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Los dos hombres más poderosos del Estado colombiano –el presidente Gustavo Petro y el fiscal Francisco Barbosa– llevan más de un año enfrascados en una guerra de pullas y señalamientos que tiende a acentuarse. Así comenzó y así se creció.
La luna de miel entre el presidente Gustavo Petro y el fiscal Francisco Barbosa se rompió la tarde del sábado 4 de diciembre de 2022. Un día antes, el 3 de diciembre, el fiscal –que hoy se apresta a dejar su cargo en medio de una pelea institucional inédita y llena de epitetos de lado y lado–, concedía una entrevista en la que decía con quietud y afecto que acompañaría al nuevo presidente “hasta el final” de su mandato.
Hoy esas palabras no dejan de parecer increíbles y paradójicas. Lo que comenzó como una relación tranquila y colaborativa entre dos ramas del poder –que en su mejor momento incluyó encuentros frecuentes, sonrisas mutuas y abrazos de camaradería–, se desdibujó hasta convertirse en un choque de trenes de alta velocidad, cargado de señalamientos del más alto calibre y hasta acusaciones de querer beneficiar al narcotráfico –de parte del fiscal al presidente– o de incurrir en sedición –de parte del presidente al fiscal–.
Lejos de atenuarse con la salida de Barbosa el próximo 12 de febrero, la refriega promete seguir sumando nuevos actores y hasta tomar tintes electorales.
Para entender el por qué del divorcio hay que remitirse hasta aquel 3 de diciembre en Pasto, cuando ante una multitud Petro dijo sin más que los jóvenes detenidos durante el Paro Nacional –algunos de ellos de la agresiva Primera Línea–, recobrarían la libertad bajo el pomposo rótulo de gestores de paz. Semejante aguinaldo lo terminaría pagando con creces.
—Centenares de jóvenes detenidos por participar en protestas serán declarados gestores de paz antes de Nochebuena, manifestó Petro.
Bastaron nueve días para que Barbosa hiciera públicos los reparos que trató de advertir en voz baja, pero de forma vehemente frente a un asunto en el que, a la postre (apenas en noviembre pasado), le terminó dando la razón la Corte Constitucional: que era un juez, y no el presidente, el que debía revisar los requisitos y acceder o no a conceder la libertad a un reo.
De nada sirvieron las alertas y llamados de atención que intentó elevar el entonces conciliador fiscal con un Petro que parecía atrincherarse y permanecer inamovible en su postura. Esos aires de radicalidad e intransigencia, que hoy pueden parecer habituales en un Jefe de Estado cada vez más impopular y pendenciero, precipitaron un desencanto definitivo.
—Entiendo que se crea una comisión intersectorial. Dentro de ella no está la Fiscalía. Me imagino que esa comisión lo que hace es recomendarle al presidente si admite o excluye personas que pertenecen a organizaciones sociales o humanitarias. Pero me imagino que esa recomendación debe necesariamente tener una solicitud ante los jueces. Es decir, los jueces son la última palabra frente a cualquier salida de esas personas, agregó Barbosa.
Semejante ninguneada, que ponía en entredicho además el trabajo de la Fiscalía frente a quienes mancharon de violencia la protesta social, no cayó bien en Barbosa. Lo que vino después fue un rifirrafe continuo –cada vez más visceral–, que llevó a cada uno a radicalizarse más y dejar de lado la concertación. El conflicto, pasado más de un año, tiende a escalar y la institucionalidad es la afectada.
De la tensión a la ruptura de cobijas
El punto de quiebre definitivo en la relación Petro-Barbosa ocurrió el 13 de enero de 2023. Si bien el desencuentro frente a la libertad de los Primera Línea desató todo un debate jurídico y social, lo que terminó por distanciarlos fue la negativa de Barbosa a levantar las órdenes de captura contra 16 miembros del Clan del Golfo y Los Pachencas.
“Yo no soy amanuense del señor presidente (…) no voy a pasar a la historia como aquel que le validó sin razones jurídicas y sin ningún tipo de consideración las liberaciones a personas de organizaciones criminales”, sostuvo Barbosa en un tono que fue elevando con el pasar de los meses.
Aunque Petro respondió con pullas sobre el control de los bienes de la mafia sometidos a extinción, finalmente –por intercesión de figuras como Roy Barreras–, dio su brazo a torcer. Una semana después de la negativa de Barbosa, Petro llegó a admitir que el fiscal “tiene razón en algunas cosas” y hasta pactaron reunirse para tratar las diferencias en un cara a cara. No fue suficiente.
Ley de sometimiento: sin acuerdos
A finales de marzo y durante abril, después de que Petro le pidió a la Fiscalía investigar a su hijo Nicolás Petro, y a su hermano Juan Fernando Petro, la relación entre ambas cabezas del Estado se siguió quebrando y lejos quedó cualquier asomo de reconciliación, pese a seis cónclaves en búsqueda de una rama de olivo.
El primero en desenfundar fue Barbosa quien, de visita en República Dominicana, alertó que el Gobierno Petro “ha presentado propuestas para legalizar toda la cadena del narcotráfico en Colombia”.
El fiscal no dejó de ver con recelo y desconfianza el proyecto de ley con el que Petro le apostaba a desarticular los carteles del narcotráfico y otros grupos ilegales.
“No se puede, a través de una ley, suprimirle facultades a la Fiscalía”, reclamó Barbosa, quien expresó nueve inamovibles para darle su espaldarazo a la ley. Finalmente, nunca se concretó el apoyo, pero sí arreció la disputa.
En medio de ese debate, Barbosa profirió una durísima frase: “Pablo Escobar estaría feliz con esta ley de sometimiento, el cartel de Cali estaría feliz”.
¿Quién es jefe de quién? choque de trenes
A principios de mayo, justo a un mes de que se conocieran los explosivos audios del exembajador Armando Benedetti –que pusieron contra las cuerdas al “gobierno del cambio” ante una presunta financiación irregular–, el presidente Petro se fue con toda contra Barbosa y aseguró ser su jefe: “Soy el jefe de Estado, por tanto, el jefe de él”.
Previamente, Barbosa había llamado a Petro “tuitero de oposición” y había criticado su gestión. Sin embargo, ante las dimensiones de lo dicho por Petro –que generó rechazo y desató una pelea en pro de la independencia de poderes–, Barbosa se declaró alarmado y señaló que el Jefe de Estado “atenta contra la autonomía e independencia de la Fiscalía y de la rama (…) No es el presidente de la República, sino un dictador en Colombia”.
Casos Petro JR y Sarabia suben los ánimos
Si algo le faltaba a la serie de desencuentros entre Petro y Barbosa era una captura. A finales de julio, Nicolás Petro se convirtió en el primer hijo de un presidente activo capturado por la Fiscalía. Los delitos imputados fueron del más alto calibre: enriquecimiento ilícito, lavado de activos, interés indebido en la celebración de contratos y falsedad en documento público. Lo anterior, luego de que, al parecer, Petro Burgos y su exesposa, Daysuris Vásquez, recibieron recursos que usaron para su lucro personal, con el agravante de que habrían salpicado las cuentas de la campaña del hoy mandatario.
Si bien en un primer momento el hijo del presidente se declaró presto a colaborar con la justicia y llegó a decir que no se iba a inmolar por su papá, después de una visita del presidente a su hijo en Barranquilla este cambió el discurso y denunció supuestas presiones por parte del ente acusador. Semejante acusación no cayó bien en Barbosa, quien ha insistido en que no ha usado la Fiscalía para perseguir a nadie.
Choque por la nueva fiscal y su reemplazo
Con el escándalo aún fresco de la captura de su hijo, el presidente le madrugó a la elección del fiscal y en agosto pasado presentó la terna para que la Corte Suprema de Justicia elija al próximo fiscal.
Semanas después, Barbosa acusó a Petro de montar una supuesta campaña de desprestigio en contra de la vicefiscal Martha Mancera, quien quedará encargada desde el 12 de febrero mientras el alto tribunal elige a la definitiva. La vicefiscal es señalada, incluso por el propio presidente, de haber participado en un supuesto encubrimiento de un narcotraficante.
Barbosa lo ha negado y en medio del rifirrafe llegó a decir, en entrevista con este diario, que Petro “no representa la institucionalidad”. En respuesta, Petro auguró, a modo de pulla, que la Fiscalía “no sea utilizada más ni por el crimen y la corrupción, ni por el uso político de la justicia que la convierte en injusticia y venganza”. Luego, desde Chocó el pasado sábado, fue más allá y acusó a Barbosa de “intentar coger presos” a sus ministros, al tiempo que dijo que el saliente fiscal se “burla de la Constitución y está ejerciendo una sedición”.
Barbosa no se guardó nada y, al revelar que Petro supuestamente le pidió cambiar a la vicefiscal Mancera, lo calificó de angustiado y alegó que “creyó que por ser presidente había que decirle a todo que sí”.
Mientras se da por hecho que la vicefiscal estará varias semanas, e incluso meses, en el cargo, la pelea entre Petro y Barbosa podría arreciar. Con el hoy fiscal fuera del ‘búnker’ la pelea pinta a otro precio y el Jefe de Estado enfilaría baterías contra Mancera. En medio de las peleas, algunas de tinte personal más que jurídico, queda de por medio la ya maltrecha institucionalidad.
Las frases más controvertidas de Petro
“El fiscal olvida una cosa que la Constitución le ordena: yo soy el jefe del Estado, por tanto, el jefe de él”.
05/05/2023
“Espero que la Fiscalía no sea utilizada más ni por el crimen y la corrupción, ni por el uso político de la justicia que la convierte en injusticia y venganza”.
12/01/2024
“La Constitución dice que él (Barbosa) no tiene la competencia para investigarme. Se lo hace por los lados y se burla de la Constitución. Está ejerciendo una sedición”.
27/01/2024
Las frases más controvertidas de Barbosa
“Pablo Escobar estaría feliz con esta ley de sometimiento, el cartel de Cali estaría feliz (…) Están ensuciando la dignidad de este país”.
21/03/2023
“No es la Colombia potencia mundial de la vida, sino Colombia potencia mundial donde le ponen una lápida a funcionarios judiciales”.
05/05/2023
“Gustavo Petro hoy no representa a la institucionalidad (…) Cuando uno tiene rabo de paja no se puede arrimar a la candela”.