HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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De centro ciudad a centro histórico

En la reunión de empresarios del Centro Histórico de Santa Marta con funcionarios de la Alcaldía y Policía, celebrada el 11 de febrero en el Hotel Catedral Plaza, entre informe e informe, lamentos de usuarios y pedidos de ayuda, se me vino a la cabeza recordar cómo era antes, a ver si revisando la historia de lo que fue podríamos encontrar algunas pistas que nos permitan orientar mejor la búsqueda de soluciones a los problemas de extorción, micro tráfico, prostitución, abuso, maltrato, explotación de menores, delincuencia y ocupación del espacio público urbano en esta importante zona de la ciudad.

Afiebrados urbanistas auguraron un final no muy feliz para el Centro de Santa Marta. Sin aventurar soluciones, aseguraban que la presión que ejercía la actividad portuaria en los años sesenta y setenta sobre él, llevarían a que las familias tradicionales que lo habitaban terminarían cediéndole los espacios a la intolerancia. En estricto sentido esto no ocurrió. Por lo menos hasta que el turismo no cobró la importancia y la solidez que hoy tiene por ajustes en la política nacional de su explotación como negocio de divisas. El Centro siguió siendo Centro con una incipiente “área de tolerancia” hacía las calles Cangrejal y Cangrejalito. Las familias tradicionales permanecieron en sus lugares de residencia y las entidades públicas y las instituciones (hospital, iglesias, colegios y escuelas) conservaron sus lugares de origen.

A mediados de los setenta y principios de los ochenta el Centro comenzó a mostrar los primeros signos de deterioro. Ya las familias tradicionales habían comenzado a emigrar hacía la periferia y los colegios y escuelas que no desaparecieron lo hicieron también. Ahí siguen las iglesias con sus atributos arquitectónico, cultural e histórico incólumes. Sin embargo, la vocación turística de la ciudad apenas se asomaba. Del carácter histórico del Centro solo se mencionaban algunos lugares que fueron cobrando vida poco a poco, hasta cuando, mediante procesos de identificación y preservación del patrimonio orientados desde el Ministerio de Cultura, se descubrió ese potencial que lo hizo merecedor del nombre “Centro Histórico de Santa Marta” y motivó la primera inversión de recursos para su recuperación.

Se especuló sobre la naturaleza y el carácter de la intervención, sobre las obras de urbanismo y sobre las normas que regulan el nuevo ordenamiento de este territorio. Es posible que su diseño tenga mucho que ver con el destino final y no con el uso racional del suelo urbano sobre la Carrera Primera, antes Avenida de Bastidas y, entre las calles de la Cárcel y la Avenida Santa Rita, desde la carrera primera hasta la Avenida del Ferrocarril. Lo cierto es que la evidencia muestra que mientras lo histórico desaparece, sustituido por la oferta masiva de consumo gastronómico, música y bebidas, crecen sin control las actividades asociadas con la intolerancia y el delito.

Ha pasado un tiempo largo de esa intervención. Los propietarios de los negocios y los usuarios se quejan del mal estado de la infraestructura y de las amenazas por conductas que violentan su estado de bienestar. La respuesta del Gobierno Distrital es recaer sobre el asunto con un Plan Integral de Recuperación del Centro Histórico con al menos veinte proyectos de desarrollo arquitectónico y urbanístico, orientados a mejorar y robustecer la imagen de este ya emblemático sector de la ciudad, apostándole a elevar los índices de competitividad turística de la ciudad (ver HOY DIARIO DEL MAGDALENA P. 2) sin descuidar la historia impregnada en las paredes de las casas viejas y locales, la oferta de nuevos productos culturales y la seguridad.

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