HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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La altillanura

Solo recientemente los colombianos oímos el término altillanura, que en el DRA aparece como neologismo del siglo XIX. Es una bella palabra que identifica el área oriental del país más alta que el río Meta, sin los riesgos de inundación del resto de nuestros llanos. Pertenece a dos departamentos, Meta y Vichada, con siete municipios: Puerto Gaitán, Puerto Carreño, Puerto López, Mapiripán, Santa Rosalía, La Primavera y Cumaribo.

Tiene ciento treinta mil kilómetros cuadrados, equivalentes al área de dos Antioquias y a la mitad del Cerrado en Brasil, de los cuales son cultivables treinta y cinco mil, es decir, diez mil kilómetros cuadrados más que todo el territorio de Boyacá. Hoy Colombia cultiva solo sesenta mil kilómetros cuadrados, de los cuatrocientos mil que tienen potencial. Si cultiváramos toda la altillanura, prácticamente estaríamos doblando el área cultivada del país.

Las consecuencias geopolíticas de esta posibilidad son infinitas: ser exportadores trascendentes de alimentos, asegurando el abastecimiento doméstico futuro ya amenazado por la incertidumbre climática y ambiental; ocupar un territorio con la gente, la infraestructura vial y los servicios que nos permitan considerarlo cotidianamente parte de nuestro desarrollo; impedir que la ilegalidad se apodere de ella, como está ocurriendo lenta pero sostenidamente por cuenta de la Paz Total; integrarnos con la futura Venezuela, que algún día será el emporio final de los combustibles fósiles y de los minerales más preciosos, produciendo la gran oportunidad de desarrollar el Oriente de Colombia por la vía del comercio y la inversión binacional y global; abrir nuevas vías de comunicación con el mundo a través del río Orinoco y otros ríos que permitan sacar la producción por el Atlántico; hacer la reforma agraria tal y como está acordado en el Punto Primero de los Acuerdos de Paz del 2016, volviendo viable explotaciones en mediana y gran escala hoy limitadas por conceptos premodernos que van desde la propiedad estatal hasta la extensión de los predios, independientemente de los proyectos que se vayan a desarrollar en ellos.

Imaginemos que a cincuenta millones de personas, se les otorga súbitamente pleno derecho a hacer un nuevo país a lindes del que ya tienen. No hay que comprarlo, como se pretende con Groenlandia; ni arrebatarlo, como se quiere hacer con Gaza o Panamá. Solo bastaría que esas personas se organizaran y aprovecharan la oportunidad de doblar sosteniblemente su área vital y la generación de riqueza. Pondrían en marcha una política de inmigración externa fresca para, en confluencia con movimientos migratorios internos desde los anillos de pobreza de las grandes ciudades, poblar lo que serían los nuevos polos del desarrollo colombiano. Plan del Nuevo País, PNP, se llamaría. Cabrían indígenas, mestizos, afros, hombres, mujeres, niños y jóvenes. En él, los inversionistas nacionales y extranjeros tendrían reglas claras, preferenciales, de respeto al país, a la naturaleza, a los impuestos y a los derechos propios y de los demás. El Plan haría competir abiertamente a China, Brasil, Europa, Japón y EEUU, para desarrollar ambiciosas metas sostenibles de seguridad alimentaria, energética, minera y logística, aportando a nuestro nuevo polo de riqueza, su capital, tecnología y talento.

Desarrollar la altillanura es defender la Amazonía. Es poner a jóvenes a soñar con nuevos horizontes nacionales de prosperidad personal y familiar.

Barco propuso dragar los rápidos del Orinoco para lograr la navegación de Villavicencio a Trinidad. JAICA tiene hace años un megaproyecto de infraestructura fluvial y férrea para unir a Puerto Carreño con Bogotá. FEDESARROLLO y Los Andes son expertas en altillanura. Hay empresarios exitosos allí, a pesar de las dificultades.

Es aconsejable tomar ahora sí esta oportunidad de desarrollar la altillanura, y evitar que desde afuera se crean con derecho a hacerlo ante nuestra incapacidad.

*Exministro de Estado

 

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