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El ‘rasguñao’, una dulce tradición que deleita
Con gran éxito, las mujeres emprendedoras que son productoras de distintos dulces han podido seguir brindando a la comunidad en general esa posibilidad de endulzar sus paladares.
POR
EDGAR
TATIS GUERRA
En tiempos de Cuaresma y lógicamente durante la Semana Santa que se avecina, los samarios, residentes y visitantes deleitan sus paladares con ‘el raguñao’: una dulce tradición que se mantiene desde hace varias décadas.
En algunos puntos estratégicos de Santa Marta se ubican ferias de dulces típicos, así como al interior de ciertos almacenes de cadena, lo que se constituye además en una oportunidad para adquirir esa gran variedad de cocadas, panelitas, bocadillos, enyucados, obleas, y otras delicias.
Con gran éxito, las mujeres emprendedoras que son productoras de distintos dulces han podido seguir brindando a la comunidad en general esa posibilidad de endulzar sus paladares.
La comercialización de los dulces se da en presentaciones que van desde los $3.000 en adelante con una extensa variedad de sabores. Hay dulces de mango, de papaya o conocido como ‘caballito’, también se ofrece el dulce de leche cortada o el de corozo, grosella, piña con coco, de ñame y guandú.
A pocos días de culminar la Cuaresma y de iniciar la Semana Santa con el Domingo de Ramos, en Santa Marta hay varias personas que consumen ‘el raguñao’ de dulce, el cual acompañan generalmente con galleta de sal o tostadas.
Vale mencionar que, en los barrios emblemáticos como La Paz, Cristo Rey, Don Jaca, así como en Gaira y Mamatoco, es en donde se mantiene vigente la producción tanto de dulces como de cocadas, alegrías, enyucados, bolas de tamarindo y otras delicias culinarias.
No se puede desconocer que es en San Basilio de Palenque en el departamento de Bolívar de donde emerge esta importante tradición gastronómica y que con el pasar de los años se fue extendiendo a toda la región Caribe y al país.
En el barrio Abajo de Barranquilla, capital del Atlántico, existe el mayor número de emprendedoras que han transmitido a las nuevas generaciones los dotes no solo para rayar el coco, manipular las frutas sino también los secretos para pelar, lavar, cocinar y encontrar el punto exacto en cada preparación.
Según Leonor Perea, una mujer que desde hace más de 33 años lleva comercializando productos artesanales elaborados por las manos de su mamá y abuela: “la tradición se ha ido perdiendo porque las personas ya no quieren preparar los dulces, son muy pocas quienes lo hacen para no perder ese legado” dijo.
Fue categórica al reconocer que quienes siguen produciendo dulces es porque conservan la práctica de las abuelas y de las personas mayores que enseñaron a sus hijas y nietas. “En mi casa, mi mamá hacía dulces y en la temporada de Semana Santa, ella nos acostumbró a que se hacían cantidades adicionales para compartir con todos los que llegaban a visitarnos”.
Por otro lado, la tradición de preparar y compartir dulces de guandú durante la Semana Santa tiene sus raíces en el ayuno que se practicaba en ese período. Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Viernes Santo, se limita la ingesta de alimentos y se evita el consumo de carne. Ante esta restricción, las personas buscaban alternativas para satisfacer su gusto por lo dulce. Así, los dulceros (quienes elaboraban dulces caseros) idearon recetas a base de ingredientes permitidos, como los guandules, ñame, papa y varias frutas.
La producción artesanal de los dulces aún se realiza en los patios de las casas debajo de algún techo de zinc, en fogones de leña y anafes sobre carbón. De esos recipientes salen los deliciosos dulces que en la antesala y en la Semana Santa venden las palenqueras de San Basilio -de allá son, aunque nazcan en cualquier lugar del mundo- y que consumen los samarios, turistas nacionales y extranjeros, quienes deleitan sus paladares con la exquisitez de cada sabor auténtico para chuparse hasta los dedos.