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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) produce anualmente un informe de seguimiento a la educación en el mundo, el informe GEM. En 2020, en el capítulo de América Latina y el Caribe, se hace una interesante reflexión sobre el Covid-19 y la inclusión en la educación en la región. El informe comienza analizando cómo la pandemia golpeó violentamente a un sistema educativo que, aunque deficiente, había hecho progresos. En el corto plazo, el problema urgente era evitar la interrupción del aprendizaje.
Ante la inminencia de los confinamientos los países de América Latina y el Caribe se esforzaron porque la enseñanza no se detuviera, con un énfasis en incluir al alumnado con más probabilidades de ser afectado negativamente. La solución fue la extensión de la educación a distancia, como sustituto imperfecto de la enseñanza en clase, con la cual se alcanzó una proporción de alumnos y alumnas potenciales (91 %) no superada por ninguna otra región. Aunque había experiencia en radio y televisión educativa, nunca se había enfrentado una interrupción de las clases de esa proporción.
Fue fundamental la existencia en muchos hogares de dispositivos que permiten la recepción de la enseñanza por vía digital, por radio o televisión. Según el BID, en mayo de 2020, de 26 países de la región, 7 tenían plataformas de aprendizaje, 22 ofrecían contenidos digitales, 13 utilizaban contenidos en material didáctico y redes sociales y 20 impartían educación a través de programas de radio o televisión. En Colombia, por ejemplo, el programa Profe en tu casa difunde contenidos educativos y el Ministerio de Educación desarrolló varias iniciativas. Hay, sin embargo, dos preocupaciones acá. La primera se refiere a la cobertura real de la oferta de educación a distancia.
La red digital no siempre funciona correctamente y puede entorpecer cualquier proceso de aprendizaje. Los países muchas veces no tienen la infraestructura física que se requiere y/o los docentes preparados para usar las nuevas tecnologías. Además, aunque resolver el problema técnico sea una condición necesaria, no es suficiente. En las zonas rurales, por ejemplo, además de una conectividad difícil es frecuente que los pequeños no reciban el apoyo de sus padres o cuidadores porque no tienen el nivel educativo requerido. Con esas consideraciones, la conclusión es que a pesar de los esfuerzos se dio necesariamente una pérdida directa de aprendizaje por la crisis, que se espera sea pasajera.
Es previsible, en esas condiciones, que una parte importante del alumnado se quede atrás, lo que significa una profundización de la desigualdad. De otra parte, en el mediano plazo, los gobiernos se pueden ver obligados por la situación a reducir los presupuestos de la educación, recortando programas de apoyo. Los hogares, también por la crisis económica, y en un cuadro de empeoramiento de la pobreza, pueden sacar a sus hijos de la escuela. Sobre todo, en la secundaria cuando por la edad pueden aspirar a obtener algún ingreso. La cifra de 63 % de jóvenes que en América Latina no finaliza la secundaria empeorará con la crisis.
El informe GEM destaca el interés de los gobiernos de la región por mantener el sistema educativo funcionando. A pesar de eso, se afectó el aprendizaje y, por ese camino a las familias, docentes y estudiantes, pero a los que les va peor es a aquellos alumnos que tienen necesidades especiales. Hallazgos para la política pública.
* Internacionalista