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“Cien años de soledad” en los tiempos de Netflix

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Las alarmas saltaron en 2005 cuando el director húngaro Péter Gothár anunció el rodaje en Colombia de una película sobre ‘Cien años de soledad’, la novela clásica de Gabriel García Márquez. 

POR:
GONZALO
RESTREPO SÁNCHEZ

Lo primero que habría que decir es que en esta adaptación seriada de la máxima obra de Gabo, habría —desde ya— tener que olvidarse de adaptaciones fieles al texto. Si no, realmente sería una locura y los ataques vendrían por todos lados del mundo literario.

Y es son varias mis razones para señalar tal consideración. La primera sería que el texto de Gabo está cargado del tropo oxímoron (además de otros) y es realmente imposible visualizar esta riqueza literaria por una razón: el cine desliteraturiza. Como explicar: “Amaranta decide bajar al reino de los muertos llevando el correo de los vivos”. Ni hablar de las hipérboles donde Gabo muestra ciertas bondades de Aureliano Segundo.

Otro aspecto sería la semanticidad de lo sobrenatural en la obra de García Márquez y sus presagios. El ejemplo sería tomado de otro texto de Gabo, “La viuda de Montiel”, cuando Carmichael vaticina el mal tiempo porque le duele los callos.

En mi libro “Gabriel García Márquez y el cine ¿una buena amistad? Se plantea precisamente qué textos de Gabo brilla (los tomados del verismo) y no tanto por el denominado “Realismo Mágico” —el ejemplo estaría en Amaranta, quien desde su cama oyó los pasos y murmullos, y luego, “un hondo silencio oloroso a flores pisoteadas”, cuando se iba enterrar a Pietro Crespi. Esto no lo puede hacer el cine.

Pero es que, cuando además, nos basamos en la “Antropología estructural” de Levi Strauss y su definición de mito (cargado de mitemas, es decir los relatos fantásticos como el citado anteriormente de Amaranta), no podemos andar con una lupa en el texto audiovisual viendo por dónde está el mitema. O por dónde están las obsesiones garciamarquianas (las cartas, las muertes, los presagios, etc.).

Otra cuestión muy importante en este texto de Gabo, como en muchos  (muchos) otros, es la actividad onírica bajo ambientes propios de la vigilia como son la sociabilidad, la facultad de actuar según la voluntad o el escueto hecho de estar despierto (de pronto, alguno de los hijos del coronel como Aureliano Triste).

Ahora, ni hablar de otros personajes que habitan “Cien años de soledad”, con cierto grado de dificultad para encarnarlos. Si bien muchos actores podrían estar aquí en Colombia y otros en el exterior, sobre todo las mujeres. ¿Cómo lograr en el cine ver a Pilar Ternera —sin la escena a la fuerza de Arcadio para amarla—, con “… la rara virtud de no existir por completo sino en el momento oportuno”?

Recuerdo hace mucho tiempo cuando vivía el actor mexicano Anthony Quinn, que en una visita a Madrid señaló su deseo de caracterizar al coronel Aureliano Buendía (que a mí parecer no estaba muy lejos de ser en la vida real, el personaje de la novela). No obstante y si bien, de los pocos actores y actrices que caracterizaron algún personaje garciamarquiano, como Irene Papas (la famosa abuela desalmada) sale triunfante montada en su burro sin perder el aire de grandeza; ¿qué actriz con los ojos amarillos y almendrados encarnaría a Petra Cotes?

En fin, se podría escribir un libro sobre los problemas que tendrá el guionista para escribir la serie sobre “Cien años de soledad” (que en el fondo no le deseo), y es que entre otros aspectos de la dramaturgia cinematográfica, el “Realismo Mágico” es un serio problema para cualquier guionista de experiencia y categoría. De todas formas, las normas de la escritura audiovisual estará más a favor de lo disruptivo del guionista que de otra cosa (no hay escuela que valga), aunque como decía el autor de “Psicosis”, “Para hacer una buena película se necesitan tres cosas: el guion, el guion y el guion”.

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