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El mercado y creación de valor

El mercado, muchas veces caricaturizado como un espacio negativo, abstracto y reducido a cifras y fórmulas económicas, es en realidad un escenario profundamente cotidiano y humano. Está presente desde la simple decisión de comprar un café hasta las grandes transacciones que determinan la dinámica de las comunidades. Lo que muchas veces se pierde en el debate polarizado es que el mercado, más que un ente frío y despersonalizado, es una oportunidad para coordinar intereses, satisfacer necesidades y generar bienestar.

Carl Menger (1871), uno de los padres de la escuela austriaca de economía, planteó que el valor no depende de las características intrínsecas de un bien, sino de su capacidad para satisfacer necesidades individuales. Un ejemplo sencillo y cotidiano podría ser un favor entre vecinos: cuidar una mascota a cambio de que nos presten herramientas para reparar algo en casa. Ambos carecen de un precio, pero el valor que les asignamos los hace significativos.

En otras palabras, nuestras preferencias cambian de acuerdo a las circunstancias. Por ejemplo, un paraguas parecía insignificante en la mañana se convierte en imprescindible al enfrentar una lluvia inesperada. Entonces, este simple objeto, en el mercado, adquiere un nuevo valor con base en la necesidad que surge.

Por ello, uno de los aspectos más interesantes del mercado es su capacidad para generar bienestar colectivo a través de intereses individuales. Experiencias como los mercados campesinos en Bogotá, permiten a los productores rurales ofrecer directamente sus bienes a los consumidores urbanos. De acuerdo con la FAO (2022), los mercados campesinos han reducido en un 30% las cadenas de intermediación, generando mayores ingresos para los agricultores y mejores precios para los compradores. En este ejemplo, el intercambio satisface necesidades alimentarias, fortalece conexiones y apoya economías locales.

Mises y Hayek, otros exponentes de la escuela austriaca, defendieron que el mercado, cuando opera libremente, es un mecanismo poderoso para erradicar la pobreza. Mises sostuvo que el intercambio voluntario permite la asignación eficiente de recursos, fomentando la innovación y el crecimiento económico. Hayek resaltó el papel del mercado como un sistema de información descentralizado, donde los precios reflejan necesidades y preferencias de los individuos.

El concepto de mercado entonces, nos enfrenta a la pregunta, ¿quién determina el valor? Para muchos desde la economía, la respuesta es sencilla: la oferta y la demanda. Sin embargo, el valor pasa por factores emocionales, sociales, sesgos e inclusive aspectos culturales.

Por ejemplo, en el mercado del arte, una pintura puede costar millones no por su técnica o materiales, sino por la historia que conlleva. El valor de una obra depende más del nombre del artista y del contexto cultural, que de sus características. Desde los mercados campesinos en Bogotá hasta el impacto de las políticas públicas como los impuestos, cada transacción refleja quiénes somos, qué valoramos y cómo tomamos decisiones sobre los bienes y servicios que adquirimos.

Imaginemos por un momento cómo sería el impacto en nuestra vida si otros, en su conflicto con el mercado, tomaran las decisiones por nosotros: qué comprar, cuándo hacerlo, cuánto pagar y dónde adquirirlo, limitando absolutamente nuestra autonomía en lo cotidiano. Este escenario, que parece exageración, se asemeja a la realidad de Cuba y Venezuela, donde las restricciones económicas y políticas han mermado la libertad individual y las oportunidades para la generación de valor.

El mercado no es, como algunos afirman, el mecanismo para perpetuar desigualdades, sino un reflejo de nuestras aspiraciones colectivas e individuales. Es un sistema descentralizado que permite la coordinación de millones de individuos con diferentes conocimientos, preferencias y necesidades. Más que un espacio puramente económico, es un vehículo para la creatividad, la innovación y el progreso. Comprender y aprovechar el mercado no es solo una elección ideológica, sino una herramienta para construir un futuro con más oportunidades para todos.

*Exdirectora del ICBF

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