HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

En sus zapatos

Los niños de la vereda Playa Rica en el Tambo, Cauca, no tenían un lugar digno para estudiar, y sus pobladores no cuentan, aún, con vías aptas para salir de la vereda. Jorge Macana, habitante de la zona, hizo parte de los movimientos sociales que lograron la fundación de un nuevo colegio y de una primera etapa en la construcción de la carretera rural que le permitirá a la gente salir del aislamiento. Luego de la firma del Acuerdo Final para la Paz, Jorge también impulsó el programa de sustitución de cultivos ilícitos y alentó a otros a hacer lo mismo, teniendo en cuenta que muchas familias campesinas vivían del cultivo de la hoja de coca ante la falta de oportunidades. Trabajó con la mesa departamental que coordina este programa y lideró proyectos productivos alternativos. Lo asesinaron en su casa un sábado por la noche, en marzo de 2020. Jorge es uno de los 904 líderes comunitarios asesinados en los últimos 5 años, según datos recogidos por la JEP.

Muchos de nosotros, al igual que él, identificamos en nuestra cotidianidad asuntos que deben mejorar. Sin embargo, somos distintos a Jorge en al menos dos aspectos. La insatisfacción que sentimos no nos impulsa lo suficiente como para actuar. Tampoco tenemos todas las condiciones en contra, pues no vivimos en lugares apartados ni en medio de la guerra. No obstante, no dejamos de valorar que gracias a personas como Jorge la comunidad avanza y nos resulta insoportable que sean asesinadas.

Buena parte de lo que reconocemos como deseable y justo es el fruto de luchas sociales encabezadas por personas como Jorge, quienes, desafiando enormes peligros, se organizan y sacan adelante iniciativas por el bien común. Pero muchos de sus esfuerzos y proyectos se están quedando huérfanos por culpa de los violentos. Cuando un líder es asesinado desaparecen las iniciativas y las esperanzas de comunidades deseosas de paz y de bienes públicos.

Henry Frankfurt, filósofo estadounidense, sostiene que aquello que nos preocupa es lo que nos da carácter, ordena nuestros deseos y, en últimas, nos impulsa a actuar de forma sostenida y significativa. Preocuparnos por la vida de los líderes sociales, en este sentido, es adoptar como criterio orientador de nuestra conducta su protección y apoyo en todos los ámbitos en los que nos movemos. Preocuparnos es estar comprometidos con reconocer la importancia de su trabajo e identificar los riesgos que sufren y la dura realidad que enfrentan. Los ataques contra los líderes sociales son un atentado contra cada colombiano y colombiana, configuran el fracaso moral de la sociedad y perpetúan la injusticia. ¿Qué podría preocuparnos más, sino esto?

Hace muy pocos días la Comisión de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desparecidas y la JEP nos sumamos a la defensa de los líderes sociales y, como primer paso en lo que será un movimiento institucional de respeto por la vida y la construcción de la paz, le solicitamos al Defensor del Pueblo emitir una resolución defensorial con recomendaciones a las distintas autoridades del Estado para detener la violencia, de una vez por todas. Pero aquí no acaba la tarea. Necesitamos de usted.

Puede empezar en casa, dándose a la tarea de conocer quiénes son sus líderes. Conozca al defensor del barrio que busca iluminar el parque o arreglar la vía. Conozca a la persona que trata de proteger a la quebrada de la contaminación. Hable con esa vecina que está ideando formas de mantener alejados a los niños de la droga y la violencia. Apoye al campesino que abandonó la guerra, o aquel que dejó de cultivar coca, y compre sus productos. Hable a diario y sin cesar de las muertes que no logra evitar y reconozcalas como un fracaso colectivo.

Hace poco el profesor Javier de Lucas publicó un libro en el cual analiza la figura de Atticus Finch, el héroe de la película Matar a un Ruiseñor. Finch es un abogado que decide, en la época de la segregación en los Estados Unidos, defender a un joven negro acusado de homicidio. La razón que da es porque es moralmente correcto hacerlo. Para explicarle a su hija la verdadera motivación de su acción, le dice: porque debemos ponernos en los zapatos de los demás para saber como viven y como sienten, y sólo podremos conocerlo si caminamos por un tiempo en sus zapatos.

Los líderes sociales están en todas partes y son personas como usted, aunque más preocupados. Ponerles cara y nombre es una forma de defenderlos y puede que, en el camino, se genere conciencia social sobre la importancia de sus luchas y tomemos la decisión de acompañarlos activamente. Tal vez sintamos la necesidad de caminar unos cuantos metros en sus zapatos. Los pasos que avancemos juntos nos permitirán labrar una mejor sociedad.

*Presidente de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). 

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