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El sectarismo partidista y la brutal retórica que lo acompaña ha escandalizado a muchos aquí y en otras partes del mundo. Otra manifestación de la crisis de la democracia liberal.
La revista “Foreing Policy”, 12 de mayo, trae un ensayo que critica duramente una carta pública suscrita por 124 generales ya retirados del ejército americano en la cual afirman que Biden “ha instalado una forma marxista de gobierno tiránico”. Así se está hablando ahora en el mundo político. Entonces no tenemos por qué sorprendernos.
Por fortuna, ha nacido una escuela de pensamiento que plantea el surgimiento de otro mundo que autores como Peter H. Diamandis y Steven Kotler sintetizan en el concepto de Abundancia.
Ellos hablan de la convergencia de las tecnologías que cambiarán radicalmente los negocios, las industrias y nuestro diario vivir. Leerlos hace un contraste enorme con lo que estamos viviendo, bien sea por la pandemia o por lo que ellos consideran que ha sido la característica de nuestra historia, la de todos, la escasez.
Una cosa es gobernar o vivir en una sociedad donde los bienes son escasos y otra donde lo que existe es la abundancia. Difícil imaginar ese mundo. Pero eso es lo que describen ya desde el 2012 en un libro que se titula: “Abundancia, El futuro es mejor que lo que usted piensa” o uno más reciente: “El futuro es más rápido que lo que usted cree”. Dos lecturas que sin duda sacuden nuestras creencias.
Un ejercicio intelectual muy recomendable aquí y en todas partes, porque casi que nos hace soñar en sociedades que habría sido risible imaginar. Y no utilizan el concepto de utopía. No. Es que no están trabajando como algunos pensadores que resolvieron construir mundos irrealizables. Estos autores hablan con los datos de las ciencias más avanzadas y sin asustarse. Los últimos cien años de progreso – los más significativos – no son mayor cosa.
Ellos suman la inteligencia artificial, la robótica, la realidad virtual, la biología digital, la impresión 3D, el blockchain, y así nos ubican en otro planeta, bien diferente del que conocemos. Es el futuro.
Si algo está haciendo falta entre nosotros es una reflexión seria sobre el futuro. Y no como un pasatiempo. A los jóvenes, por debajo de los 35 años, les vendría muy bien esta tarea. Se sabe que sienten que son la generación del no-futuro, que no va a vivir mejores situaciones que las de sus padres y que aún con mejor educación que ellos no lo van a lograr.
Algo así como una fundación que se llame Futuribles (recuerdo que así se hablaba en algunos círculos franceses, en los años sesenta) debería inducir a los jóvenes a dedicar, con disciplina, algunas horas a lo que sería una catarsis. Recuperarían las ilusiones, volverían a gozar la esperanza, encontrarían una buena razón para vivir, esforzarse, prepararse para un mundo bien diferente, encontrarían en el espíritu de innovación quizás una vocación.
El malestar que los agobia, el desencanto que los invade, la desesperanza que los paraliza, se convertirían en curiosidad, entusiasmo y anhelo por una vida más gratificante y la satisfacción – quién lo creyera – de que habrá bienestar para todos. La sociedad de la Abundancia. Y ese futuro puede llegar más pronto de lo que creemos. Extraordinario. ¡Maravilloso!
*ExMinistro de Estado