HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

El ascenso del Unión

Por:

RAFAEL

ARAÚJO

GÁMEZ*

Hay ascensos que se explican desde lo táctico, y otros que trascienden el rectángulo verde. Lo del Unión Magdalena es de esos últimos. No es solo un equipo que gana partidos, es una identidad que se redescubre.

El fútbol, con su lenguaje universal, se convierte en una metáfora perfecta de lo que representa este ascenso: el renacer de un sentimiento colectivo que parecía adormecido. Unión Magdalena regresa no solo como un club, sino como el corazón de una región que se emociona al compás de un balón.

Hablar del Unión es hablar de historia. Este equipo, que alguna vez alcanzó la gloria máxima en 1968 con su único título de liga, representa el pasado y el futuro del fútbol colombiano.

Su retorno a la primera división es un viaje en el tiempo que conecta generaciones de aficionados, desde los abuelos que vieron al equipo campeón hasta los niños que sueñan con vestir su camiseta. Es un hilo invisible que une el orgullo de antaño con la esperanza renovada.

Pero este ascenso no fue regalado ni sencillo; fue el resultado de un proyecto que supo encontrar equilibrio entre la juventud y la experiencia.

En un fútbol tan competitivo como el colombiano, donde los presupuestos a menudo marcan la diferencia, Unión Magdalena apostó por la constancia, la disciplina y, sobre todo, el sentido de pertenencia.

Cada jugador en la cancha entendió que no solo llevaba un escudo, sino una responsabilidad: ser la voz de una región que se rehúsa a quedar al margen.

Los estadios del ascenso no suelen tener la pompa de los grandes escenarios, pero cargan una magia única. Cada partido, cada grito de gol en el Sierra Nevada fue un eco que retumbó más allá del césped.

Fue el llamado de una hinchada que nunca dejó de creer, incluso cuando los resultados no acompañaban. Porque el verdadero hincha no necesita garantías; su amor es incondicional, y Santa Marta lo demostró en cada jornada, convirtiendo la espera en un acto de fe.

En este contexto, el Unión Magdalena no solo ascendió por méritos propios, sino como un ejemplo para todos los equipos que luchan desde las profundidades del fútbol profesional.

Su historia demuestra que no importa cuántas veces caigas, siempre puedes levantarte. Es una lección para el deporte y la vida, una narrativa de resiliencia que inspira a jugadores, técnicos y aficionados por igual.

Ahora, el reto apenas comienza. La primera división no es un premio, es un desafío que exige constancia, ambición y crecimiento.

Pero el Unión Magdalena tiene algo que lo diferencia: su alma. Esa conexión profunda con su gente y su tierra, ese amor que no entiende de categorías ni resultados.

Mientras el «Ciclón Bananero» ruede en los estadios de la A, el fútbol colombiano será más rico, más auténtico, más nuestro.

Porque equipos como el Unión nos recuerdan que el fútbol, al final, es pasión, identidad y esperanza.

*Periodista y Narrador Deportivo*Escritor

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