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El país ve con preocupación el desmoronamiento del pacto suscrito entre el gobierno Santos y las Farc. Y confieso, que a pesar de haber criticado este pacto, no miro con buenos ojos el despedazamiento que hoy está sufriendo, porque como colombiano, deseo ver un país en paz, pero completa, sin privilegios, sin otorgamiento de prebendas electorales a personajes oscuros que delinquieron por muchos años, sin intervención de extranjeros que vengan a imponernos a las mayorías colombianas, ideas y organismos que en su país, a pesar de haber sufrido una violencia igual o peor que la nuestra, nunca las implantaron ni las implementaron, porque lo que hicieron fue castigar con el peso de la ley a quienes la violaron, como fue lo ocurrido con los miembros de la ETA.
Las causas del fracaso del pacto habanero, no están fuera de él, se producen, porque lo que mal comienza, mal termina, primero se impuso lo pactado por encima de la mayoría de la voluntad popular expresada en el plebiscito, segundo, se creó un adefesio de justicia como la JEP, que sin comenzar a operar como aparato judicial, ya está incursa en supuestos malos manejos o por lo menos, se ha mostrado como un ente lleno de intereses personales por manejar el presupuesto y la burocracia, primero que aplicar las normas de la justicia transicional.
Por otro lado, uno de los cabecillas de las Farc, es acusado de conspirar para enviar 10 toneladas de cocaína a los EE.UU, después de firmado el pacto y de la puesta en marcha la JEP. Igualmente se presenta la reculada de Iván Márquez, desplazándose de Bogotá a territorio rural y expresando que no hará uso de la credencial de senador que les regaló el acuerdo de Cuba.
Y el remache del desmorone, son las denuncias y renuncias o destituciones por malos manejos de los dineros de la Paz, por parte de las personas encargadas de administrar el Fondo para la paz, alimentado con aportes de la comunidad internacional que creyó que de verdad se estaba pactando la paz de Colombia en La Habana.
Todo esto demuestra que las imposiciones no son buenas, que los acuerdos deben ser equitativos para las partes que negocian, porque cuando uno de los actores del pacto se impone sobre el otro, tarde o temprano, lo acordado se incumple, como está ocurriendo hoy con lo pactado en la Habana.
Los únicos responsables de lo que está ocurriendo son los mismos que firmaron el pacto imposible de cumplir. Las Farc, que descubrieron que podía explotar a su favor el afán del gobierno y del primer mandatario de alcanzar un premio internacional, que cada día es menos respetado y logrando así imponerle al Estado colombiano unas obligaciones imposibles de cumplir por la dificultad en su implementación.
Por el otro lado, un gobierno sin legitimidad política, sin respaldo popular, que creyó que suscribiendo el pacto sería aclamado por todos y que incluso podría llegar a imponer a su sucesor, cayó en la trampa de conceder todo, con tal de mostrar una supuesta paz que no ha existido ni existirá si no se reforma lo pactado haciendo más real, más constitucional y más legal.
No hay que buscar a los culpables de lo que ocurre con el proceso, fuera de él, estos son los mismo que lo negociaron, los mismo que lo aprobaron y los mismos que los firmaron, sin mirar cuales serían las consecuencia de lo pactado.
Catedrático universitario