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Esa celebración de la palabra que es el Hay Festival ha sido muy diferente este año de pandemia. En lugar de los salones abarrotados y las largas colas bajo el sol cartagenero para entrar a oír a los artesanos de la palabra, esta vez nos sentamos solitarios frente a una pantalla donde podemos ajustar el volumen, repetir la explicación que no entendimos y hasta escoger la hora para verlos en diferido.
Puede ser más cómodo y eficiente, y hay que agradecer a los organizadores del Festival el enorme esfuerzo para hacerlo virtual y dar la posibilidad a miles de personas de que lo disfrutemos; pero falta lo esencial del contacto humano, compartir con el vecino de silla la frase que nos impactó, esas charlas sin principio ni final a la entrada o la salida de los conversatorios, las tertulias en la librería sintiendo en los dedos el papel de los libros al pasar las hojas.
De todas maneras ha sido una maravillosa oportunidad de deleitarse oyendo a Padura, a Juan Gabriel Vásquez, a Paul Auster, a León Valencia, a Isabel Allende y a tantos otros escritores. Pero como la deformación profesional pesa, también a los economistas y científicos sociales que nos alejan un poco de la realidad de la literatura para enfrentarnos a la ficción de lo que está sucediendo en el mundo.
Aunque son inspiradores filósofos como Michel Sandel o Peter Singer, y es muy interesante ver a Piketty hablando sobre su último libro –Capital e Ideología- sin duda el plato fuerte de este año fue la premio Nobel de economía Esther Duflo quien, gracias a las acertadas preguntas de Ana María Ibáñez, expuso con claridad algunas de las tesis más llamativas de su libro Buena economía para tiempos difíciles.
Por ejemplo, explicó por qué el crecimiento del PIB no debe ser el objetivo principal de los gobiernos porque lo más importante es el bien-estar de toda la población. No niega la importancia de que el PIB crezca pues es indispensable para tener recursos que permitan elevar el nivel de vida, pero esto es solo un instrumento, no un fin en sí mismo. Si el crecimiento no se distribuye bien, y se queda en los bolsillos de unos pocos, la política es equivocada porque aumenta la desigualdad.
Más aún, tampoco basta el bienestar de la población si no se respeta la dignidad de las personas. Para ella las protestas populares en Chile son la reacción de un pueblo que ha elevado su nivel de vida pero que han visto aumentar la desigualdad y reclaman dignidad.
Duflo critica a los economistas que proponen recetas para el crecimiento a partir de creencias ideológicas y políticas sin sustento en la realidad. Una de las más difundidas desde las épocas de Reagan es la supuesta necesidad de reducir impuestos para estimular la inversión y acelerar el crecimiento; o la creencia de que es necesario mantener salarios bajos para aumentar el empleo. La opinión cualificada de la mayoría de los economistas reconoce que no son ciertas estas teorías, que solo reflejan los intereses de las elites, pero aún así siguen siendo utilizadas por muchos gobiernos, incluyendo el de Colombia, para definir sus políticas.
A pesar de la mala fama de los economistas, es importante que en el Hay haya unos como Duflo que reivindican a la profesión.
*Economista.