HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Amenazados de vida

Meditando sobre qué escribir en medio de una realidad pre apocalíptica e inasible, por la ausencia de referentes generales, creí, en principio, que estábamos todos amenazados de muerte. Recordé, de inmediato, la frase que repite el padre William Bustamante, un sacerdote amigo: “Estamos amenazados de vida”.

Paradójicamente, esta realidad de muerte que padecemos es un anuncio de vida. Sí. Desde que nacemos nos repiten que no es para siempre, que vamos a morir. Sin embargo, vivimos de espaldas a la muerte, enfermos del “yo”, como si fuéramos la excepción y esta no nos pudiera alcanzar. Pero, parece que ese juego artificioso de nuestra mente que nos llevaba a vivir enajenados, de espaldas a la realidad, se acabó. Por más que huyamos, tarde o temprano, tenemos una cita con la eternidad.

El coronavirus, la incertidumbre, la violencia que padecemos en Colombia y hasta el resquebrajamiento de certezas en los valores institucionales que nos sostenían, nos recuerdan que no hay donde esconderse de esta verdad: somos finitos. Y es, precisamente, esta conciencia de final la que se puede convertir en una catapulta a la vida, que impulsa a abrazar los corazones que laten y a utilizar el miedo, real o instrumentalizado, como medio para despertar a la plenitud del aquí y del ahora y optar libremente por la esperanza.

El primer beneficio de atreverse a pensar en la muerte y a llamarla por su nombre, es aligerar el equipaje. Sobra tanto, sobre todo en la mente. Estamos sobrecargados de información enfermiza, manipulada y sin capacidad de decantarla. Recibimos toneladas de basura por las redes, que no sólo sepultan nuestra capacidad de discernimiento, sino que la redistribuimos irresponsablemente, como autómatas. También sobran muchos. Sí. Suena duro. Pero sobran muchos mercaderes del miedo controlador, ególatras incendiarios disfrazados de líderes. Sobran los agresores con dedo acusador, incapaces de mirarse a si mismos. Se sostienen sobre auto referidos pedestales propagandísticos, construidos de imágenes imaginadas. Sobra tanta ostentación de vanidades que envilecen. Sobran tantos cobardes, con miedo de llamar el mal por su nombre. Sobran tantos “demócratas” de postín, empeñados en entregar la institucionalidad a los anarquistas. Sobran tantos vendedores de Dios, que pregonan, en su nombre, la política que divide y llaman a la revolución que derrama sangre.

La “amenaza de muerte” que experimentamos todos es la oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos, reconocernos en nuestra dignidad de hijos de Dios y hacernos verdaderamente corresponsables del don de la vida individual y colectiva. Es una oportunidad para liberar tantas falsas ataduras, Siempre es posible, frente a tanto derroche del mal, optar por el bien. Ante las sombras de muerte, reinventarse la vida.

Hacer uso pleno de la libertad de elegir.

Y si aumenta la sed de trascendencia que nos libera de tantas ataduras, es hora de abrirse a esa “incompletud” que nos lleva a intuir de qué estamos hechos. Cuando despertamos a la conciencia de la muerte, sólo entonces empezamos a transitar por la vida.

Como cantaba Facundo Cabral: “El paraíso no está perdido sino olvidado y que en una eternidad siempre se puede empezar de nuevo”.

*Periodista*Defensora de DD.HH

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