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Por JUAN RINCÓN VANEGAS
@juanrinconv
Hoy 15 de noviembre, el maestro Alejandro Durán cumple 31 años de fallecido. Su legado musical sigue vigente en el mundo vallenato.
Gilberto Alejando Durán Díaz, ‘El negro Alejo’, con su pedazo de acordeón se la pasó toda la vida tocando esa nota apesarada donde los bajos fueron la compañía ideal, y como lo señaló su hermano Náfer Santiago: “No era rápido, pero si inteligente, Yo diría demasiado natural, y tenía un carisma que se llevaba a cualquiera, así como hacen los toros en la corraleja”.
El primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1968 marcó su propio territorio, y supo darle a cada mujer y a diversas historias su real significado para untarse de gloria en aquellas famosas corredurías.
En cierta ocasión, se le llamó la atención sobre las canciones de otros compositores que llevaba al acetato y, respondió como solía hacerlo, con claridad:
“Los cantos tienen que llenar los requisitos, y adaptarse a mi estilo, para que puedan tocarse y cantarse llegando a puerto seguro”. De esa manera, inundó de cantos el firmamento del folclor.
Entre esos cantos de su autoría, apareció la famosa ‘Cachucha bacana’ que pertenecía a su entonces guacharaquero Jaime López, quien presumía estar a la moda con ese aditamento. Alejo, no optó por comprarse una, sino que le sacó un canto y decirle: “Oye lo que dice Alejo, con su nota apesarada, quien como el guacharaquero, con su cachucha bacana, Jaime sí, Jaime sí, Jame sí, y Alejo no”.
Pasados muchos años, el artista samario Carlos Vives, con la finalidad de preservar la memoria de Alejo Durán, internacionalizó aquel diciente canto y luego, al lado de Carlos Huertas Jr., crearon ‘El sombrero de Alejo’.
Carlos Vives le grabó al primer Rey Vallenato Alejo Durán las canciones ‘Pedazo de acordeón’, ‘Altos del Rosario’, ‘Fidelina’ y ‘La cachucha bacana’, y siempre cuenta que desde niño esas obras naturales se paseaban por su casa, porque su padre Luis Aurelio Vives Echeverría, las escuchaba frecuentemente.
El artista samario, siempre que habla del segundo hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal se emociona. “Alejo, era un hombre que congregaba, era el gran símbolo del vallenato por su humanidad, por su sonrisa, por lo que representaba, por su piel, por su acordeón, por su sombrero y por el inmenso legado que dejó”.
En sus distintas presentaciones por diversos lugares del mundo no dejan de escucharse las canciones de Alejo, porque lo transportan a ese ayer del Magdalena Grande que hizo posible que el vallenato comenzara a salir de los corrales, hasta proyectarse por todas partes.
En El Paso, tierra que llegó a tener en el siglo pasado 132 acordeoneros y cinco acordeoneras: Magina Vásquez, Seferina Serna, Tomasa Amalia De la Vega, Sebastiana Melo y Sabina Josefa Durán, hermana de Alejo, siendo Ministra de Cultura Consuelo Araujonoguera en el año 2000, se habló por primera vez de la Escuela de Música Sostenible Alejo Durán, para que los niños tuvieran acceso a esa formación en las modalidades de música tradicional vallenata, tambora y banda. Además, se destaca en el proyecto las contundentes frases: “No toques un arma, toca un acordeón”, “No golpees a tu prójimo, golpea una tambora” y “No juegues al play, juega con un clarinete”.
Pasaron cuatro años, hasta cuando se le dio luz verde a este proyecto, creándose la Escuela de Formación Musical Alejo Durán, que logró un gran auge y posicionamiento entre las mejores del país, teniendo el reconocimiento del Ministerio de Cultura como experiencia significativa y digna de proyección internacional, lo que le ha permitido a los grupos de vallenato y tambora presentarse en Colombia y el exterior.
El gestor cultural, poeta y escritor Fernando Bordeth Chiquillo, sobre este proceso musical anotó: “El respaldo de Consuelo Araujonoguera fue definitivo para sacar adelante este proyecto musical que años después facilitó todo en el Ministerio de Cultura, porque se contaban con unas bases sólidas. La idea, además de brindar la mejor formación musical, era perpetuar el nombre de Alejo Durán, quien era poseedor de una inigualable calidad humana, un carisma que le daba una personalidad fascinante, quien usó el lenguaje y los giros locales propios de su cultura de origen, los cuales supo insertar en sus cantos”.
Alejo Durán siempre llevó el corazón y parte de su alegría en su pedazo de acordeón, tal y como lo reseñó Consuelo Araujonoguera.