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Antes de que se produjera la salida de Carrasquilla, el expresidente Pastrana escribió: “El retiro de la reforma tributaria supone el retiro de su autor, único ministro de Hacienda a quien le ha tocado retirar dos reformas, la del 2004 y esta, sin contar la del 2018 en la que propuso lo mismo sobre el Iva. Después de la segunda tarjeta amarilla viene la roja”.
Y salió el personaje, quien no debió posesionarse por estar inhabilitado al haber tramitado la ley que le permitió luego, como particular, negociar los bonos de agua. ¿Y cómo hacía el gobierno para reemplazarlo? Se puso a rezar y encontró uno del Rosario, quien además es gran amigo de María del Rosario Guerra, y de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez. Y, por cierto, me cuentan que llegó a ser rector de su Universidad –del Rosario, por supuesto–, gracias al empujoncito que le dio Andrés Pastrana, exalumno de allí, y quien volvió a empujarlo con el comentario transcrito. Por eso está donde está el nuevo ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, quien llegó con buenas intenciones y con varios rosarios encima.
Pero lo que nadie entiende es que pretendan nombrar como nuevo ministro de Comercio, Industria y Turismo, al anterior viceministro de Hacienda, quien fue la voz cantante en la defensa de la reforma tributaria, porque Carrasquilla estaba mudo por ser mala educación hablar con la boca llena, sobre todo si está llena de agua. Pero eso no es todo. A quien encargan de las convocatorias para dialogar con los promotores del paro y de las marchas es al tristemente célebre señor Ceballos quien se ha ganado el título de ser el consejero de guerra, porque con su gestión han aumentado las masacres, no ha habido ninguna desmovilización y la paz está cada vez más lejana.
Mientras tanto, la consejera para los derechos humanos dice que hay que defender los deberes humanos. Como se diría en los tiempos del presidente Suárez: “¡Esto es horrible, Marco!”.
¿Será todo esto realismo mágico?
*Abogado*^Historiador*Periodista