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POR: NEVIN
RAMOS LASCARRO
Simón Bolívar, el 17 de Diciembre de 1.830, libertó el espíritu de la carne y se hundió en el abismo de la inmortalidad; abismo luminoso, glorioso y por lo visto hasta el fin del mundo. Las riquezas son como un desdoro en los hombres que nacen para lo alto, viven para lo bueno, y mueren dejando al mundo lleno de su gloria.
No fue la codicia, achaque para este hombre y su ambición: la libertad del pueblo americano nunca dejó de inquietarlo; sin duda, junto con Napoleón, los más notables de nuestros tiempos, en lo que mira a la guerra y a la política.
Bolívar estadista y guerrero, organizó legiones, redactó estatutos, consejero diplomático, dirigió grandes campañas, su genio tan rico y tan diverso como el de Napoleón, pero estratega antes que guerrero, filosofo antes que general, humilde y aferrado a luchar por lo imposible, sin contar con el menor recurso puede considerarse su mayor riqueza.
Hoy se escucha a todos los hispanoamericanos hablar de las cosas de su patria, son transmitidos los procesos de la emancipación. El clero lo exalta y en la misa de las iglesias católicas se canta la gloria de ‘El Libertador’, entre la epístola y el evangelio. Aceptó los casi humildes presentes de sus compatriotas, pero rehusó los millones ofrecidos por la nación peruana.
Magnífico ejemplo para la actual sociedad, que si no lo vio morir, conoce a través de la historia que, cuando Bolívar aceptó el mando por tercera vez, se retiró a vivir tranquilo en el regazo de la vida privada, sin cobrar intereses producto de la persecución escarnecedora de una buena parte de sus contemporáneos, venerado por el pueblo, pero consciente de la fuente impura que nuevamente lo llevaría al poder. Sin mezcla de odio, bajó tranquilo al sepulcro.* Nevin Ramos Lascarro, Secretario General de la Sociedad Bolivariana del Magdalena. Tomado del libro: ‘Simón Bolívar sí murió en Santa Marta’. *Nevin Ramos Lascarro, Secretario General de la Sociedad Bolivariana del Magdalena.