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Apenas en los albores del año 2024 recibimos la infausta noticia del deceso del connotado jurista Juan Carlos Henao Pérez, una lumbrera del derecho, cuyo ejercicio lo llevó a desempeñarse con solvencia y sapiencia como Magistrado de la Corte Constitucional entre los años 2001 a 2012, la que presidió y honró de paso con su desempeño, caracterizado, como fue su vida pública, por su rectitud, buen criterio y ética diamantina.
Posteriormente, asumió la Rectoría de la Universidad Externado de Colombia, luego de la partida de otro grande, encumbrado en la cima del Derecho, Fernando Honestrosa Forero, de quien, siendo su digno sucesor, dijo, con la modestia propia de su talante, que “reemplazar a un ser que para mí es genuinamente excepcional no es posible. Fernando Hinestrosa no había dos en el país”. Estuvo al frente de esta responsabilidad, haciendo honor al augusto y centenario claustro, a su larga historia y a su espíritu libertario. Porque el exmagistrado y exrector fue un hombre rotundo, tanto en su pensamiento disruptivo como en sus actitudes y posturas contestatarias, porque ni el dogmatismo ni el fundamentalismo tuvieron cabida en él. Le fascinaba y se deleitaba con gran fruición intelectual, porque él ante todo fue un aquilatado intelectual, romper paradigmas.
Puso su prestigio y su amplio conocimiento y experticia del Derecho al servicio de la Paz, él junto con juristas Manuel José Cepeda y Douglas Kassel fueron los principales artífices de esa tarea de orfebres de la Justicia Transicional que hizo parte del corazón del Acuerdo final con las Farc, que llevó a esta a deponer las armas, a desmovilizarse y a encauzar un proceso de paz que, con todas sus limitaciones, le puso fin a una confrontación armada, con toda su estela de muerte y desolación, de más de 50 años. Ese mérito le cabe a él.
Hace casi 10 años, en 2014, en una elocuente intervención, como todas las suyas, en una ceremonia de graduación en la Universidad de los Andes, expresó estas palabras premonitorias de lo que significaba para él el fin de su parábola vital. Esto dijo: “la muerte, como veredicto del tiempo, como cancelación del tiempo vital, como inexistencia física, generó que el ser humano creara la necesidad de un ritual que lo trascendiera y lo diferenciara del resto de las especies…El ritual funerario zanja la tensión permanente entre los finito y lo infinito”. Al fin y al cabo, todo aquello que tiene principio también tiene final, ello es indubitable.
De Juan Carlos Henao se predica lo mismo que él dijo de Fernando Hinestrosa, porque hizo méritos para ello: como él no había dos! Quienes, a mucho honor, hacemos parte de la comunidad externadista estamos muy consternados con su temprana desaparición del escenario público, de la judicatura y de la academia, a las que tanto les aportó. De él bien puede decirse con Armando Fuente Aguirre, “feliz el hombre a quien al final de la vida no le queda sino lo que ha dado a los demás”, porque él en vida lo ofrendó todo ante el Altar de la patria. Paz en su tumba!
*Docente e investigador de la Universidad Externado de Colombia.
*Exministro de Estado