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Somos un país de instituciones y leyes, así las pisoteen y trasgredan absurda y descaradamente como lo hemos visto y sido testigos de excepción en los últimos años, evidencias las cuales a la vista están y constituyen razones de peso entre otras muchas para en las próximas justas electivas actuar con sindéresis manifiesta, dejar de lado emociones baladíes e ilusionismos económicos, dejar de creer en las artimañas populistas que dicen harán brotar por arte de magia ríos de leche y miel. Mentiras tan grandes como una catedral, que de creerlas, darán al traste con los necesarios, coherentes, factibles y viables desarrollos en los órdenes social y humano que requerimos y el desarrollo económico que necesitamos, lo que terminará por llevarnos al traste y perder aún más la confianza universal lograda paso a paso en anteriores gobiernos y bajo la dirección de otroras gobernantes.
Obliga lo dicho, si no queremos perecer en el intento, ir a las urnas conscientemente. Hacernos sentir como ciudadanos pensantes que queremos lo mejor y superior para la patria. Pasar de ser ciudadanos infructuosos a ciudadanos que eligen con majestuosidad y grandeza, so pena de seguir sumidos como en estos dos últimos mandatos, en aguas de desilusión, entrega de la patria sin condiciones, cobardía, corrupción e impunidad. Entender y comprender que la consigna ciudadana debe y tiene que focalizarse en los actuales momentos en la razón que no en la emoción, siempre mala consejera cuando de votar se trata.
Es detenernos en las propuestas sólidas, esas que fundan esperanzas y contribuyen a definir futuros ciertos y no insulsas como mentirosas y agresivas promesas populistas que terminan ocasionando efectos ilusorios que más pronto que después nos sumen en contrariedades y desencantos. Necesitamos una colectividad convencida que no podemos seguir en la mentira que entrañan esos desatinados populismos, sino en señaladas explicaciones soportadas en sólidos argumentos. Las propuestas deben ser esencial y fundamentalmente calificadas, siendo claros que no podemos seguir distraídos en marginalidades que alteran la toma de decisiones en diversos entornos sociales, como tampoco alentando especulaciones que a nada positivo conducen.
Vamos tras los cambios estructurales que el país necesita en manera importante y urgente que nos conviertan a los ojos del mundo en un destino confiable para invertir, en un socio comercial serio. Un país donde habrá seguridad jurídica, fortalecimiento institucional y equilibrio de poderes, lo que sin duda permitirá una mejor ruta de crecimiento, desarrollo e integral progreso. saramara7@gmail.com