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El Estadio en donde las víctimas del Catatumbo fueron recibidas con solidaridad

El sol está en su punto más alto, en una ciudad en donde no suele haber brisas fuertes que ayuden a aliviar el calor. Las personas que están en la fila de ingreso al Estadio General Santander, lugar adecuado por la alcaldía de Cúcuta como primer punto de recepción de los desplazados que vienen del Catatumbo, tratan de aprovechar cada sombra que pueden, pero sin dejar la cola para no perder el puesto.

La Alcaldía había anunciado que a las 2:00 p.m. comenzaría el ingreso, pero desde varias horas antes ya había varias filas de personas de todas las edades rodeando el recinto, con la esperanza de recibir toda la ayuda que pudiesen brindarles.

En sus rostros era visible el cansancio de varios días, así como la angustia por el riesgo en que estuvieron sus vidas, la melancolía por lo que tuvieron que dejar atrás, y en parte el alivio de haber escapado sanos y salvos.

Residuos de bolsas de agua, restos de alimentos, portacomidas desechables, palitos de helados y botellas, cubren buena parte del piso, a la espera de que alguien los recoja. Incluso hasta allí ya han llegado los vendedores de mango, de pasteles y hasta de arroz con pollo, pues a esta hora ya se empieza a sentir el hambre.

La llegada masiva de personas desplazadas del Catatumbo a lo largo de toda esta semana fue desbordando cualquier previsión que hubieran hecho las autoridades. Hasta el miércoles, habían llegado unas 15 mil personas desplazadas a Cúcuta y para ese momento ya estaba superada la capacidad hotelera de la ciudad, de modo que el alcalde de la ciudad, Jorge Acevedo, debió anunciar la adecuación de albergues.

«A las 2 de la tarde de este martes, habían llegado 15.086 personas. Anoche iban más de 12 mil, pero 15 mil personas es una cifra que desborda cualquier capacidad hotelera», manifestó el alcalde.

Para el viernes, el número ya había ascendido a 19.299 personas, solo en Cúcuta, pues sumando otros municipios de Norte de Santander, como Ocaña y Tibú, su número ya ascendía a 42 mil personas, lo que llevó a la defensora del Pueblo, Iris Marín, a calificar este como «el desplazamiento forzado masivo más grande causado en un solo evento» desde 1997, cuando se empezó a llevar registro oficial de este tipo de hechos.

¿Volver es una opción?

“Yo lo he dejado todo 5 veces. Soy desplazado de la zona de San Calixto, de Hacarí, dos veces de El Tarra, y ahora nuevamente por todo lo que está pasando en el Catatumbo. Hemos vivido de milagro, nadie ha pasado ni visto lo que a nosotros nos ha tocado”, dijo Nectalí Figueroa, quien sufre de una discapacidad causada por una enfermedad congénita no tratada adecuadamente que lo obliga a esperar sentado en una silla.

Llegó a Cúcuta con otras 7 personas, incluyendo a su esposa y dos niñas menores de edad. Teme que si retornan algún día, encuentren muy poco de lo que dejaron.

Jhon Alejandro Max ni siquiera se plantea la posibiliad de volver. Tuvo que salir del Catatumbo no solo por la violencia sino por la falta de trabajo que trajeron los enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC. Se decidió a salir cuando empezó a escuchar que en otras veredas “empezaron a sacar gente de las fincas y las casas y las amenazaban o de una las mataban”.

Aunque en Cúcuta no tiene ninguna perspectiva laboral, es aún más pesimista sobre lo que le espera a su tierra. “Eso va a demorar mucho tiempo. Va a pasar este año y parte del otro y no se va a arreglar”, dice. Prefiere pensar cómo echar raíces en la capital nortesantandereana.

Elizabeth, quien prefirió no revelar su apellido por seguridad, está indecisa sobre si regresar a su hogar o quedarse en Cúcuta, pero algo la hace inclinarse por esta última posibilidad: “no quisiera volver con todo lo que he visto de la guerra”, relata entre lágrimas.

Ella trabajaba como cocinera en una finca, que un día fue tomada por un grupo armado. No quiso dar más detalles de lo que pasó, pero cuenta que tuvo que irse por las trochas, porque, aunque peligroso, era menor el riesgo que por las vías principales.

Ayuda en medio del dolor

En medio de toda esta gente que espera, un grupo de personas pasa entregando platos con comida caliente.
Toda la operación la coordinan dos chefs, que tienen la responsabilidad de que los alimentos recogidos por la Alcaldía, con el apoyo de fundaciones, empresas y personas particulares, alcancen para que ninguno de los desplazados se quede sin comer. En la primera jornada entregaron 6.000 sancochos y en la segunda la meta era repartir 8.000.

“Hay muchos que lloran y me abrazan. Algunos reciben un plato de comida tras días sin probar mayor cosa. Son personas que recién llegan a Cúcuta y en medio de su huida no han probado alimento”, dice Eduardo Rangel, uno de los chefs.

Si queda solo alguna cosa buena de la crisis vivida por Norte de Santander esta semana es que despertó la solidaridad de muchas organizaciones, entidades del Estado, aerolíneas, y alcaldías de diferentes ciudades del país que se unieron para aliviar en la medida de lo posible el drama sufrido por miles de personas.

El reto, como lo advirtió el alcalde de Cúcuta será sostener esa ayuda para estos miles de personas desplazadas a medida que pasen los días y los meses.

FIN

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