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El pedazo que faltaba de Daniel Santos…

Por

ERASMO

PADILLA

RAMÍREZ

 

Recibí la llamada de Marco T. confirmándome que el propio Anacobero me recibiría en el Hotel Cadebia antes de su actuación, última a la postre en Barranquilla, año 1991. Alternó con Leo Marini y mi grato amigo, Roberto Ledesma. El acuerdo era en “voz baja”, nadie debía enterarse.

A las 10:00 p.m. estaba ‘sembrado’ frente a la puerta del restaurante esperando que le pusieran “closed” indicativo que no había más servicio y ni una mosca podría colarse. Me puse inquieto, porque con los minutos corriendo no faltaba uno que otro amigo que me recordara que el show iba a comenzar, cuando arranco, Ledesma me hizo la seña.

Entré de una al comedor y le di la mano, tenía una botella de Old Parr en la mesa, tres vasos, una coca cola y hielo, cuando me iba a servir, le dije que estaba con gripe.

“Entonces tráele aguardiente”, ordenó al mesero y me invitó a sentarme. Saqué mi grabadora y me ordenó apagarla porque esa noche no iba a dar entrevistas, explicó que debía estar tranquilo y que habláramos -bastaba que fuera amigo de Marco T. su representante y amigo, “trata de recordar todo sin tirarme al agua”, me dijo.

La charla tomó ritmo y se explayó efusivo y mirándome más de frente. “Mira Padilla, vive tu vida como quieras, no cojas lucha con la gente, que lo que quieren es fastidiarte, busca lo tuyo por encima del mundo, al final es tú vida y haces lo que quieras con ella, entendiste”, solo le escuchaba y detallaba sus gestos, bastante expresivo como genuino caribeño.

De pronto se metió su mano derecha al saco y sacó una bolsita plástica que contenía coca, la uña de su dedo meñique bien larga sirvió de palita para darse dos pases con una elegancia propia de quien tiene estilo propio en el arte de inhalar. No se descompuso, por el contrario, hablaba e hilvanaba mejor. “A ti no te ofrezco, sé que eres zanahorio” y soltó una risa natural, que expresaba su indiferencia a la vida, me lo estaba gozando, ese era el Daniel que palpaba.  Ya cantaba Leo Marini y el ambiente subía en alegría y expectativa, porque pronto vendría ‘El Jefe’, a poner a gozar a todos los presentes.

Lo que pasó a continuación en el restaurante fueron momentos de gran tensión. De pronto escuchamos a alguien que cantaba como él y hablaba incluso como él, era Julio Jaramillo Jiménez, su imitador, un cantante de Calamar, cuya fijación era ser el “otro Daniel, quien en su ausencia se llevaba todos los aplausos en el país y el billete también, porque lo hacía bastante bien.

Daniel montó en cólera, le dio un fuerte golpe a la mesa, pateó su silla y con voz subida de tono, le ordenó a Marco T. “Si ese payaso no se calla, me voy, que clase de ‘comemierda’ es ese. me cagó en la puta madre”. Fueron momentos difíciles, caminaba de un lado para el otro y todo en silencio. El imitador desapareció, silenció en la noche y Daniel recobró sus colores”. “Eso no se hace coño!”.

Unos toc toc a la puerta que del bar nos sacó de la situación, el mesero le explicaba que no podía dejar entrar a nadie, pero insistía, cuando el Anacobero lo identificó, ordenó que lo dejaran pasar, era su ‘pana’, el veterano cantante cartagenero Gastón Vega, con  quien había alternado en varios países del Caribe, repartiéndose aparte de  dólares, hembras y fumarolas.

Sabiendo que me quedaba poco tiempo, le precisé – Daniel he oído que tienes una hija barranquillera, ¿la conoces? “Una más, no me alarma chico, ya son como siete u ocho pero lo tienen que probar, no me van a seguir jodiendo”. La prueba no fue genética, de sangre, sino por lunar color café en una de sus piernas impronta Santos Betancourt.

La única persona que podría ayudar a despejar la duda es Jaime Vargas Charris, no se si viva, quien le acompañó en una noche de farra en casa de “María La O”, anfitriona de un burdel de categoría en el barrio Olaya de ‘Quilla’; la bella  que le puso en bandeja de plata a la hembra más divina del lugar y por quien   pagó una multa de varios ceros; para llevársela y nunca se supo para donde. Las crónicas de la época dicen que salió embarazada, y hasta el sol de hoy no la han vuelto a ver.

Por último le pregunté del por qué la difícil situación con Pedro Laza cuando grabó con sello Fuentes en Cartagena la producción “Candela”, que se convirtió en un suceso musical por siempre.

“Chico, el viejo se defendía, pero yo por momentos soy un jodedor y le dije a Fuentes que pusiera otro bajista, porque no me gustaba su estilo, pero más nada, al final lo grabó todo. A mí lo que me gustaba era su reloj de leontina con enchape de oro y le propuse cambiárselo por el mío, que era de imitación comprado en Nueva York, Pedro al final cayó y cambiamos mano a mano, ahí si lo jodí”.

Daniel Santos Betancourt a los 107 años de su natalicio sigue siendo un artista de varias generaciones, lejos como líder en ventas y hasta se le escucha mejor.

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