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Por
GIULIANA
MANCUSO
¿Qué hablas y con quién te sientas hablar? Las palabras pueden elevarnos y producir la mayor alegría o causarnos el más grande daño emocional que podemos sentir.
Que hermoso cuando los bebés dicen: Mamá, Papá, sus primeras palabras! Los papitos quieren publicarlo en todas partes y también que lo repitan una y otra vez.
Se imaginan donde sus primeras palabras fueran negativas: feo, no, no puedo. ¿Cómo se sentiría el corazón de los padres? Precisamente, porque las palabras muestran lo que es importante para sus vidas.
Las palabras que decimos cada día son indicativos del tipo de vida que vamos a vivir o estamos viviendo. Si somos honestos con nosotros mismos, podemos encontrar que parte de nuestro estrés, ansiedad, preocupación, se encuentra en las conversaciones que tenemos y están directamente relacionadas con la manera de como hablamos de nuestros problemas con los demás.
CAMBIEMOS LAS CONVERSACIONES
Hablemos de lo afortunado que somos en muchas áreas de nuestra vida. Olvidemos las quejas, la crítica y cambiemos esto por palabras positivas, inspiradoras, y llenas de esperanza.
No participes en conversaciones donde hablan de personas que no están presentes en el momento. ¡Ojo! Trata de evitar escuchar palabras que entren directo al corazón y comiencen a hacer estragos, que enfermen y envenenen el alma hermosa que tienes.
Muchas veces por una sola palabra que escuchas, terminas pensando y actuando en contra de alguien, esto nutre el enojo, el rencor en tu corazón y luego revisas y te das cuenta que no era necesario.
¡Qué importante son tus conversaciones! Con ellas Queda al descubierto todo lo que tienes en tu corazón y pueden inspirar a los que te escuchan o puedes terminar enterrando sueños y anhelos.
Muchas veces en la noche al acostarnos sentimos un dolor extraño en la espalda o cabeza y no encontramos la razón y es la misma carga que tienes de haber escuchado o de haber expresado algo que atenta contra la integridad de alguien y eso mismo que dices comienza a convertirse en una sobrecarga y te pesa. Revisa cada día que has hablado, que has escuchado y autolibera.
No te creas cargas innecesarias con tus conversaciones. Habla positivo, habla bien, habla de todo lo bueno que te está pasando, habla del presente, habla de todo lo lindo que puedes ver día a día. No pierdas tus victorias por culpa de tus conversaciones.
Recuerda siempre esto: Puedes evitar el estrés hablando lo necesario, no hables mucho, a menos que tengas que decir algo realmente digno de decir. Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Las palabras suaves son medicina para la mente y el alma. Sana con tus palabras a los demás.