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El juglar del acordeón que partió de ‘Macondo’ al encuentro con Dios
El reloj marcaba las 2:10 de la tarde del domingo 6 de septiembre de 2020, cuando Paola Castro, una de las hijas del juglar de Macondo, recibía la llamada que le cambiaría su vida para siempre, porque en palabras de uno de los intensivistas de turno del hospital San Cristóbal de Ciénaga Pedro Castro acababa de fallecer.
¿Qué pasa doctor? ¿Dígame qué pasó? Preguntó Paola Castro la hija del maestro del acordeón que lo acompañaba en los días en que estuvo internado por problemas de salud.
«Hicimos lo que pudimos, tu padre murió», respondió el galeno. Con esas palabras y aferrándose a la manera menos cruel para dar la noticia, el profesional de la salud dio vueltas y vueltas para hablar, pero al final no podía esconder la realidad: ‘El juglar de Macondo’ por sus quebrantos, acababa de partir al encuentro con Dios.
La noticia voló como hoja que lleva el viento, y no era para menos, porque había muerto un hombre grande; un gran juglar, que con su acordeón en el pecho y con gran amabilidad, de todo el mundo se hizo admirar.
Pedro era una persona noble, franca, fresca y de muy poco hablar, pero con las dicientes notas de su acordeón querida, muchas cosas expresó hasta sus últimos días de su existencia, en la que cargado de gran fe, con testimonios y entusiasmo rindió culto al creador. Ese, que hoy lo ha llamado para que desde el cielo haga parte de un gran coro celestial, con el que cada día y a su diestra tocará las más lindas sonatas.
“Me siento triste, y la verdad no supe qué hacer cuando me avisaron que mi compadre había muerto. Lo he llorado y lo seguiré llorando; La muerte de Pedro a mí me dolió. Pregunté muchas veces como estaba y me decían que estaba mejor y resulta que ahora me llama un amigo y me dice que Pedro murió y es la hora y no lo puedo creer. No pensé que esto fuera a pasar. Mi compadre era una persona buena, noble, respetuosa y obediente como ninguno. Estoy triste, muy triste, porque mi compadre murió, Dios lo tenga en su santa gloria”, expresó Isidro Orozco, compadre, amigo y compañero.
LA ROMERÍA
Músicos, amigos y gestores culturales de la tierra de ‘Gabo’ no dudaron en salir a confirmar lo que se rumoraba en las calles de esta emblemática tierra, en la que las noticias buenas o malas no tardan en salir a flote por los distintos sectores de este polvoriento y emblemático poblado, donde un acontecimiento de tal magnitud no podía pasar desapercibido.
Anécdotas, mensajes de condolencia y videos del maestro cantando y tocando su acordeón, inundaron las redes sociales de inmediato, hasta lograr ser el centro de cuanta conversación había en ‘Cataca’.
Ay!!! se oye cantar en el campo una paloma guarumera, para el campo para el campo la paloma ya se fue, para el campo para el campo la paloma ya se fue, de pronto se va volando, de pronto se va volando dejándome a mí una pena, BIS lero lero lei leleI le leI lei le lero leii.
En diálogo con Azael Peña Acuña, quien es otro de sus viejos amigos y ex presentador del grupo musical ‘Los Nueve de Macondo’ del cual habían hecho parte, expresó: «Pedro Castro fue una excelente persona, muy buen amigo, buen esposo y buen padre. Era una persona indiscutiblemente con muchos valores”. Recuerdo una chistosa anécdota que nos pasó. Resulta que un día fuimos a tocar en una fiesta acá en Aracataca en honor a una dama y con los otros compañeros del grupo entramos a cambiarnos para comenzar la tanda y él se vino guapo de la zona en la que tocaríamos y nos dijo “muchachos ustedes porqué se demoran tanto ¡carajo! me están haciendo pasar pena, la gente nos está esperando, no se arreglen tanto que las mujeres cuando se van a enamorar, se enamoran es del más maluquito, nojoda”, y con eso nos hizo salir corriendo a coger cada quien su instrumento», recuerda Azael en medio de la nostalgia.
LOGRO DE LOS NUEVE DE MACONDO
Con el pasar del tiempo y gracias a los excelentes músicos que hacían parte de este tradicional grupo, dentro de los que se destacaban artistas como: Juan Jaramillo Cabezas, popularmente conocido como Juancho Jaramillo, Fidel Castaño, Isidro Orozco, Manuel Gonzales, conocido como ‘Mañe Mantequilla’, Blas Carrillo, William Tejeda, Carlos Villa, Pedro Castro y Néstor Reales, quienes gracias al apoyo del público y a la exquisitez de su talento, lograron llenar las más importantes casetas de toda la región.
No había temporada de carnavales, fiestas patronales o temporada decembrina que este grupo de jóvenes no la tirara toda, con la puesta en escena de los mejores vallenatos y canciones tropicales, guarachas y pasebol de los recordados Corraleros de Majagual, o la música del maestro Adolfo Echeverría, Emiliano Zuleta Baquero, Luis Enrique Martínez y Armando Zabaleta entre otros, quienes eran parte de los artistas que marcaron la parada en una época de gran esplendor musical, en la que se comenzaron a posicionar los más importantes clásicos de la provincia que con gran despliegue y valor todavía se escuchan gracias a la tecnología, y a la mente de grandes juglares que con gran talento y pasión escribieron un buen día.
EL DÍA QUE LLEGÓ A MACONDO
Transcurría el año de 1965, cuando Pedro Castro Ortiz, un joven acordeonista con manos prodigiosas y con toda una vida cultural y de historias por vivir, llega a Aracataca proveniente de Placita, un corregimiento perteneciente al parrandero y ganadero municipio de Pivijay Magdalena, de donde salió a cumplir uno de los más importantes ‘toques’ de su vida musical, que lo llevaría a enamorarse para siempre de esta emblemática tierra del caribe colombiano, en la cual, conoció a Elida Esther Herrera Monrroy, una hermosa morena con nombre de musa vallenata, con quien se casó y vivió sus últimos 55 años de existencia.
Aracataca era entonces, uno de los pueblos más folclóricos y de gran actividad agrícola y comercial, en la que el banano y los grandes cultivos de esta importante fruta tropical se consolidaban a lo largo y ancho de la zona norte del departamento y luego de 40 años de aquella horrorosa matanza de los jornaleros de la compañía bananera, aún se seguían sintiendo los vestigios de una empresa extranjera, que más que traer desarrollo a esta zona, lo que dejó fue una hojarasca de dolor, mentiras y atraso, de la que hasta ahora, apenas despierta esta tierra pujante y de gente trabajadora del mítico ‘Macondo’, del cual hablaba el nobel Gabriel García Márquez en sus obras.
Pero esto no fue impedimento para que Aracataca fuese o diera muestras de lo que realmente es: Una tierra de cultura, de personajes y buena música, en la cual germinan y se escuchaban por doquier, las creaciones literarias, y musicales de importantes juglares vallenatos, como Luis Enrique Martínez Argote, quien recorrió en sus andanzas, los pueblos del ‘Magdalena Grande’ con una de sus más populares y reconocidas composiciones titulada la tijera que entre versos, picardía y costumbrismo, narraba las peripecias y galanteo con las que quería cautivar a una mujer.
“Óyeme morena, no te pongas rabiosa porque así no son las cosas para una mujer bonita, mira que yo quiero que tu abuela no lo sepa, porque si vas a la fiesta es pa’ que goces solita. Quiero parrandear allá en La Estrella, con una morena bien candela, quiero parrandear allá en La Estrella con una morena bien candela, pero si me sale parrandera quizás! te va cortar la tijera (BIS) si me sale parrandera”.
Ay! Yo aquí vengo a la cumbiamba con mi tres puntá, tres puntá tres puntá, ay! Yo sí que bailo bonito con mis tres puntá, tres puntá, tres puntá. Epa! el gritico parrandero con mis tres puntá, tres puntá tres puntá.
Esta es una muestra de los clásicos del ayer, que todavía se escuchan hoy, y que motivaban al buen bailador a recorrer pista entrelazado entre el vaivén enamorador de las caderas rítmicas de la mujer caribe, inspiración fundamental de una cultura autóctona y costumbrista que cada vez se consolida más.
JUGLARES DE LA ÉPOCA
No se sabe a ciencia cierta cuantos juglares se pasearon por estas tierras, pero lo que sí está claro, es que los mejores y muchos de ellos, motivaron e influyeron en gran manera en la vida musical del juglar de placita y Aracataca reconocido como el negro Pedro Castro, dentro de los que se destacaron personajes como los desaparecidos Emiliano Zuleta Baquero, autor de La Gota Fría, ‘Colacho’ Mendoza, diestro ejecutante del acordeón, Luis Enrique Martínez, quien compuso clásicos como el Pollo Vallenato, El jardín de Fundación entre otras, y por qué no hablar del reconocido Armando Zabaleta, quien compuso canciones como Aracataca Espera que grabaran los hermanos López, con Jorge Oñate, el cual también salió desde muy joven de su tierra natal El Molino Guajira, a cantar, versear, componer, parrandear y tocar guacharaca, como lo narra en una de sus trabajos de investigación el maestro Raúl Ospino Rangel, en su obra titulada: Historias del Magdalena.
Fue en este departamento, donde Armando Zabaleta desarrolló la mayor parte de su vena musical, en poblaciones como Zona Bananera, Fundación, Pivijay, Aracataca, Santa Marta y El Copey, donde tuvo la oportunidad de relacionarse con juglares de la talla de Luis Enrique Martínez, entre otros personajes de la música vallenata que ya tenían gran renombre en toda la comarca, y en la cual promovió sus canciones de corte contestataria, con un estilo bastante marcado, y con rasgos de rebeldía, romance y narrativa; las cuales se escuchaban con gran aceptación. Dentro de ellas composiciones como ‘La Reforma Agraria’, grabada con el acordeón de Jose María ‘Chema’ Martínez, en la que se relata el resentimiento colectivo del campesinado de la Costa Atlántica en ese momento. Historias estas, que fueron Calando en la mente de Pedro Castro, quien gracias al amor por el arte del acordeón, se dejó influenciar por todos estos cantos de los mayores representantes del folclor de aquellos tiempos.
SU ORIGEN
Pedro Castro, nació un 8 de mayo de 1941 en un caserío conocido como Placita en jurisdicción del municipio de Pivijay Magdalena; tuvo cinco hermanos del hogar conformado por sus padres Alejandro Castro y María Ortiz, bautizado con el nombre de Pedro José Castro Ortiz, como el renombrado dirigente político de otrora, que fue dos veces gobernador del “Magdalena Grande”, antes de la creación del departamento del Cesar y Guajira, que por su talante y reconocimiento, hace parte hoy de la narrativa de importantes composiciones musicales del folclor vallenato de aquella época, que fueron escritas en su honor, por personajes como Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona y Gustavo Gutiérrez, de las cuales una de estas, grabada por ‘Poncho’ Zuleta y ‘Colacho’ Mendoza en el álbum homenaje a Pedro Castro del año 1987.
“Pedro Castro el acordeonista, llegó a Aracataca por allá en el año 1965 a tocar en un reinado del banano en la que la candidata que representaba a Aracataca era Elsa Vargas Polo, y se quedó a vegetar aquí en Aracataca, porque conoció a su esposa Elida Herrera, de la cual tuvo en esa unión marital 5 hijos, y felizmente conformó su hogar, aunque tiempo después tuvo un hijo de nombre Pedro como él de una relación extramatrimonial. Como músico, hizo parte del grupo ‘Juventud’ que más tarde se llamó ‘Los Nueve de Macondo’, porque ya estábamos pintones para maduro, y hubo que rebautizar el grupo. Pedro era un hombre muy dado a la música, especialmente al acordeón, compuso un tema que se llamó ‘El Laurel’ muy diciente que se lo hizo al papá y con ese tema en el primer festival vallenato realizado cuando vino García Márquez que organizaron el festival vallenato en el cual ocupó el segundo lugar. El primer lugar lo ocupó la canción la garra de escalona, escrita por Armando Zabaleta, quien estuvo acompañado por Chema Martínez y en el tercer lugar en el concurso de canción inédita, quedó el conjunto San Bernardo de ‘Chelo’ Rojano, con la canción la cataquera, recordó Isidro Orozco Delgado quien fuera su compadre y ex bajista del grupo Los Nueve de Macondo.
SUS DESCENDIENTES
El Maestro Pedro Castro deja hoy 6 hijos de los cuales, de su hogar conformado con doña Elida Herrera se destaca Elizabeth, Angélica, Paola, Rosamary, y Eliecer Castro Herrera. Y de forma extramatrimonial deja otro hijo varón, que lleva su mismo nombre Pedro Castro.
Son 17 nietos y seis bisnietos los que también quedan y tienen la responsabilidad de seguir engrandeciendo un legado que llevó a su abuelo a convertirse en una persona querida por todos en Aracataca y en cuanta parte estuvo, dejando una huella imborrable que permite resaltar sus valores, nobleza y forma de ser; características morales, que lo catapultan en el libro de la vida, como una persona buena y de ejemplo, que sin tacha dejó un gran recuerdo a cientos de niños, jóvenes y adultos que tuvieron el honor de recibir sus buenos consejos y enseñanzas en el manejo del acordeón, faceta apasionante que realizaba con paciencia, entrega y amor.
“Mi padre era mi vida, era todo para mí. Una persona noble y querida por todo el mundo. Hoy quedó nuestra familia incompleta, porque él era el centro y timonel de nuestro hogar al lado de mi madre. Si tuviera la oportunidad de decirle unas últimas palabras, le diría que gracias por ser como fue, por toda la paciencia que tuvo conmigo y con mis hermanos, siendo siempre un buen padre, que nos demostró ese amor y ese cariño que siempre nos tuvo. Le diría que lo amo y no me cansaría de decírselo, a Dios gracias le daría también por habernos dado ese gran padre amoroso que nunca olvidaré”, expresó Paola Castro Herrera, la hija que lo acompañó en el momento de su partida.
Pedro Castro no ha muerto, su legado sigue, como seguirán sonando las notas del acordeón que un buen día aprendió a tocar y con el que hizo felices a muchos enamorados y grandes artistas, que hoy agradecen sus enseñanzas:
“Descansa en paz profe, te llevaremos en nuestros corazones por siempre”,
De esta manera entre llanto y llanto se despidieron sus alumnos a quien fuera el gran mentor del arte del acordeón en la tierra de Macondo, que con palabras sentidas y las notas tristes del acordeón y el canto de sus hermanos en cristo que anunciaban: «Más cuando muera yo, no deben llorar, porque viviendo estoy en cristo el señor, será un leve dormir, y un eterno despertar porque la mansión de gloria coronado de victoria, cristo me recibirá».