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Parásitos, galardonada por su ‘historia tan universal’
POR: GONZALO
RESTREPO SÁNCHEZ
Esta película es un claro ejemplo de las estrategias publicitarias, festivaleras y políticamente correctas -que existen- para alcanzar una estatuilla. Pero este no es el tema para analizar hoy, en este filme que, en lo estrictamente cinematográfico, el realizador sin recurrir a una concreción narrativa -y alejada de la abstracción- plantea un acercamiento a la naturaleza humana y la sociedad en la que vive.
De todas formas, para nadie debe resultar una sorpresa que “Gisaengchung” (“Parásitos”) -con un guion inteligente- haya sido galardonada por la Academia como la mejor; en el límite de lo verosímil, esta historia es tan universal que de pronto es uno de sus puntos a favor para ser reconocida internacionalmente. Un trabajo que si bien no logra que el espectador se reconcilie con su hábitat, con la historia y -algo muy importante- con su yo interior, indaga la polisemia semántica del vocablo: expiación.
La cinta, galardonada ya en Cannes, es dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho (‘Okja’, ‘Memories of a Murder’) y nos permite ver con gran maestría como coteja una Corea del Sur que, por un lado habita una burguesía espléndida -que disfruta de todos los beneficios de un país próspero- y por el otro, los olvidados (no a lo Buñuel, claro está) de dicha sociedad: aquellos pobres que para poder subsistir tienen que arreglárselas.
El filme comienza cuando Gi Woo (Choi Woo Shik), quien vive en el bajo de un edificio, trata de encontrar un rincón en su desván, en el que pueda conectarse a una línea wifi gratuita de algún vecino del edificio. Los Ki-taek viven en una zona pobre de Seúl.
Y es que, si bien el filme a través del contraste entre una familia pudiente y los Ki-taek, quienes no lo son -con todas las aflicciones que cada nivel de la familia puedan vivir-, el cineasta -y hay que enfatizarlo- deja igualmente la idea de quienes son “los parásitos” y sin excluir a los acomodados.
En el filme, la metáfora de un edificio donde viven -y como viven- los de abajo y los de arriba, permite quizá plantear que “a través de la hipótesis sobre las representaciones sociales (de pronto en occidente), se observan intentos de avanzar hacia la discusión de conceptos teóricos donde el paradigma de las representaciones sociales se vincula de manera implícita al concepto de imaginario” (Arruda-De Alba, 2007).
Si bien, el cineasta en el último tercio del filme conduce a la locura en un violento y tétrico tramo final en el que creemos que cualquier cosa es posible -nada, nada de lo humano me es ajeno-; el logro mayor y realmente sorprendente de un cineasta asociado hasta ahora al cine fantástico, es el de introducir un subtexto de denuncia y advertencia social en su propuesta.
Para quien el imaginario supone esquemas diferentes que actúan siguiendo el principio de la equivalencia y se expresan mediante imágenes simbólicas creadas de manera dinámica como giro argumental, en ‘Parásitos’ brotan interacciones entre las pulsiones y lo social en una sátira irreverente.
Además, y a modo de conclusión: igual que algunos personajes de la película, muchos seres humanos también pueden soñar despiertos (evocando al personaje Kim de la cinta).