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Es preocupante ver el conflicto, el terror y la violencia que agita el mundo últimamente; pareciera que estuviera iniciando una etapa muy peligrosa en la que no hay lugar donde podamos encontrarnos seguros. Es triste, pero una y otra vez fracasamos a la hora de resolver conflictos, generando nuevas amenazas incluso en sociedades que podrían considerarse bastante pacíficas.
La lista de rivalidades y ofensivas, tanto políticas como religiosas o culturales es cada vez más extensa. Por nombrar solo algunas, las relaciones entre Corea del Norte y Japón esta semana cuelgan de un hilo, el racismo y la discriminación no cesa y termina en violencia, Trump amenaza cada vez más con desestabilizar las relaciones internacionales que hasta el momento han logrado mantenerse firmes; el Brexit plantea un escenario de posible desintegración de la Unión Europea que definitivamente no contribuye al frente fuerte que debería tener cuando se hace más necesario. Los grupos yihadistas por su parte, se valen de tantas guerras y fracturas en las relaciones entre Estados para fortalecer y consolidar su poder, ejerciendo la violencia y provocando terror para conseguir victorias propias en medio de tanto caos.
Atentados como el de Barcelona, el pasado 17 de agosto, solo confirman el problema tan grave ante el que los países occidentales nos enfrentamos. No estamos ante unos cuantos locos radicales; el terrorismo del islam radical ha declarado una guerra abierta bajo principios que buscan restaurar la grandeza del Islam, re-islamizar las sociedades que en algún momento fueron musulmanas y crear estructuras que velen por esa ideología, cueste lo que cueste.
En el caso español, las referencias del Estado Islámico a la conquista de Al Ándalus son constantes. Una de las últimas y más serias amenazas declara que esta guerra no llegará a su final y que España pagará muy caro la expulsión de los musulmanes de “Al Ándalus”. Recordar la conquista de Al Ándalus por parte de los Almorávides en el siglo XI así como su situación política y sus relaciones con los “reyes cruzados” de Castilla. A los ojos de los yihadistas, España forma parte de la conspiración mundial de los cruzados y judíos para acabar con el islam y por ello le declaran la guerra y la condenan a un final doloroso.
Ese es el problema más grave de las ideologías extremistas que, independientemente del debate acerca de su legitimidad, son muy peligrosas y, ante tal peligro, otros conflictos generados arbitrariamente sobran. Además, estos ataques siembran odio y aumentan la discriminación que surge de estereotipos en los que tristemente se abandona la distinción entre un extremista de la yihad (guerra santa), una persona que cree en el islam, un árabe o un musulmán y, erróneamente, se les tacha a todos de terroristas.
La única forma de resolver las divisiones es unirse todos en búsqueda de estrategias que terminen la lucha contra un enemigo común; el terrorismo, sin buscar en ello protagonismo para otros conflictos, como lo hicieron los independentistas catalanes en la manifestación del sábado. Sea este el momento para que roguemos por las víctimas inocentes del conflicto, dejemos los intereses arbitrarios a un lado y luchemos para que no sigan estas guerras que solo dejan muerte y dolor.
*ExAlto Comisionado de Paz