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El texto de Soboczynski ‘El libro de los vicios’, es un alegato a favor de la desmesura y una diatriba contra todas las formas de disciplina, reglamentación y ascetismo.
POR:
GONZALO
RESTREPO
SÁNCHEZ
Hace poco enviaba a los amigos a través de mi celular el apotegma: «Tal vez sea eso lo que realmente cuenta, llegar a lo más profundo del sentimiento humano, a pesar de las evidencias», idea hallada en el libro de Paul Auster “La invención de la soledad”. Y es que como señala el periodista polaco Adam Soboczynski, el ser humano hoy día parece no dominar el arte del disimulo.
El autor polaco en su exitoso texto “El libro de los vicios” nos recuerda que «muchos males del mundo provienen de la mala simulación. Solo cuando dominamos el arte de simular la amabilidad, somos generosos y buenos» y es que la falta de compromisos con uno mismo y los demás, es el mayor de todos los compromisos.
Es por eso que la neurociencia pareciese (y lo enfatizo así) que tomara como punto de partida el sentido del conocimiento del ser humano cargado de placentera hipocresía. Dicha verificación tiene su importancia y para nada desafortunada, como errada es la conducta del ser humano. El actor Marlon Brando decía: «la actuación es el resultado de un impulso neurótico».
Así que hace años me interesé en estar al tanto sobre el funcionamiento del cerebro humano y si era verdad que nosotros lo podíamos manipular o no, pero, inmediatamente me confesé que las emociones pueden influenciar fuertemente en nuestra forma de ser (y es que el cine, por ejemplo a través del neuromarketing lo permite verificar). Este marketing de emociones es el punto de partida en mis talleres de PNL (según el énfasis que me soliciten) e incluso temas como la neuro oralidad.
Hablar con uno mismo no es una experiencia nada agotadora, son los mejores manuales de autoayuda. Ya lo decía Walt Whitman: «Si no me encuentras al principio, no te desanimes». Este es el punto de partida de mi anterior novela “La fobia de Moliére”, y que si bien puede ser el primer thriller escrito en el Caribe colombiano, es uno más sobre la búsqueda de figuras míticas.
Para mi próxima novela “La hora de decir verdades” (la relación entre un anciano famoso y culto de 84 años y una mujer pobre y carente de autenticidad de 38 años que fingió lo infinible, hasta llegar a las infames farsas), hago derroche de todo anteriormente escrito y que, como un buen detective de la comunicación no verbal (sin tener nada a mi favor, aunque de pronto la ociosidad cuando eres un desempleado y buscas trabajo), lo descubrí y redescubrí sin senderos poéticos y poeta vagabundo.
Pero eso es la vida, y por eso es bella (muchos títulos cinematográficos evocan esa realidad y son filmes exitosos). Por eso recomiendo los libros citados en este texto, no hay nada más fascinante que el ser humano a pesar de su hipocresía, por una razón: los amigos y la familia tienen una mala simulación. Y es que cuando morimos, ese cuerpo que nos representaba y que fue ese alguien, ya no es más “ese alguien”.
Casi siempre estamos ante personajes inventados y lo dice el mismo Auster en su libro: «él mismo permanecía invisible, como un titiritero que maneja los hilos de su alter-ego desde su escondite oscuro y solitario detrás de las cortinas». Pero bueno, lo importante hoy día, es gerenciar las emociones, porque son las que ofrecen el elixir de vivir una vida a nuestro acomodo.
Para mi próxima novela “La hora de decir verdades” (la relación entre un anciano famoso y culto de 84 años y una mujer pobre y carente de autenticidad de 38 años que fingió lo infinible, hasta llegar a las infames farsas), hago derroche de todo anteriormente escrito y descrito y que, como un buen detective en la lectura de la comunicación no verbal, revelé sin tener nada a mi favor, aunque de pronto, la ociosidad cuando eres un desempleado y buscas trabajo.