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En la última década, el mercado laboral en Colombia ha venido sufriendo cambios importantes en su dinámica: la informalidad ha tenido un crecimiento constante y significativo, y la formalidad, aunque se mantiene estable, se ha orientado, a veces bajo presión, hacia relaciones no reguladas por un contrato de trabajo.
Así lo demuestran las últimas cifras reveladas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) en su último informe, que evaluó el panorama del empleo en 2018. El estudio reveló que el trabajo por cuenta propia fue el tipo de ocupación que mayor crecimiento tuvo a lo largo de todo el año.
En los últimos diez años, esta actividad ocupacional ha tenido un crecimiento de más de 1.394.000 personas, teniendo en cuenta que para el año 2009, en el trimestre octubre-diciembre, el registro del Dane se encontraba en 8.376.000 ciudadanos y para el mismo periodo de 2018 la cifra se ubica en 9.770.000 trabajadores por cuenta propia.
Solo durante el año 2018 el crecimiento de los trabajadores por cuenta propia tuvo una variación positiva de 146 puntos porcentuales frente al 2017. “Si bien el tipo de protagonista fue el trabajador por cuenta propia, en diciembre tenemos un liderazgo del perfil empleado particular, que está más cerca de la formalidad que de la informalidad”, manifestó el director de la entidad, Juan Daniel Oviedo.
Para el año pasado, Colombia contaba con una fuerza laboral de 22,4 millones de personas ocupadas en el total nacional, con un aumento de aproximadamente 75.000 personas con respecto a 2017, mientras que el número de desocupados alcanzó los 2,4 millones de personas, con un aumento de 92.000 personas más desocupadas.
El investigador del Observatorio de Mercado Laboral de la Universidad del Rosario, Iván Jaramillo, manifestó que las cifras presentadas por el Dane en su último informe “son preocupantes”, ya que Colombia se encuentra por encima del nivel de desempleo en el ámbito regional. Para el experto, aunque la tasa se mantiene en un dígito (9,7 %), hay otros factores que se tienen que analizar.
Frente a la informalidad, Jaramillo manifestó que hay dudas sobre la magnitud de la informalidad, pues mientras para el Observatorio es del 65 % de la población ocupada, para el Dane la informalidad en las 13 y 23 ciudades y áreas metropolitanas del país es mucho menor, fue de 46,9 % y 48,1 %, respectivamente, para el trimestre septiembre-noviembre de 2018.
“Las cifras que mide el Dane tienen criterios que nosotros no compartimos como Observatorio. Por ejemplo, nosotros tenemos como criterio la contratación laboral y el acceso a la seguridad social, entonces si uno tiene 22 millones de personas ocupadas y tiene entre 7 y 8 millones afiliadas al sistema de pensiones, ya de entrada tenemos 14 millones de personas por fuera del régimen, por eso para nosotros la cifra es mayor”, explicó Jaramillo.
El experto también resaltó que entre los cambios en la dinámica “hay un esquema de regulación que tiene unos incentivos a esa misma informalidad, que genera un tipo de trabajadores ocupados, pero sin derechos. Lamentablemente ha habido una fuerte presión a la deslaboralización del trabajo en Colombia, lo que significa que la gente sí trabaja, pero sin derechos y sin acceso al trabajo decente”.
Stefano Farné, director del Observatorio del Mercado de Trabajo y la Seguridad Social de la Universidad Externado, también considera que Colombia sigue sintiendo un nivel muy elevado de trabajadores por cuenta propia. “Ese grupo que no cuenta con una seguridad social y no tienen unos ingresos muy altos en los últimos años ha ganado gran participación”, indicó.
Deslaboralización del trabajo
Sumado al crecimiento del trabajador por cuenta propia también se encuentra otro aspecto que ha cambiado la dinámica del mercado laboral y es precisamente que los colombianos no están teniendo acceso a mejoras en las condiciones laborales, más allá de lo que dice la ley, y la presión hacia otros esquemas de trabajo que vulneran los derechos prometidos en la Constitución y el Código del Trabajo.
“El crecimiento del empleo depende del crecimiento económico y el crecimiento de estándares y calidad del trabajo depende de otro tipo de controles, como los esquemas de regulación del Estado. Una cosa es que el empleo crezca, que es importante, y otra es la calidad, que ya depende de políticas públicas de intervención y de regulación y control”, manifestó el investigador del Rosario.
En ese mismo sentido opinó Farné, quien considera que el empleo formal se ha mantenido estable en los últimos años gracias a un crecimiento del empleo “atípico”, lo que se podría considerar dentro de la franja de empleos temporales, trabajo de tiempo parcial y el pago de prestaciones sociales, que son legales, pero cambian la modalidad de contratación, presentando una desventajas para los trabajadores.
Según un estudio presentado por Fasecolda a finales del año pasado, esta nueva tendencia de vinculación laboral, conocida como GIG, se encuentra asociada a términos surgidos en la última década para describir cambios en los modelos de negocios y en el mercado laboral, que muchas veces es utilizado como un sinónimo de economía colaborativa o economía compartida.
Entre las ventajas para el trabajador están la flexibilidad de los horarios y de las entregas, además que las personas puedan desarrollar el trabajo que prefieran y no el que les impongan. Según Farné, este tipo de trabajo le favorece muchas veces a “las empresas para tener contrataciones más flexibles, que les permitan un mejor uso de la mano de obra y muy probablemente menores costos laborales”.
Según el informe de Fasecolda, “para las economías en desarrollo la aparición de este tipo de vinculación laboral complica aún más el panorama, pues la informalidad predominante se caracteriza por la ausencia de contratos en la relación entre trabajador y contratante”, un hecho que también resalta Iván Jaramillo y que considera como “formalización espuria”.
Según explicó el experto, este tipo de formalidad hace referencia a “cuando la gente tiene unos contratos laborales por horas y no tiene acceso al sistema de pensiones, que hace que el empleador esté incentivando a deslaboralizar la labor. La gente acá está trabajando en Rappi o en Uber y ahí no entra el esquema laboral. El desafío es cómo hacer para esquemas aceptables desde el punto de vista ético”.
El director de Hays Colombia, Ramiro Bado, explicó que esta flexibilidad “está relacionada con el horario de entrada como de salida, la posibilidad de trabajar desde la casa y hasta incluso días de descanso adicionales. Todo esto va relacionado en que la evaluación de los trabajadores está enfocado en los objetivos y no en las horas de trabajo, entendiendo el boom de la tecnología”.
El empleo formal en Colombia se ha mantenido estable, ni sube ni baja. Así también lo resalta Fasecolda, que, según sus cálculos, con base en los datos de riesgos laborales, la tasa de formalidad es del 42,7 %, un número mayor al evidenciado por el Dane, que es cercano al 40 %. Allí también señala que la tasa de formalidad de los trabajadores independientes ha aumentado entre 2009 (0,51 %) y 2017 (3,83 %).
Sin embargo, en su informe explicó que es importante que Colombia mejore la información general del mercado laboral, especialmente de las nuevas modalidades de vinculación trabajador-empleador que surjan de la imitación de lo que sucede en los mercados desarrollados.
“Lo deseable es que el gobierno, los centros de investigación y las entidades multilaterales aborden el tema, identifiquen cómo se está adaptando la economía GIG y cómo se puede evitar que se convierta en un elemento más de fortalecimiento de la informalidad”, indicó el gremio en el informe.
Este cambio es porque Colombia se está “adecuando a las necesidades, a las oportunidades de trabajo y a los deseos de algunas franjas de la población. El teletrabajo y trabajo de tiempo parcial le permite a las empresas tener contrataciones más flexibles, que les permitan un mejor uso de la mano de obra y, muy probablemente, menores costos laborales”, indicó Stefano Farné.
Los retos
La comisión mundial sobre el el futuro del trabajo, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), presentó en los últimos días un informe preliminar denominado ‘Trabajar para un futuro más prometedor’, donde plasma las transformaciones que afronta el trabajo en el mundo y cómo aprovechar mejor esas transformaciones.
El informe señaló que existen nuevas fuerzas que están transformando el mundo del trabajo, las cuales piden que se tomen medidas enérgicas. “Nos esperan innumerables oportunidades para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, ampliar las opciones disponibles, cerrar la brecha de género, revertir los estragos causados por las desigualdades a nivel mundial y mucho más. Sin embargo, nada de ello ocurrirá por sí mismo. Sin esas medidas enérgicas, nos dirigiremos a un mundo en el que se ahondarán las desigualdades e incertidumbres existentes”.
Allí resaltan que para abrir esas vías se necesita una acción comprometida por parte de los gobiernos y de las organizaciones de empleadores y de trabajadores, para que se revitalice el contrato social que asegura a los trabajadores una participación justa en el progreso económico, el respeto de sus derechos y la protección de los riesgos a los que se exponen a cambio de su contribución a la economía.
Por eso plantean aumentar la inversión en las capacidades de las personas, permitiendo que estas prosperen en una era digital; aumentar la inversión en las instituciones que regulen el trabajo, desde la reglamentación y los contratos de trabajo hasta los convenios colectivos y los sistemas de la inspección; así como incrementar la inversión en trabajo decente y sostenible.
Para Iván Jaramillo, en Colombia también se requieren “políticas públicas de intervención, se requiere afianzar medidas de migración y control, se requiere muchos aspectos de regulación para reenfocarlos y rediseñarlos hacia el trabajo formal”.
Bogotá Colprensa