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El debate de anoche entre el expresidente Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris, presentado por la cadena ABC, probablemente se convertirá en un clásico de la historia política.
Estados Unidos venía de un debate anterior en donde el presidente Joe Biden, distraído y debilitado, acabó con las escasas posibilidades del Partido Demócrata frente a un contendor enérgico que no tuvo siquiera necesidad de atacarlo.
El atentado y la imagen icónica de Trump levantándose herido con el puño en alto habían convertido la elección en un mero trámite. Ya nadie dudaba quién ganaría.
En política no hay nada escrito. La Convención Nacional Republicana empezó dos días después del atentado, en el momento de mayor proyección política del expresidente Trump. Cuando sus números debían llegar a su punto más alto, la atención del país no estaba concentrada en él sino en la posibilidad de que Biden se retirara.
Eso terminó ocurriendo el Domingo siguiente a la convención.
Pasar de la inviabilidad total a la esperanza le dio a los demócratas un impulso inesperado y Kamala Harris llegó a la Convención Demócrata convertida en símbolo de esperanza frente a lo que días antes parecía inevitable.
Esa convención fue de principio a fin una clase de manejo político. Cada orador fue construyendo un mensaje de lo que ella era y de lo que su contendor no. Los discursos más brillantes fueron los de la exprimera dama Michelle Obama y su esposo Barak. Sin embargo los más conmovedores corrieron por cuenta del segundo caballero Douglas Emhoff, y de las sobrinas nietas de la vicepresidenta que explicaron cómo se pronunciaba Kámala, en contraste con la pronunciación Kamala que usaba su contendor para descalificarla.
La convención fue un ballet político pero, increíblemente, el discurso menos impresionante fue el de la candidata. Quizás con la preocupación de no parecer débil o vulnerable, la vicepresidenta hizo un discurso racional, bien, pero con pocas concesiones a lo emocional o familiar.
Desde ese momento entró en un silencio con los medios que se convirtió en sospecha ¿por qué no quería dar una entrevista? ¿tenía miedo de la confrontación? ¿no se sentía en la capacidad de responder preguntas difíciles?
Ante la creciente presión le concedió una corta entrevista a la cadena CNN. Tan corta que se vieron a gatas para rendirla en una hora de televisión. Pero además no salió sola sino acompañada por su compañero de fórmula el gobernador de Minnesota, Tim Walz.
La forma de la entrevista no fue la mejor para ella. El lugar escogido fue una cafetería. El encuadre hacía ver a Walz gigantesco y bien iluminado frente a una Kamala pequeña con un vaso de plástico debajo de la mesa. Lo menos presidencial del mundo.
La espuma de la convención empezó a bajar y los números antes del debate estaban mostrando que la ventaja que la vicepresidenta llegó a tener se había diluido hasta llegar a un angustioso empate, dentro del margen de error: En el promedio de las encuestas nacionales Kamala Harris tenía ayer 48.9 por ciento frente al 46.7 de Donald Trump.
Esto de por sí era grave. Hace cuatro años, por esta misma época Biden le llevaba 6 puntos de ventaja a Trump en la encuesta nacional. Hace 8 años, también en estas fechas, Hillary Clinton aventajaba a Biden por 4 puntos.
Las encuestas en los estados péndulo, los que realmente deciden la elección en Estados Unidos, mostraban ayer que Harris está perdiendo por casi 2 puntos en Arizona y por 7 décimas en Georgia. Están prácticamente empatados en Pensilvania, Carolina del Norte y Nevada. La vicepresidenta solo obtiene una ventaja considerable en Wisconsin. Todo dentro de los márgenes de error, según Nate Silver, quizás el más prestigioso analista de encuestas políticas de Estados Unidos.
Así es que el desazón estaba de vuelta en las filas demócratas y con ese viento en contra empezaba el debate de anoche, en donde hay bajas expectativas por el desempeño de Kamala.
Ella que supuestamente era la campeona, la incumbente, llegaba reeducida a ser la retadora. Trump tenía poco que ganar, todos lo conocían. Era ella la que tenía que demostrar su capacidad.
Pero hay que ver, y ver, y ver.
Kamala Harris, ataviada de manera sencilla y elegante, llegó como si fuera la dueña de la plaza.
Camino hasta el podio del expresidente Trump que se vió, por primera vez en años, cortado e inseguro cuando ella le extendió la mano mientras decía: “Mucho gusto Kamala Harris”.
Ella estaba muy preparada. Sus intervenciones fueron articuladas, llenas de datos. Mientras Trump solo buscaba descalificarla.
Él, acostumbrado a ser el protagonista de estos encuentros, terminó convertido en actor de reparto.
Hubo tres momentos en los que el hombre que más debates presidenciales ha hecho en la vida, se vio disminuido:
1. Cuando le recordaron que había perdido la elección frente a Biden. Trump que lleva casi 4 años negando el resultado, diciendo que hubo fraude y que realmente ganó por una gran diferencia, recientemente ha aceptado que “perdió por poco”. Recordarle esa reversa, en medio del debate, lo descolocó.
2. El segundo momento tuvo lugar cuando le preguntaron si realemente tenía un plan, distinto al Obamecare que tanto critica, para el sistema de salud. Un confundido Trump terminó afirmado “No soy el presidente en este momento”.
3. Y el tercero, cuando le preguntaron por sus afirmaciones según las cuales Kamala Harris solo recientemente había dicho que era negra. El expresidente dijo: “No sé, no sé. Ella dijo una cosa, después otra. A mí no me importa, que sea lo que quiera, después leí que era negra”.
En contraste, Kamala lució segura todo el tiempo. Pudo exponer puntos de su programa de gobierno sobre economía, derechos reproductivos y política internacional, más allá del enfrentamiento con Trump.
También pudo ridiculizar desinformaciones, como una que se puso de moda las últimas 48 horas impulsada por miembros del Partido Republicano, según la cual los inmigrantes haitianos secuestran las mascotas: perros y gatos, para comérselos.
Kamala se rio con gracia. Uso el código gestual para descalificar a su oponente en la pantalla partida y la decisión de él de no mirarla en ningún momento, terminó viéndose como debilidad.
Hacia la medianoche la cadena CNN publicó una encuesta, según la cual, el 63 por ciento de los participantes consideraba que ella ganó el debate frente al 27 por ciento que le otorgaba la victoria al hasta ahora invencible Donald Trump.
La cara de asombro del reportero dando el resultado es un discurso.
Hasta ahora no hay más debates pactados pero como están las cosas es probable que el hasta ahora campeón quiera una revancha.
Nadie esperaba mucho de Kamala Harris pero anoche dominó. Quizás haber derrotado la expectativa en contra o quizás ver a un Trump, viejo y confundido, le concedió una victoria que muchos republicanos reconocen a esta hora a regañadientes.
El debate que podía ser intrascendente puede cambiar el rumbo de esta elección. Empezaremos a ver los números al final de esta semana.
/WRadio