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El reciente partido de la Copa América entre Colombia y Argentina fue un triste reflejo de la crisis de cultura ciudadana que enfrentamos. Las imágenes de personas colándose en el estadio, arriesgando sus vidas al subir por los ductos de ventilación y las avalanchas humanas para entrar sin pagar fueron impactantes. Aunque la mayoría de los disturbios fueron protagonizados por colombianos, también hubo argentinos involucrados, demostrando que el problema es generalizado en la región.
El encuentro entre Colombia y Uruguay no fue diferente. Vimos una pelea tan intensa que incluso algunos jugadores uruguayos intervinieron en las tribunas. Estos eventos nos llevan a cuestionar: ¿Qué está pasando con Latinoamérica? ¿Por qué hay quienes actúan de manera salvaje en eventos que deberían ser una fiesta?
La respuesta no es sencilla, pero gran parte del problema radica en la falta de cultura ciudadana y en el ejemplo que están recibiendo las nuevas generaciones. La desintegración social y la pérdida de valores fundamentales son evidentes.
Los padres juegan un papel crucial como modelos a seguir. Si sobornan a un policía, compran películas piratas, ejercen violencia cuando algo no les gusta o se jactan de sus fechorías y corrupción, están enseñando a sus hijos que estos actos son aceptables. Los niños crecen pensando que el dinero fácil y la violencia son las soluciones correctas porque eso fue lo que les enseñaron sus héroes: sus padres.
El mismo principio se aplica a los educadores. La preocupación por el adoctrinamiento en las escuelas es válida. Además, el nombramiento de figuras públicas que demuestran cero tolerancia y maltratan a quienes piensan diferente también influye negativamente. Un ejemplo claro es el ministro de Educación, quien ha insultado a sus opositores en lugar de promover el diálogo y el respeto.
El Gobierno tampoco se queda atrás. Desde el discurso de posesión, ha protegido a los de la primera línea, enviando un mensaje nefasto a la ciudadanía, sugiriendo que para lograr cambios se requiere usar la fuerza, incluso cobrando vidas en el proceso. Además, Petro ha romantizado la lucha armada del M19 y otros grupos.
El actuar de figuras públicas también tiene un gran impacto. Las imágenes de Maluma peleando con los hinchas argentinos fueron espantosas. Maluma es un ídolo para muchos, que lo ven como modelo a seguir. No solo es preocupante su actitud en el estadio, sino también el contenido de sus canciones, que a menudo degradan a la mujer en un mundo donde el feminicidio y la violencia sexual están en aumento.
La cereza del pastel la puso Ramón Jesurún, presidente de la Federación de Fútbol, al pelear en el estadio y terminar preso. Ha pasado una semana y aún no ha tenido la gallardía y humildad para renunciar. Es inadmisible que continúe en su puesto como si nada hubiera pasado. ¿Qué ejemplo es este para la sociedad?
Las autoridades deben asumir su responsabilidad. Implementar políticas públicas que promuevan la cultura ciudadana y sancionen adecuadamente los actos salvajes es crucial. Hacemos un llamado al gobierno para que la calidad en la educación sea una verdadera prioridad. El Ministerio de Educación no puede seguir siendo manejado al antojo de Fecode. Expertos en educación han señalado que, hasta que no tengamos un proyecto nacional donde la cultura ciudadana sea una prioridad y eduquemos a los ciudadanos desde su infancia para ser personas honestas y responsables, el país no cambiará y el cambio social y la paz que tanto anhelamos seguirán siendo una promesa incumplida.
Es responsabilidad de todos, desde el ciudadano común hasta las autoridades, tomar conciencia de la importancia de este cambio. Solo a través de un esfuerzo conjunto podemos transformar nuestra sociedad y evitar que estos comportamientos salvajes sigan definiendo nuestra identidad como colombianos.
Adenda: El cambio se quedó en el discurso. Colombia es el país donde todo pasa y nada pasa, especialmente cuando la fiscalía demora los procesos para que se borren las pruebas. Seguimos esperando la renuncia de Bonilla.
*Exdirectora del ICBF