en su último parto y sacó él solo a sus 6 hijos adelante en una granja apartada, decidió celebrar tan noble logro el 5 de junio, día de su cumpleaños, y se lo festejó con mucho júbilo. Ello tuvo repercusión en la región y luego en toda la Unión Americana y se fue corriendo hasta el tercer domingo de junio. A partir de ahí se fue haciendo más popular, y ya es casi mundial tan grato día. Debo decir que si es por mí, dada la inextricable complejidad que implica la Vida humana entre la enorme inmensidad mineral del cosmos, todos los días deberían celebrarse como si cada día fuera el único o el último de la Humanidad.

Pues bien, solo hasta bien entrada la vida es cuando los hombres dejamos de ver al mundo desde la perspectiva de ser hijos, y casi que nunca nos acostumbramos a eso de «ser padre». Acaso sea porque no creemos tener tan alto rango, que ni los acartonamientos postizos ni la austeridad familiar pueden hacer; o quizás sea porque la niñez y la juventud nos marca demasiado y quisiéramos ser jóvenes y consentidos por toda la vida, y luego la nostalgia del adulto nos imbuye en el pasado y sentimos que seguimos siendo hijos de alguien. O tal vez porque, a diferencia del instinto materno, que por sí mismo inyecta en la mujer una felicidad completa que procede de sus entrañas, que engendran, sufren y paren, a doble vía con el niño, por el carnal apego sensorial que éste experimenta sustentado en su dependencia vital absoluta con ella, y que durará toda la vida como un Edipo goloso e insatisfecho.

Pero no así existe ese instinto en el hombre, ni en ningún otro animal del género masculino, como tampoco lo siente el niño hacia su padre, puesto que ese sentimiento de amor paternal es de naturaleza racional. Solo surge de la maduración intelectual de conocer y comprender la magnitud existencial de aquel hombre que un día, por placer y/o por amor, sembró en el vientre de su madre unas minúsculas simientes que entre miles de millones resultó ser nada menos que la mitad genética de su propio ser.

De modo que el sentimiento de padre no es tan corporal como el de la madre, y por ello los pollitos seguirán tras de la gallina y no del gallo, y los perritos, hijos de distintos perros, se aferrarán a las tetas de su madre para poder vivir, porque entre el dimorfismo sexual que existe entre lo femenino y lo masculino, los hijos se van, por simple satisfacción intuitiva del lado tierno que la madre por su esencia mamífera les prodiga, y ni siquiera se colma con el cariño que recibimos de las hijas, que en su complejo de Electra subliman en la persona de su progenitor la carencia ingénita de la fuerza bruta y el portento lógico de éste, quien entonces les devuelve la ternura que le hace falta para ser siquiera un animal normal, así la relación de la hija con el padre se complementa por mera atracción magnética de dos polos opuestos.

Si ser madre duele y a la vez realiza de algún modo a la mujer, ser padre es difícil y hasta riesgoso y peligroso, si consideramos que esa falta de dulzura animal nos faculta desde las cavernas para enfrentar las peripecias del mundo externo y desde tiempos bíblicos nos hace blanco de hostilidades que también generamos, y vamos a la guerra y nos sacamos las tripas con nuestros hermanos, y luego somos cazadores y a la vez presas de los amores callejeros, a la larga caros e ingratos, y limosneros de platonismos imposibles que se desvanecen como suplicios tantálicos en la medida que creemos alcanzarlos, y patinamos en los andurriales de la vida en pos de unas sombras deliciosas que solo nos dejan los tragos amargos del desprecio o sumidos entre los fríos abismos de la indiferencia y del olvido.

Pero, entre esos barrancos de la vida, como a un Adán inconcluso, unas veces por esos golpes impredecibles de la suerte, y otras, quizás por los primitivos impulsos de la evolución, que nos impele a diseminar la especie humana sobre la tierra; o, por fin, Dios, en su infinita misericordia se acuerda del hombre, peregrino de sí mismo, y desde nuestros deseos carnales crea y nos regala a esa Eva milagrosa que nos libera de los limbos de la soledad y nos concede tener la dicha de ser padres, sin que se cercenen los ímpetus de vivir si no lo logramos, o si lo alcanzamos apenas a medias, en una parte del tiempo o de las circunstancias. Y entonces descubrimos en carne propia que el amor puro e incondicional solo existe de los padres para los hijos, distinto de la relación sensorial de la pareja, a veces pegada solo con babas pasionales o pringada de mezquinos intereses materiales.

Y también sentimos que todo tiene valor y las cosas recobran sus colores y la vida adquiere un sentido que antes se disipaba en la angustia de la sinrazón, y ahora el verbo compartir se conjuga más en la realidad que en los sueños, y los sueños mismos empiezan a tener prisas, crudezas, dolores, besos, abrazos, olores y sabores, y el deber y la responsabilidad nos empujan a realizar cosas que ni siquiera elegimos, sino que llegan solas, como más recibidas que forjadas por nuestras manos, sinembargo incansables y creativas, y la esperanza es más fuerte que las dudas y los miedos y las lágrimas se funden con las risas, porque al fin somos algo para ese alguien, que ya ni siquiera nos interesa que nos quiera ni nos admire ni nos deba nada. Simplemente Dios mismo está con nosotros y ha hecho el milagro de volver nuestra vida a la tierra y de Ser Padre, y la Creación entera vive, revive y lo bendice por siempre. Feliz día del Padre, a todos los padres del mundo.

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