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Féretro de Isabel II llega al Palacio de Edimburgo

El féretro de la reina Isabel II llegó en la tarde de ayer domingo al Palacio de Holyrood de Edimburgo tras seis horas de viaje desde el Castillo de Balmoral, en las Tierras Altas escocesas, donde falleció el pasado jueves. 

El cortejo ha recorrido más de 280 kilómetros pasando por las localidades de Aberdeenshire, Aberdeen, Angus y Tayside antes de llegar a la capital de Escocia.

Los restos de la reina han sido recibidos en Holyrood por sus nietos Ana, Andrés y Eduardo y una guardia de honor que ha trasladado el cuerpo al interior, al Salón del Trono, donde pasarán la noche. Carlos III está en Londres, pero se espera que viaje este lunes a Edimburgo.

En la tarde del lunes serán trasladados a la Catedral de San Gil, donde se instalará una capilla ardiente de 24 horas para que la población pueda presentar sus respetos a la difunta monarca.

El ataúd está envuelto en el Estandarte Real de Escocia con dos cuadrantes dedicados a Escocia y a su león rojo, mientras que el Estandarte Real utilizado en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte solo tiene un león.

El protocolo establece que el Estandarte Real de Escocia ondee en el Castillo de Balmoral y en el Palacio de Holyrood cuando la reina o rey no está presente, mientras que cuando sí lo está ondea el Estandarte Real de Reino Unido.

El traslado del féretro a Londres está previsto para el martes y, al Palacio de Buckingham. Un día después, habrá una nueva procesión hasta Westminster, donde se habilitará una capilla ardiente que precederá al funeral de Estado, convocado para el 19 de septiembre.

LOS CORGIS

Un portavoz del principe Andrés, duque de York, confirmó que serán ambos excónyuges, que conservan una muy buena relación pese a su separación, quienes se encarguen de los dos corgis, de nombres Muick y Sandy,

Durante el confinamiento por la pandemia de la covid, Andrés regaló a su madre un corgi, Muick, y un dorgi (híbrido entre corgi y perro salchicha) llamado Fergus, pero este último murió en mayo de 2021, poco después del deceso del marido de la reina, Felipe de Edimburgo.

Para reemplazarlo, las hijas de los duques de York, Beatriz y Eugenia, le regalaron a su abuela otro corgi, Sandy, por su 95 cumpleaños.

La monarca había llamado a Fergus como su tío, muerto en combate durante la Primera Guerra Mundial, y a Muick como uno de los lagos en su residencia veraniega de Balmoral, en Escocia, donde falleció el pasado jueves a los 96 años.

Los corgis de Isabel II, que se habían convertido en uno de sus distintivos universales, disfrutaban de una vida de comodidades con su antigua dueña: chefs de la realeza preparaban con esmero su menú, psicólogos caninos los atendían cuando surgían problemas entre ellos, y tenían su propio calcetín en Navidad donde recibían sus regalos.

Tras su muerte, muchos se preguntaban qué sucedería con los canes de Isabel, aunque la hipótesis más extendida entre los expertos en la casa de los Windsor era que el cuidado de los perros recaería en Andrés, de quien se dice que era su hijo favorito.

La pasión de la soberana por los corgis se remonta a la tierna edad de los siete años, cuando convenció a su padre que le comprase uno. Por aquel entonces, Jorge, duque de York, no era siquiera el heredero de la Corona y la familia vivía una vida tranquila y acomodada en una casa del centro de Londres.

La mayoría de los más de 30 perros que la difunta tuvo en su vida eran de la raza autóctona corgi galés de Pembroke.

Ahora, la comunidad de dueños de corgis en el Reino Unido siente que se han quedado sin la gran madrina de sus animales. /AFP 

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