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Durante lo corrido del presente siglo, nuestros niños en su gran mayoría y afortunadamente tienen acceso a la educación primaria. No obstante, independientemente de la pandemia que ha afectado en materia grave a la humanidad toda, la elevada cobertura de dicho ciclo y la expansión que han venido registrando en muchos departamentos del país las matrículas en la educación secundaria, son aún bajos los niveles educacionales en comparación con los niveles de la comunidad de naciones, como respecto de las exigencias de la globalización. Junto con los avances del decenio anterior en procura de la universalización del acceso a la educación primaria y a una mayor retención de los niños y adolescentes en la escuela, presentamos tasa de deserción escolar temprana bastante elevadas, lo que no se compadece con el avance que nos debemos hacia la consolidación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS, que imponen evitar que los niños abandonen la escuela antes de culminar el ciclo básico y disminuir la deserción del medio.
Amén de los avances en el acceso a la educación primaria y secundaria perduran significativas deficiencias y retrasos en materia educacional, una gran cantidad de niños y adolescentes siguen abandonando el sistema escolar y secundario sin haber alcanzado el capital educacional mínimo y las destrezas requeridas para mantenerse fuera de la pobreza durante sus vidas activas, incumpliéndose así los derechos a la educación consagrados en las declaraciones internacionales pertinentes.
El sistema educativo nuestro, no es secreto para nadie, registra poca capacidad de retención en primaria y secundaria. Así, la repetición de cursos y el retraso escolar –fenómenos que con alta frecuencia anteceden a la deserción escolar– unidos a un bajo nivel de aprendizaje de los contenidos básicos de la enseñanza, contrarían el aprovechamiento del potencial de los niños desde temprana edad, ya que sus efectos negativos se acumulan a lo largo del ciclo escolar, incidiendo desigualmente en las oportunidades de bienestar, especialmente entre los más pobres. Tiende lo cuál a reproducir y multiplicar la desigualdad de oportunidades de una a otra generación, permitiendo que factores de carácter adscriptivo graviten en las posibilidades futuras de bienestar, uno de los principales escollos que el sistema educativo debiera superar para desempeñar con plenitud y eficacia su papel igualador de oportunidades e inclusión social.
Razones las dichas para tener en cuenta que los programas sociales destinados a reducir el abandono escolar temprano deben ser prioritarios en las agendas gubernamentales, pues los esfuerzos destinados a elevar los índices de retención en la primaria y el mejoramiento de la calidad de la educación, son decisivos para el cumplimiento de los ODS, condición necesaria para reducir las desigualdades y alcanzar objetivos más exigentes para el mejoramiento de la calidad de los recursos humanos.
Las políticas dirigidas a mejorar la retención de los niños en la escuela rinden en términos de menores costos sociales, producen significativos impactos en materia de aumento de los ingresos laborales, generan mayores oportunidades de trabajos mejor remunerados, traducen un menor número y duración de períodos de desempleo para quienes terminan la secundaria y bien pueden continuar sus estudios, tener menores pérdidas salariales, ver menos afectados los beneficios del aumento de la eficiencia interna de los sistemas educacionales y ahorros de recursos públicos.
Los esfuerzos para evitar la deserción escolar, para que los jóvenes alcancen mayores niveles de educación e ingresos laborales significativos que les permitan mantener dignamente a sus familias, no rendirán frutos si las políticas educativas –cuyos efectos sobre el bienestar y la equidad son a largo plazo– no van acompañadas de una dinámica de generación de empleos de calidad y de una adecuada protección social que permitan absorber productivamente las mayores calificaciones ofrecidas. La creciente coincidencia entre la estructura de la oferta y la demanda laboral, en un contexto de crecimiento de la productividad y de los ingresos, es la condición para que el aumento del número de años de estudio de los jóvenes se retribuya adecuadamente y se evite su devaluación.
*Jurista