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Se percibe en medio de esta emergencia incertidumbre, dolor, miedo, hastío, pesimismo, desaliento, ansiedad colectiva, enojo de la gente con la política, los políticos y la dirigencia. Hay ira, desprecio, repulsión. Se dictan salidas olvidándose de la norma de normas. Se soportan en aquello que la realidad supera la legalidad. Se golpea a la democracia, galopa la corrupción. Hay en muchos procedimientos ausencia de legalidad. Tampoco cohesión social, instituciones sólidas ni sentido de pertenencia. Las sociedades se hacen caóticas y la violencia en lo suyo, destruyendo.
No hay claridad. Desnuda ha quedado nuestra pobreza en su multivariada dimensión. La de los que necesitan salir para comer y, si no lo hacen, suman al hambre ansiedad contenida. La de quienes, sin advertir el peligro de muerte, eluden los controles, engañan y se traicionan. Surge el yo no fui y echarle la culpa al otro, esconder las equivocaciones, mentir, ocultar los errores y la incapacidad para administrar la emergencia, la actitud de quienes creen que no pasa nada y debemos seguir como hemos estado. Los intereses en juego, los privilegios, la miopía de los gobiernos, la mezquindad de los gobernantes, ausencia de generosidad y el aprovechamiento del sufrimiento social para robar y hartarse de dinero, mientras que la mayoría se debate entre la angustia y la carencia.
Pareciéramos sin instituciones ni políticas de gobierno; pero sí servidores públicos que además de ganar por nada hacer, depredan los caudales públicos. Es precaria a la luz de los resultados la salud pública, los servicios básicos, entregados para su explotación a las “bandas” del populismo clientelista como compensación de favores y lealtades. Nada que se construye nada, lo cual es una verdad que duele. La corrupción y el despilfarro todo lo desfinancian. Modelo fracasado. Instituciones y aparato público, guarida de bandidos y buscadores de fortuna. No tenemos instituciones, sí caudillos que aparecen como redentores, mesías de esperanzas, y el pueblo incauto, mareado por la retórica y la mentira; aunque han aparecido solidaridad y compromiso, de personas y sectores.
Persiste una desastrosa y avara corrupción con los sobreprecios en el sistema de salud. Perversión total. Decretos de emergencia que aprovechan los depredadores del erario como patente para delinquir y enriquecerse. Extienden sus raíces afianzados en el populismo redentor y el autoritarismo. Es la cultura de la prebenda. Medrar y aprovecharse de los bienes públicos en provecho personal. Utilizan instituciones y patrimonio público como propios. Es su manantial de enriquecimiento disponen libremente del erario en provecho personal, lo esquilman a placer y en completa impunidad. Actúan con ánimo de señor y dueño. Son los sagrados dineros públicos su botín de reparto y así mantienen, conservan y amplían sus redes clientelares y refuerzan influencia y poder. es la desmesura en tiempos de emergencia sanitaria, económica, social y política. saramara7@gmail.com