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Autoevaluarnos debe hacer parte del mejoramiento permanente y continuo que debe arroparnos en dirección la superación constante y la búsqueda de la excelencia y la perfectibilidad respecto de nuestro desempeño y avances como administradores, empleados, profesores, padres de familia, hijos, ciudadanos y demás, siendo siempre lo cual apropiado y positivo por demás. En el ámbito de la administración pública, espacio que debe ser impoluto, este propósito tiene que ser un imperativo jurídico, donde igualmente, al igual que en la administración en general, el seguimiento al cumplimiento de las metas proyectadas tiene que ser particularmente importante como sustancial.
Cumplir en ellas los objetivos estratégicos debe enmarcarse de manera estricta, en lo que interesa necesariamente adaptarse en alta medida a los contextos nacional e internacional, a la tecnología en cuanto representa, reformar, simplificar o profundizar la capacitación a los empleados, adaptarse a la modernidad y la tecnología para no quedarse atrás en el vertiginoso camino en que avanza el mundo. Muchas entidades e instituciones han hecho y siguen haciendo de la modernidad y la tecnología una oportunidad para superarse, ganar espacios y consolidarse cada vez más, en la realidad que ello registra más pronto que tarde en sus distintas variables factores, éxitos y satisfacciones.
Es sin duda la autoevaluación una necesidad tanto individual como institucional en lo público y en lo privado, especialmente en un mundo donde la planificación ha adquirido a todo nivel y circunstancia un valor supremamente extraordinario. Definitivamente, y ello ha venido siendo demostrado, no se puede en manera definitiva alcanzar a ser eficiente sin autoevaluarse, en cambio sí serlo desde la autoevaluación, que ayuda a mejorar con creces el desempeño en el campo que sea, por ello debe partir siempre la autoevaluación de la verdad y nunca partiendo del engaño ni de situaciones irreales.
Aspecto fundamental lo es también decidir el cambio y ejecutarlo una vez que se ha autoevaluado, ya que de no ser así, nada cambiará; de allí que cuando se autoevalúa deba hacerse con humildad y de forma periódica, en la afirmación, a todas luces ciertas, que no hay evaluaciones ni soluciones infinitas.
Ayuda la autoevaluación a superar fracasos y necedades en lo público y lo político, lo que obliga a que sedamos capaces de voltear la página definitivamente para alcanzar el integral progreso que desear debemos en ruta a cambios y transformaciones en positivo, determinando lo cual que no hay que desperdiciar el tiempo culpando a otros, ya qué sin perjuicio de las culpas de terceros, debemos autoevaluarnos, cambiar, transformarnos y proyectarnos en la evidencia que siempre hay y habrá algo que reformar.
*Abogado