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«El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad», dijo Albert Einstein. Añadiría que cuando las malas personas se confabulan para propiciar la maldad, los resultados son desastrosos. Y los demás estamos obligados a evitarlo.
Tenemos que actuar. Colombia está en grave peligro, por lo que debemos hablar con claridad, sin tapujos ni medias tintas. Es necesario decir con absoluta firmeza que estamos en alto riesgo por cuenta de Gustavo Petro, así de sencillo. No podemos quedarnos repitiendo diariamente que la inseguridad y la violencia están fuera de control; que la crisis económica toca fondo; el desempleo es alarmante; el sistema de salud colapsó; y que la corrupción ha alcanzado niveles escandalosos, entre otras calamidades. Vamos a cumplir dos años protestando por el desgobierno; y Petro no se inmuta, inclusive, a la crítica responde con bravuconadas.
Petro está creyendo, es evidente, que la permisividad con los delincuentes y, especialmente, con las organizaciones narcoterroristas, le permite construir un muro de contención para mantenerse en el poder. ¿Qué otra explicación tiene el debilitamiento de la Fuerza Pública y, consecuentemente, la pérdida de la seguridad? Mientras el país se desmorona, Petro persiste en diálogos interminables con esos criminales, sin lograr nada más que su fortalecimiento, porque están aprovechando para asesinar soldados, policías, campesinos y líderes sociales, y continúan secuestrando y extorsionando a comerciantes y pequeños empresarios. Además, los cultivos de coca crecen exponencialmente porque no hay erradicación ni control sobre nuevas siembras.
A lo anterior sumemos la situación en Venezuela, que nos afecta directamente. Y no solo porque Maduro intenta robarse otras elecciones, sino por la complicidad de Petro con las actuaciones del tirano. Primero, permaneció en silencio durante 60 horas; luego apareció con un mensaje tibio en su cuenta de X, rogando a su amigo que permitiera «un escrutinio transparente con conteo de votos, actas y veeduría…». Pero, horas más tarde, solo faltó el voto de Colombia en la OEA para aprobar una resolución que exigía la publicación de las actas. Y para empatar, posó de árbitro cómplice con sus pares de Brasil y México.
Todo esto es repudiable. Cada día se conocen más detalles de la entrañable nueva amistad entre Petro y Maduro. Desde luego, ambos son falsos, Petro en campaña decía: «A Maduro ni lo conozco; tengo enormes desconfianzas, me parece un tipo incapaz». Pero llegó al poder y lo ha visitado seis veces para reunirse en privado. Y Maduro dice que Petro es «un hombre honorable», que lo escucha mucho y le recibe consejos. Por lo tanto, la amistad entre Maduro y Petro es peligrosa para ambos países. Y no perdamos de vista que, durante 25 años, el régimen chavista ha albergado al Eln y a las Farc.
Debemos poner en marcha un «basta ya». Tiene que haber un punto final y pasar de la crítica a la exigencia para que Petro corrija el rumbo y reiterarle que su período tiene término fijo. La resistencia democrática debe ser implacable. Ya superamos los límites de la tolerancia y la paciencia. El ejemplo de María Corina Machado no debe ser un simple referente, sino un indicador del camino a seguir para defender con entereza nuestra democracia. Es hora de notificarle perentoriamente a Petro que los colombianos no permitiremos, bajo ninguna circunstancia, y a cualquier costo, que vamos a exponernos a la suerte de Venezuela.
*Expresidente del Congreso.