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Vanessa Hernández, ejemplo de superación

Después de varios años de esfuerzo y luchar contra quebrantos de salud, Vanessa Hernández Espejo alcanzó el sueño de graduarse como Ingeniería Industrial de la Universidad del Magdalena, título que recibió junto a su bastión y mejor compañero de estudio, su padre Eustasio Hernández.

Vanessa llegó a la ceremonia de pregrado de la Alma Mater con su padre y su madre Elinor Espejo, quienes la apoyaron durante este camino donde tuvo que superar un aneurisma cerebral que la dejó en silla de ruedas, sin conocimiento, sin poder hablar y mucho menos escribir.

Subió al escenario agarrada de la mano de su padre a recibir el diploma y las palabras de admiración del rector Pablo Vera Salazar, el aplauso de quienes conocían su historia y más de 300 graduados que asistieron al auditorio del Estelar Santamar Hotel.

“Cuando estaba en sillas de ruedas visualizaba este momento y hoy es una felicidad absoluta, porque desde que llegaron esas políticas de inclusión me permitieron soñar, gracias a Dios y a mi padre por todo el apoyo incondicional”, expresó la graduada.

Vanessa pasó de ser una estudiante universitaria a tener que desistir de las aulas de clase y pasar al quirófano, a terapias con especialistas y asistencias médicas todos los días para poder volver a ser esa joven alegre y apasionada por sus estudios.

Mientras tanto, su padre, incondicional en todo momento, la acompañaba en esa lucha por no rendirse sin dejar de lado el sueño de su hija de volver a estudiar.  Su recuperación fue larga y ardua. Pasó por meses de terapia del habla y escritura. Luego de años de tratamiento para mejorar su salud y con la aprobación de los médicos, decide volver a la Universidad del Magdalena y presentar su caso, fue readmitida y en el marco de las políticas de inclusión lideradas por el rector Pablo Vera Salazar, pudo recibir el apoyo de profesionales de la Dirección de Desarrollo Estudiantil, docentes y directivos de la Facultad de Ingeniería.

“Ellos, también jugaron un papel crucial en mi recuperación demostrando que la educación va más allá de impartir conocimientos”, señaló Vanessa. Logró ponerse al día con sus estudios. Su papá la acompañaba a las clases y se sentaba a escribir cuando ella no podía terminar de completar algunas ideas. Era casi que un alumno más.

“En mi lugar cualquier padre hubiera hecho lo mismo, damos gracias a Dios por la fortaleza que nos dio para afrontar la dificultad”, manifestó Eustasio Hernández.

La empatía de los docentes y estudiantes con su caso fue admirable. Vanessa y su papá lograban obtener las mejores notas y se destacaban por su disciplina. Sin duda, la clave del éxito era la fuerza de voluntad, el amor de una familia y una Universidad que la impulsó a seguir adelante.

Finalmente, tras años de esfuerzo y dedicación, Vanessa se graduó como ingeniera industrial, un logro que simboliza mucho más que el fin de una etapa académica, es el testimonio de una joven que se negó a ser definida por un diagnóstico y que, con valentía y perseverancia, transformó su adversidad en una historia de éxito.

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