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Por qué “Oppenheimer” ganó ‘Oscar’ a mejor película 2024

Por

GONZALO

RESTREPO

SÁNCHEZ

 

Basada en el libro —ganador del Premio Pulitzer— “Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer” de Kai Bird y Martin J. Sherwin; lo primero que se me ocurre, y queriendo aproximarme a las declaraciones de Paul Schrader (“La última tentación de Cristo”, 1988) es que es la mejor y más importante película en lo que va de este siglo. Pero hay dos argumentos al respecto para defender mi introducción.

Primero, y lo digo sin exageración alguna. El cineasta Christopher Nolan ha administrado con éxito en su narrativa, un tono equilibrado a la manera y forma en que se ha desarrollado la radiografía de un personaje sorprendente. Un interlocutor que en el actor Murphy, su mirada, su expresión y sus aspavientos nos entrega toda una psicología del científico.

Una de las primeras cosas que salta a la vista en esta cinta, es cómo Nolan no solo produce una narrativa tan personal, sino también en su propuesta dramática arropada por una música acorde con su ritmo sobre una historia del pasado, pero cargada de la zozobra e incertidumbres de nuestros días sobre estos asuntos de guerras nucleares.

Con una cámara firme, el cineasta Nolan nos arrastra pues al otro lado de “la estación” (metafóricamente hablando) desde y donde podemos entrever al ser humano través de un plano o contraplano, sin que sea un simple encuadre. En este sentido de la gramática cinematográfica y ante la ausencia de una linealidad narrativa, el montaje a modo de intriga —acumulativa—, plantea un tono de thriller, para que el habitante a la sala de cine no aparte la mirada de la pantalla.

Pero otro asunto para esta película que ganó todos los premios de la industria del cine este año, tiene que ver que las imágenes contienen algo que trasciende en su forma o apariencia. Si las imágenes se asignan, se habitan, alojan evocaciones, y transfieren experiencias, es a través de esa compleja naturaleza, donde nos situamos nosotros como sujetos que participan de un acto perceptivo en el que todo ello cobra sentido.

Segundo: en este éxito tan colosal de “Oppenheimer” es la imagen aurática, y que tomamos como primer paso las reflexiones de Walter Benjamin, a propósito del “aura”. “Advertir el aura de una cosa significa dotarla de la capacidad mirar”. Cuando López de Munain formula: ¿qué hace que ciertas experiencias perceptivas provoquen que una obra adquiera una dimensión que excede a aquello que se deduce de su mera materialidad?

“Quitarle la envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso, por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible” (W. Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproducción técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973, p. 25).

Lo cierto es que proyectar, observar aquello que no se ve pero que se “observa”, es porque se concibe, y es también hablar de la fuerza de la forma (pregnancia). “El aura no es un predicado aplicable estrictamente a los objetos, sino más bien a la estructura de percepción del observador, a la experiencia en él generada”.

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