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A casi diez meses de que comenzara el gobierno Milei, los principales medios de comunicación del mundo han enfatizado una cifra lamentable: en el primer semestre de 2024, la pobreza en Argentina alcanzó sus niveles más altos desde 2004.
A diferencia de todas las demás economías principales de la región, ese país ha visto un deterioro continuo en sus niveles de pobreza, pasando del 28% de la población en 2011 al 42% para finales del 2023. Si bien el deterioro se aceleró en el actual gobierno, una lectura matizada de los datos revela que lo peor parece haber pasado. Según estima la Universidad Católica Argentina, luego de alcanzar el 54.8% en el primer trimestre de 2024, la pobreza se redujo al 51% en el segundo trimestre.
Siendo así, parece que todo el incremento mencionado ocurrió en los primeros meses del gobierno Milei, cuando la inflación aún superaba el 20% mensual, deteriorando rápidamente los ingresos y ahorros de los argentinos. Desde mayo de 2024, la inflación mensual oscila alrededor del 4.2%, lo que ha permitido frenar el empobrecimiento del país. Sin embargo, el equilibrio actual es insostenible. Los próximos meses definirán el éxito o el fracaso del proceso de liberalización económica más ambicioso de nuestros tiempos.
Durante la mayor parte de los últimos trece años, Argentina ha mantenido un tipo de cambio oficial enormemente sobrevalorado entre el peso y el dólar. Al carecer de suficientes reservas extranjeras para respaldar ese tipo de cambio en los mercados, su gobierno impuso restricciones severas a la compra de dólares, conocidas como el “cepo” cambiario.
Esta política ha resultado profundamente destructiva. El tipo de cambio oficial desincentiva las exportaciones, la limitación de dólares en circulación limita las importaciones, y ambas condiciones desincentivan cualquier inversión extranjera. Surgió un enorme mercado negro, donde el denominado “dólar blue” se puede adquirir a un precio que refleja, básicamente, el valor de mercado del dólar. La diferencia entre el valor en pesos del “dólar blue” y el tipo de cambio oficial se conoce como la brecha cambiaria.
Eliminar el cepo supondría una depreciación del peso argentino, que puede ser mitigada únicamente en la medida en que el banco central cuente con reservas de dólares para vender. A su vez, cualquier depreciación se vería reflejada en los precios de las importaciones, incrementando la inflación. Así ocurrió en diciembre de 2015, cuando Mauricio Macri eliminó temporalmente el cepo. La moneda se depreció alrededor de un 54% -semejante a la magnitud de la brecha cambiaria en ese momento- y la inflación anual repuntó de 27% en 2015 a 41% en 2016. El gobierno Milei, que ya devaluó fuertemente el peso en diciembre de 2023, hoy enfrenta una brecha cambiaria de alrededor del 26%. Sin embargo, la inflación anual permanece más de ocho veces superior a la que recibió Macri.
En el corto plazo, eliminar el cepo arriesgaría un repunte inflacionario y, por lo tanto, un nuevo incremento de la pobreza, que podría socavar gravemente la sostenibilidad política del gobierno y sus reformas. Sin embargo, mientras siga vigente, el cepo limitará severamente la posibilidad de una recuperación económica sostenible, inclusive teniendo en cuenta las actuales condiciones de liberalización estructural y responsabilidad fiscal.
Por ahora, Milei y su equipo avanzan con cautela, devaluando el tipo de cambio oficial en un 2% mensual y empleando recursos del banco central para reducir gradualmente la brecha cambiaria, preparando el terreno para una eliminación del cepo mínimamente traumática. Sólo el tiempo dirá si tienen la razón.
*Analista