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La participación de los estudiantes mediante actividades interactivas, debates, comentarios y tecnologías mejoradas por la IA dio lugar a una mejora del rendimiento académico en comparación con las clases magistrales, las lecciones o las lecturas tradicionales, según concluyen los profesores del Instituto de Interacción Persona-Ordenador de la Universidad Carnegie Mellon, en Estados Unidos, tras recopilar investigaciones sobre el aprendizaje activo.
La investigación, publicada en la revista ‘Science’, también descubrió que los métodos eficaces de aprendizaje activo no sólo utilizan enfoques prácticos y mentales, sino también proporcionando un mayor apoyo emocional y social.
El interés por el aprendizaje activo creció cuando la pandemia de Covid-19 desafió a los educadores a encontrar nuevas formas de involucrar a los estudiantes. Las escuelas y los profesores incorporaron nuevas tecnologías para adaptarse, mientras los estudiantes se enfrentaban a los efectos psicológicos negativos del aislamiento, la inquietud y la falta de atención provocados por la cuarentena y el aprendizaje a distancia.
La pandemia dejó claro que los enfoques tradicionales de la educación pueden no ser la mejor manera de aprender, pero persistieron los interrogantes sobre qué es el aprendizaje activo y cuál es la mejor manera de utilizarlo para enseñar e involucrar y entusiasmar a los estudiantes.
Nesra Yannier, profesora del HCII, y Ken Koedinger, profesor de interacción persona-ordenador y de psicología, colaboraron con investigadores de varias universidades, como Stanford, Harvard y la Universidad de Washington, para resumir los importantes hallazgos en torno al aprendizaje activo.
Los estudios recientes recopilados por Yannier y Koedinger abarcan desde niños hasta adultos en edad universitaria, demuestran cómo y cuándo los diferentes enfoques del aprendizaje activo pueden ser eficaces y atractivos, y sugieren formas de incorporar las lecciones aprendidas de la escolarización durante el apogeo de la pandemia de Covid-19.
«Queríamos ver lo que habíamos aprendido de la enseñanza y el aprendizaje durante COVID y lo que podía llevarse a las aulas –señala Yannier–. El Covid obligó a los educadores a involucrar a los alumnos de formas novedosas, y los profesores estaban experimentando con nuevas tecnologías».
Los estudios recopilados demostraron que el aprendizaje activo puede poner a los alumnos al frente de sus clases. Las técnicas de aprendizaje activo animan a los estudiantes a producir pensamientos y obtener retroalimentación a través de entornos interactivos, en lugar de recibir información de forma pasiva, como es habitual en los enfoques educativos omnipresentes, como las conferencias y las lecturas.
Un estudio incluido en la colección mostró los beneficios de la actividad física para la creatividad y la generación de ideas. Otro descubrió que, aunque los estudiantes universitarios creen que aprenden más con las clases tradicionales que con los enfoques de aprendizaje activo, no es así. El aprendizaje activo produce mejores resultados.
Yannier y Koedinger incluyeron su propia investigación, realizada con Scott Hudson, profesor del HCII, que descubrió que la incorporación de un ayudante virtual basado en la inteligencia artificial para interrogar a los estudiantes, animarles a pensar de forma crítica y hacerles participar en debates aumentaba el aprendizaje en las actividades prácticas, al tiempo que apoyaba a los profesores.
Realizaron experimentos controlados para ver cuánto aprendían los niños al interactuar con NoRILLA, una plataforma de aprendizaje de realidad mixta en la que los niños realizan e interpretan experimentos del mundo real con información interactiva personalizada en una mesa de terremotos, rampas u otros aparatos físicos, con la inteligencia artificial activada y desactivada. Cuando estaba apagada, los alumnos aprendían mucho menos.
«Hemos investigado mucho sobre esto –señala Yannier–. Si no tenemos la guía de la IA encendida, los niños no son capaces de entender los conceptos subyacentes, y el aprendizaje no se traslada al mundo real».
Tanto Yannier como Koedinger subrayan que los estudios que resumieron dejaron claro que hay muchos enfoques del aprendizaje activo y de cómo investigarlo. Esperan que su estudio mueva a los educadores a incorporar más aprendizaje activo en sus clases y a pensar en cómo pueden participar en la investigación sobre el mismo.
«Queda bastante claro en esta colección que incluso entre personas de ideas afines hay siete o más aplicaciones del aprendizaje activo que funcionan y a veces lo hacen de forma contradictoria –añade Koedinger–. Hay tanta riqueza en este campo que podemos introducir continuamente mejoras para hacerlo más eficaz y agradable durante mucho, mucho tiempo».
/Colprensa