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Definitivamente esta campaña presidencial pasará a la historia como la más agresiva de la vida reciente del país. Lejos de concentrarse en las propuestas de cada candidato, en su trayectoria profesional, en su sonrisa, en sus gestos, en sus actitudes, lo que abunda en el ambiente es el uso del miedo, el anuncio de que llegó El coco. Los colombianos que nos destacamos por nuestra capacidad de ser creativos, hemos llegado al extremo de diseñar con pelos y señales cómo sería el gobierno de quienes están punteando las encuestas. Como el propósito es atemorizar a la gente, no se plantea ningún acierto probable sino todo lo que se supone aterroriza a quienes están en la otra orilla.
Para algunos, el hecho de que ahora son los dos candidatos de extremos quienes lideran las encuestas, representantes de derecha e izquierda así lo nieguen ellos mismos, sería lo que explicaría esta forma de promover las respectivas candidaturas. Sin embargo, cuando se ven los resultados de esta contienda en la cual, en esta última etapa, el resto de aspirantes se han quedado muy lejos de los punteros, surge la duda de si precisamente la batalla de los miedos ha causado este resultado. Me explico, lejos de concentrarse cada equipo en resaltar las virtudes de su candidato rezagado, lo que se promueve es la descalificación de los punteros. Esto ha pasado con una buena iniciativa para impulsar el centro, que no representa ni Duque ni Petro. Resultado, se estanca Fajardo y De la Calle desciende.
La mejor muestra del uso del miedo como dinamizador de la campaña acaba de suceder con los dos nuevos alfiles de Vargas Lleras —quien en las encuestas no arranca—. David Luna y David Barguil llegan a aumentar el pavor de los votantes que le temen a la izquierda y que según ellos se irán para donde Vargas Lleras, ignorando que si de miedo se trata también muchos le tenemos pavor a su candidato, por autoritario, y por representar lo peor de la politiquería. Además, en su ingenuidad no reconocen que llegaron tarde con esa estrategia de acabar con Petro, que ha sido sin duda el éxito del Centro Democrático…, hasta ahora. En medio de una gran preocupación, sectores líderes ya ven la posibilidad de que Petro derrote a Duque.
Lo que estos promotores del terror no han visto es que el resultado final es algo que ya se siente y se expresa claramente en muchos círculos de potenciales votantes: físico cansancio, agotamiento, cero ganas de ver los innumerables debates, de leer declaraciones de los candidatos. En fin, evidencian una falta de estímulos necesarios para salir a votar en la primera y segunda vuelta presidencial.
En conclusión, la importante lección que puede dejar esta insólita campaña presidencial, es que el miedo como mensaje, como instrumento de hacer promoción política, de camino para llegar a la presidencia, puede tener un efecto «bumerang»: acaba con el entusiasmo que debe y demanda generar un debate presidencial tan crucial como el que vive ahora el país. Son tiempos difíciles los de este fin de gobierno de Santos, cuando en momentos de supuesto posconflicto hay tres guerras vivas y una economía que va lentamente. Pero con absoluta seguridad, serán mucho más complejos los próximos cuatro años para cualquiera que asuma la Presidencia de la República.
Aunque algunos no lo quieran reconocer, se ha despertado la conciencia de los colombianos que están dejando de tragar entero y que han acumulado la frustración por una clase política inepta y por unos liderazgos públicos y privados marcados por la corrupción, el nepotismo, el machismo, el racismo y todos los demás ‘ismos’. No vienen tiempos fáciles y empezar con una sociedad agotada, pero con demandas postergadas por décadas, no es el mejor escenario para la próxima administración. Además, a lo anterior se agrega que nos estamos acostumbrando a que el miedo paga, lo que se suma al hecho que el Congreso no será de nadie, único punto interesante de este panorama tan desalentador que estamos viendo.
ExMinistra de Estado