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La pandemia multiplica el riesgo de reclutamiento de niños en conflictos armados

Naciones Unidas y organizaciones humanitarias han aprovechado la conmemoración este sábado del Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado que el cierre de escuelas y las penurias económicas provocadas por la pandemia de coronavirus ha multiplicado el riesgo de reclutamiento de menores combatientes en los principales escenarios de conflicto armado de todo el mundo.

Los primeros informes aparecidos sobre el impacto de la pandemia comenzaron a aparecer a mediados del año pasado. En julio de 2021, la representante especial de la ONU para Niños y Conflicto Armado, Virginia Gamba, denunció el reclutamiento de más de 8.500 niños, principalmente en República Democrática del Congo, Somalia, Siria y Birmania.

Estos niños se añaden a los más de 93.000 censados entre 2005 y 2020 por Naciones Unidas en su llamada «Lista de la vergüenza», que identifica 61 grupos armados y ejércitos de todo el mundo que han reclutado, asesinado, mutilado, secuestrado o abusado sexualmente de menores, a fecha de mayo de 2021.

Desde entonces, la tendencia se ha agudizado, tal y como avisa la ONG Save the Children, con «un aumento de la cantidad de incidentes verificados de reclutamiento y utilización de niños y niñas por parte de fuerzas o grupos armados», como también ha aumentado «la cantidad de grupos que los reclutan».

Las ONG lamentan que el recuento de Naciones Unidas es incompleto –un informe de Global NET indica que países como Mozambique, Ucrania, Indonesia, Brasil, México, Nicaragua, El Salvador o Guatemala estaban ausentes de la lista de la ONU– y llegan a elevar, como hace Save the Children, el número de actores no estatales que emplean a niños en combate desde los 85 a los 110 solo en 2020.

Tres países destacan por encima de todos: Afganistán, Siria y Yemen. Allí, el porcentaje de niños en peligro de reclutamiento no desciende del 90 por ciento. En Afganistán y Siria, este porcentaje alcanza el 98 y el 97 por ciento, respectivamente.

Naciones Unidas ha reconocido ciertos avances en este terreno a pesar del impacto de la pandemia, como la incorporación de países como México o Argelia a la Declaración sobre Escuelas Seguras, cuyos países adherentes –un total de 113 ahora mismo– se comprometen a evitar el uso de instalaciones educativas como centros militares. También recuerda que una coalición de grupos armados de Malí firmaron un plan de acción para poner fin al reclutamiento de niños; una más de las 19 iniciativas de este tipo en todo el mundo.

Sin embargo, la prolongada crisis de la pandemia amenaza con frenar estas iniciativas. De momento, las estimaciones de Save the Children avisan que ahora uno 452 millones de niños y niñas del mundo vivían en zonas en conflicto armado en 2020, un 5% más que en 2019, rodeados de un entorno que fomenta su reclutamiento forzado, bien por la desaparición de la vida escolar, bien por el ciclo destructivo que emerge del empobrecimiento.

TRES VECES MÁS NIÑOS SOLDADO QUE HACE TREINTA AÑOS

«A pesar de lo que se puede pensar, la pandemia del coronavirus ha aumentado el número de niños reclutados y convertidos en niños soldado», explica Andrés Conde, director de Save the Children, sobre un estudio que alerta de que 337 millones de niños y niñas viven cerca de grupos armados y fuerzas gubernamentales que reclutan a niños y niñas, lo que supone triplicar la cifra de hace tres décadas (99 millones en 1990).

El número de países en los que se recluta a los niños y niñas –y en los que vive más de la mitad de los niños y niñas del mundo– también aumentó a 39, el más alto en 30 años.

Save the Children también constata un «preocupante aumento» del número de niños y niñas que viven en zonas de conflicto de alta intensidad (aquellos que generan más de 1.000 víctimas al año), al pasar de 162 millones de niños y niñas en 2019 a 193 millones en 2020.

Aunque las niñas solo constituyeron el 15% de los casos de reclutamiento denunciados, a menudo son elegidas para actuar como espías, colocar minas y artefactos explosivos improvisados o actuar como terroristas suicidas porque es menos probable que llamen la atención. «Su vulnerabilidad, su situación socioeconómica y su género también las hace susceptibles de sufrir abusos generalizados, incluido la explotación sexual», explica Conde.

EL FIN DE LAS ESCUELAS COMO ESPACIO SEGURO

La escuela era un lugar de refugio y protección para los niños frente a la acción de los reclutadores y su cierre ha dejado a los niños y a las niñas completamente desprotegidos.

«Hemos identificado una fuerte conexión entre los esfuerzos por permitir que los niños y las niñas continúen su educación en tiempos de crisis y la reducción de las violaciones graves de los derechos de la infancia en conflicto. La falta de escolarización hace que los niños y las niñas corran más peligro de ser reclutados», indica Conde en este sentido.

Por ejemplo, la investigación de Save the Children advierte que la mayoría de los niños reclutados por grupos armados en el Sahel habían abandonado la escuela o no habían tenido acceso al sistema escolar. «Y sabemos bien que una vez que los niños están fuera de la escuela, suele ser difícil para ellos encontrar el camino de vuelta», explica el director.

«No nos podemos olvidar», añade, «de la necesidad de incrementar la financiación para fortalecer los sistemas educativos y de protección de la infancia en las zonas afectadas por el conflicto».

EL IMPACTO DEL TRÁFICO DE ARMAS

Como otras tantas ONG, Save the Children vincula el tráfico de armas internacional como uno de los factores que apuntala el uso de niños en conflictos armados. Es por ello que la organización solicita regular y mejorar «la transparencia de las transferencias de armas a países responsables de cometer graves violaciones de derechos en contra de los niños y niñas, incluyendo su reclutamiento y uso en las hostilidades».

De hecho, el informe de Global NET recuerda el discurso del ex niño soldado congoleño Junior Nzita ante el Consejo de Seguridad de la ONU en marzo de 2015: «Luchamos con vuestras armas», lamentó Nzita. El también antiguo niño soldado ugandés Innocent Opwonya, recuerda sus semanas de entrenamiento con fuego real. «Se nos llevaron a unos 60 niños. Dieciocho murieron en las dos primeras semanas de entrenamiento», recuerda. Acabó recibiendo un fusil de asalto G3, de fabricación alemana.

«Los niños y las niñas son el futuro de estos países y por ello es fundamental protegerlos de las atrocidades de la guerra y asegurar que puedan seguir con su educación para poder reconstruir sus países en paz», concluye Conde.

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