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La paradoja fiscal

El país vive una paradoja fiscal. Por un lado, es evidente que la situación de las finanzas públicas desde la perspectiva macro es preocupante. El recaudo no ha alcanzado los niveles esperados, y el servicio de la deuda pública en 2025 llegará a una cifra sin precedente de $121 billones. Sin duda, este panorama es especialmente difícil. En recientes comunicados, que se han cruzado entre el Ministerio de Hacienda y el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, Carf, se discute si en 2024 se cumplió la regla fiscal. Hacienda insiste en que se mantuvo dentro de los límites permitidos. Pero independientemente de cualquiera de las posiciones, evidentemente hay un problema fiscal estructural.

Pero, y allí radica la paradoja, el nivel de ejecución (pagos/apropiaciones) ha sido especialmente bajo. En 2024 apenas llegó a 81,7%, el nivel más bajo desde 2011. En algunos sectores la ejecución ha sido especialmente reducida. Los de menor ejecución han sido tecnologías de la información (30,5%), deporte y recreación (36%), transporte (36,3%), agricultura (37,6%). Para la política social, es especialmente importante el gasto en inclusión y reconciliación. Sin embargo, su ejecución fue de 71,1%.

Los bajos niveles de ejecución son preocupantes, ya que los programas del gobierno no se pueden realizar y, además, porque se desvanece el efecto multiplicador del gasto y de la inversión pública. De acuerdo con los lineamientos del Plan de Desarrollo, el sector agrícola es fundamental. Por esta razón la apropiación fue cercana a los $8 billones, y apenas se ejecutaron $2,9 billones. El sector transporte, que es central para mantener la dinámica de la economía y del empleo, tenía una apropiación de $10,1 billones y ejecutó $3,6 billones. En 2024 el crecimiento del PIB hubiera sido superior a 1,7% si los programas de inversión pública se hubieran realizado. Por cada peso de inversión pública se activan cuatro del sector privado.

De nuevo, a pesar de las dificultades originadas en la crisis fiscal, los logros del gobierno hubieran podido ser mucho mayores. Las causas de la no ejecución son de muy diversa índole, pero a manera de hipótesis podrían plantearse las siguientes. En primer lugar, el Gobierno se ha desviado de la hoja de ruta. Las apuestas estratégicas que se definieron en el Plan de Desarrollo no se han asumido. Las acciones gubernamentales se han dispersado, y las grandes inversiones todavía no se concretan. Una segunda explicación tiene que ver con el desprecio por la tecnocracia en el sentido weberiano. La administración pública colombiana es muy compleja, y el activista sin preparación que desempeña altos cargos no tiene capacidad de ejecutar y, todavía peor, sus decisiones de inversión resultan siendo ineficientes.

No se puede desconocer la relevancia de la preparación técnica. Y, por el otro lado, tampoco se puede caer en la ilusión equivocada de que la tecnocracia es apolítica. Una tercera razón está relacionada con la poca capacidad que han tenido los ministros de coordinar proyectos con los alcaldes y gobernadores.

El Plan de Desarrollo propuso transformaciones que obligan a integrar varios sectores, pero la dinámica del Presupuesto General continúa siendo parcializada en sectores, y ello impide formular proyectos con una visión de mediano y largo plazo. No hay concurrencia de recursos. La ausencia de este tipo de inversiones se refleja en una baja ejecución.

* Profesor de U. Nacional y Externado

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