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Al presidente Gustavo Petro le bastó un discurso de 50 minutos para poner a Colombia a hablar de recesión. La búsqueda “¿Qué es una recesión?”, en Google, marcó su punto más alto entre la noche del jueves y la mañana del viernes. Incluso en redes sociales hubo revuelo tras las declaraciones del mandatario durante el Congreso Nacional de Acopi, gremio de las mipymes.
¿Qué dijo exactamente? “(…) lo cierto es que ha crecido la tasa de interés, que mundialmente tenemos recesión a la vista y la tasa de interés incrementada en Colombia servirá de correa de transmisión de la recesión mundial, al interior de la economía colombiana”.
Hasta ahora nadie en el Gobierno se había atrevido a hablar con tal dureza y menos sobre una recesión en Colombia. Las previsiones apenas ratificaban una desaceleración en 2023, pero sin pasar de ahí; el mensaje del presidente llamó la atención, no solo por contundente, sino porque reiteró sus críticas al Banco de la República por subir las tasas.
Si bien Petro ha dicho que la independencia del Emisor no significa que no pueda cuestionar o debatir las decisiones sobre las tasas, JP Morgan, firma global de servicios financieros, y varios analistas bursátiles advierten que ese tipo de opiniones del Jefe de Estado le agregan volatilidad al mercado –más de la que ya hay–.
El análisis es sencillo: aunque la incertidumbre global por la recesión, la guerra en Ucrania y las posibilidades de que la Reserva Federal (FED) siga subiendo tasas de interés tienen al dólar disparado mundialmente y al mercado accionario volátil, hay hechos internos en cada país que pueden ayudar a mitigar o endurecer esa situación.
“Déjà vu”
En ese sentido, vale recordar, un día después de una cascada de mensajes de Petro en Twitter criticando la decisión del Banrep de subir tasas al 10% y sugiriendo control de capitales, el 6 de octubre el dólar se acercó a máximos históricos en Colombia, y para el 7 de octubre la Tasa Representativa del Mercado (TRM) marcó un récord de $4.627,61.
Solo una semana después, como una suerte de déjà vu, se volvió a evocar la palabra “histórico” para referirse al dólar. El viernes tocó un máximo de cotización intradía de $4.707, para luego cerrar en un récord de $4.698 y además fue la moneda más devaluada del mundo en la jornada. Por si fuera poco, la TRM que regirá hasta el martes quedó en $4.636,83, nunca antes vista.
Si bien el comportamiento estuvo relacionado con la caída en los precios del petróleo, nuevamente factores internos dieron un “empujón” extra para que la moneda colombiana fuera la de peor comportamiento.
Particularmente la frase de Petro sobre la recesión económica, aunada a la propuesta de controlar la canasta básica familiar que esbozó la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, tuvieron implicaciones negativas.
Eso, sin contar que además la ministra de Minas, Irene Vélez, contradijo públicamente al ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, e insistió en que no se firmarán más contratos de exploración de hidrocarburos en Colombia.
“Propuestas peligrosas”
Las críticas no se hicieron esperar. Julio César Romero, economista jefe de Corficolombiana, llamó al Gobierno a entender que los mercados están muy golpeados y la única forma de mitigarlo es “generando confianza en el manejo macroeconómico responsable”.
En su análisis, declaraciones como las de las ministras de Trabajo y de Minas son peligrosas “especialmente ante la situación económica que se avecina, porque destruyen confianza en nuestra moneda”.
Incluso el exministro de Hacienda, Rudolf Hommes, quien dio su voto de confianza al actual Gobierno durante elecciones, cuestionó si es responsable “oponerse a la inversión en petróleo y gas” estando cerca a una recesión, con alta inflación y con potenciales problemas de empleo y caída de ingresos.
En resumidas cuentas, las frases sueltas y propuestas del gabinete y del propio presidente Petro parecen estarle echando más leña al “fuego” de la recesión que vendrá el próximo año, y podrían dejar al país en una situación más vulnerable para encararla.
Ya el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió esta semana que aunque Colombia será el país que más crecerá en la región este año, con un 7,6%, para 2023 pasaría a ser la economía con el mayor freno, al bajar a 2,2%.
Es decir, la situación es tan compleja que cualquier mínimo ruido podría tener profundas implicaciones. Por si fuera poco, la declaración del presidente sobre la recesión no fue la única que causó preocupación, pues también habló de las consecuencias que esta podría traer y las medidas que tomaría el Gobierno.
Según él, el impacto vendría por varias vías como menor exportación de petróleo y carbón, menos remesas llegando y más movimientos de tasas para evitar la salida de flujos de capital a Estados Unidos. A su juicio, incrementar los intereses no ayuda a contener la inflación sino por el contrario la desata, por lo cual cuestionó si con esa medida se está defendiendo alguna corriente en particular.
Las declaraciones no pararon ahí, de acuerdo con el mandatario, durante el escenario de recesión el Estado podría entrar a realizar compras que reactiven algunos sectores de la economía y hacer que la inversión pública equilibre la reducción de la inversión privada.
También habló de una “política contracíclica” con la que se podría aumentar el crédito bancario a través de instrumentos públicos de financiamiento, con tasas de interés bajas, pero en gran cuantía. Y finalizó abordando el álgido punto del salario mínimo.
“¿Por qué es bueno subir la tasa de interés de acuerdo con el ritmo de inflación, pero no es bueno subir el salario mínimo (al ritmo del IPC)? ¿Por qué ese sí desata la inflación?”, interpeló Petro, en un contexto en el que se calientan motores para esa discusión de cara a final de año.
Según el viceministro de Hacienda, Diego Guevara, la subida del mínimo para 2023 podría estar en el orden de 10% o más, pero la idea no termina de cuadrar en algunos sectores por su potencial efecto inflacionario y consecuencias en el empleo. En cualquier caso, aún es temprano para ese debate, pero el Gobierno ya ha destapado sus cartas.
Del dicho al hecho hay…
Para el profesor de la Universidad de Stanford, Javier Mejía Cubillos, el mayor problema es que las ideas expresadas por los funcionarios no están sustentadas en decisiones tomadas, porque así “el impacto sería menor”.
Entonces, “el problema es que no es claro qué es lo que va a suceder” y por tanto es fundamental que los funcionarios sean “más conscientes” de qué es lo que expresan públicamente. “Eso se nota, ha habido semanas en las que han hecho menos anuncios y se observa más tranquilidad en los mercados”, añadió Mejía Cubillos.
Por su lado, Felipe Campos, gerente de Inversión e Investigaciones en Alianza Valores y Fiduciaria, consideró paradójico que mientras el presidente critica que el Banco de la República suba las tasas de interés porque se desacelera la economía, la incertidumbre en torno a sus declaraciones y las de su gabinete han producido un efecto similar, pues en el mercado ha aumentado el riesgo país y las consecuencias están recayendo sobre los bonos colombianos en dólares, cuyas tasas se dispararon lejos de las de otras regiones, y en que el peso sea “la moneda más devaluada del mundo desde el 17 de junio”, por encima de la libra, el euro, e incluso de las divisas de México o Brasil. “Esas ideas están acabando a los activos colombianos”.
Al tiempo que esto sucede, el Ejecutivo también está en un pulso con el sector privado debido a la reforma tributaria. El viernes, Bruce Mac Master, presidente de la Andi, se mostró visiblemente molesto ante las afirmaciones del presidente Petro de que los empresarios no quieren pagar impuestos. “Tengo que decirle que esa no solo es una afirmación injusta, sino que no refleja la realidad y estigmatiza la empresa”, indicó.
Cálculos de la Andi dicen que con los ajustes de la reforma Colombia se convertiría en el país menos competitivo en la Ocde en términos de inversión. A esta la han secundado otros como Fenalco, según el cual la tributaria golpeará el ahorro, la inversión y el consumo; o los gremios minero y petrolero, para quienes están en riesgo inversiones, recursos de regalías y miles de empleos.
Durante la semana, el propio Ecopetrol, propiedad del Estado, manifestó su incertidumbre sobre el proyecto, en tanto uno de los ajustes previstos es ponerle topes a las ventas de las zonas francas dentro del territorio nacional, con lo cual se las empujaría a exportar para obtener beneficios tributarios. Esto afectaría a Reficar y podría derivar en que el país deba importar petróleo y los combustibles suban de precio.
Ocampo, el “bálsamo”
En medio de todo, el ministro Ocampo ha sido el “polo a tierra” o el “adulto mayor” del Gobierno. Cuando ha tenido que hacerlo no le ha temblado la voz para contradecir a sus compañeros de gabinete o incluso hablar en nombre del presidente de la República para calmar a los mercados.
Mientras libra esas “batallas” en el país, el Minhacienda también ha tenido tiempo para pensar la estrategia que ayude a obtener el apoyo de organismos internacionales y calificadoras a su reforma tributaria y dar algunos pasos para recuperar el grado de inversión.
En esa labor, esta semana recibió el espaldarazo de dos pesos pesados: el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, y el director del Hemisferio Occidental del FMI, Ilan Goldfajn, quienes indicaron que la reforma va en la dirección correcta al gravar ganancias inesperadas de grandes multinacionales y a las industrias de petróleo y carbón.
Ocampo también aprovechó su viaje Estados Unidos esta semana para decirles a los inversionistas que Colombia va a reducir el déficit fiscal de 7,1% del PIB a 4,3% el próximo año, en otro guiño para que confíen. El tiempo dirá cuál será la ruta que seguirá de continuar las cosas como en la última semana