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Hay problemas que duran y perduran. El de una ineficaz administración de Justicia es uno de ellos, por lo menos entre nosotros. Y ello resulta agobiante.
Entiendo que no estamos en capacidad de conquistar a Júpiter, pero que no podamos administrar un juzgado, que los procesos sigan acumulándose en montañas de papel, que los prisioneros administren los centros penitenciarios, que un caso de competencia desleal dure más de diez años, que la inteligencia artificial y la digitalización no sean ya una herramienta de agilización y de muy pronta información, que los bienes provenientes de la extinción de dominio resulten, a veces, más costosos para el Estado y, en general, no estén adecuadamente utilizados o se hayan evaporado en latrocinios y manejos dudosos, que desde hace algunos años ya el registro de la propiedad no sea sagrado sino objeto de manipulaciones, que la impunidad siga siendo una característica de nuestro Sistema Judicial, que los métodos alternativos de solución de conflictos no tengan toda la dimensión que les corresponde, que sectores desfavorecidos no cuenten con la ayuda judicial accesible y pronta, que las múltiples formas de corrupción hoy, en buena parte, convertidas en crimen organizado, sigan tan campantes, que los dineros y bienes mal habidos sigan siendo un incentivo para apoderarse de lo ajeno, etc., etc., etc.
La enseñanza del Derecho, entre nosotros, lleva más de 200 años. Y todavía, problemas que se diría no son tan misteriosos, no se superan.
Docenas de miles de tesis de grado y, ahora, de postgrado, y la administración de Justicia sigue plagada de fallas.
Y uno se pregunta ¿es así en todo el mundo?
Cuando se le da una mirada a los estudios que ha preparado el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, es apropiado preguntarse si alguien se toma el trabajo siquiera de mirar los títulos como para enterarse de que temas como el de la reincidencia criminal encuentran muchas respuestas. Y así de otros muchos. ¿Acaso en todas partes existe el espectáculo de desgobierno, corrupción y relajo de las cárceles? No exagero si menciono que hay cárceles en algunos países en las cuales, por ejemplo, prisioneros colombianos prefieren permanecer. Parece mentira, pero así es. Y, no precisamente, por el relajo.
Es increíble. El Banco Mundial (María Dakolias) dedicó en los años 90 tiempo y recursos al tema en América Latina, no fue mucho lo que se logró. La Agencia de Ayuda de los Estados Unidos (Usaid) ayudó a introducir el tema del Sistema Penal Acusatorio y, todavía hay muchas dificultades. Lo mismo el Banco Interamericano de Desarrollo.
El Instituto Ser de Investigación trajo una metodología sofisticada, para aproximarse a los temas, pero no logró el apoyo que merecía.
A ratos pienso que una forma de afrontar tantas dificultades de todo orden, podría ser la de ofrecer incentivos para que cada facultad de Derecho asuma durante uno o dos años el estudio de un problema con la participación de profesores y estudiantes para orientar sus actividades académicas por un cierto tiempo a encontrar soluciones, sin que ello implique violentar la libertad académica de profesores y estudiantes. ¿Si así se hubiera hecho durante 200 años tendríamos hoy estos problemas que parecen eternos e insolubles?
Alguien debería financiar una reunión para establecer qué ayudó, qué no funcionó y por qué. Y recomendaciones para continuar la tarea.
*Exministro de Estado