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Un estudio de economistas del FMI, que trata de explicar por qué la inflación mundial continúa alta a pesar de la generalizada aplicación de la receta ortodoxa de subir las tasas de interés, llega a una conclusión inesperada: ‘Las crecientes ganancias empresariales explican casi la mitad del incremento de la inflación en Europa, en la medida en que las empresas aumentaron sus precios mucho más que el incremento del costo de la energía importada’.
No se trata de un estudio aislado. En los análisis económicos empieza a aparecer una nueva terminología: ‘inflación de vendedores’, ‘inflación por exceso de ganancias’, ‘inflación por avaricia’ (‘greedflation’). Son términos que eran impensables hace unos años, pero que surgen de la evidencia empírica de la coyuntura actual.
La inflación reciente tuvo un origen muy distinto a la tradicional espiral de precios y salarios: la pandemia y la invasión rusa a Ucrania. La primera generó cuellos de botella en toda la cadena logística de distribución de insumos y materias primas que redujeron la oferta de bienes. La invasión disparó los precios de la energía por el recorte del suministro del gas ruso a Europa. En ambos casos se trata de una inflación causada por factores de oferta.
Cuando empezaron a tener efecto las medidas de estímulo adoptadas en todos los países para contrarrestar los efectos de la pandemia, ante el enorme desempleo, la recuperación de los salarios fue débil, mientras que el aumento de los márgenes de utilidad de las empresas sí fue significativo.
Un estimativo del Economic Policy Institute muestra que estos márgenes pasaron del 12 % al 17 % después del covid, y atribuye tal incremento al poder de mercado de las grandes corporaciones.
Como consecuencia, mientras en el pasado la contribución de las ganancias empresariales a explicar el alza de los precios había sido tan baja como del 11%, en el actual ciclo inflacionario llegó hasta el 53 % el año pasado. Por eso se habla de una ‘inflación de vendedores’.
En la medida en que las utilidades crecen más que los salarios, se está produciendo un deterioro en la distribución del ingreso, lo cual por supuesto genera descontento social y político. En Inglaterra el desprestigio del gobierno conservador se atribuye en buena parte a esta ‘greedflation’, o inflación de la avaricia.
La subida de las tasas de interés es poco efectiva frente a los incrementos de las utilidades empresariales. Más aún, las elevadas tasas de interés afectan mucho más a las Pyme, que tienen menos capacidad financiera, incrementa el desempleo, todo lo cual contribuye también a una mayor concentración del ingreso.
Frente a la persistencia de la inflación, empieza a hablarse de alternativas de políticas que hasta hace poco eran herejías. Reporta el periódico The Guardian que el ministro de finanzas de Inglaterra está analizando medidas para impedir que las compañías hagan exagerados aumentos de precios.
En Estados Unidos se discute si resucitar viejas leyes contra los monopolios y la manipulación de precios, o establecer impuestos a ganancias extraordinarias. Inclusive la herejía mayor, el control de precios, vuelve a mencionarse.
*Economista