HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Pornocracia y libertad sexual

La semana que concluyó produjo una oleada de informaciones sobre el comportamiento sexual de algunas personas que, por su connotación y su presencia en todos los niveles de la sociedad, de una manera o de otra, nos dan pie para reflexionar acerca de este fenómeno pues afecta de manera grave la moralidad y las buenas costumbres de la comunidad entera.  Merece por lo menos una apertura de ojos, la tendencia cada vez más alta a que determinados sectores poblacionales como los adolescentes y los niños sean víctimas de conductas que afectan seriamente su dignidad y su honor sexuales, como el abuso, los actos sexuales, el constreñimiento a la prostitución, el proxenetismo y otros actos que muchas veces se quedan sin la condigna sanción penal y que son cometidos precisamente por las personas a cuyo cargo se encuentran estos seres humanos: sus profesores, sus entrenadores, sus mentores.  Muchos de estos eventos, sin justificarlos, corresponden a la presencia del consentimiento en esas relaciones, a una débil o inexistente formación sexual, o al sometimiento intelectual o físico de que son objeto las víctimas, en una especie de contubernio social inaceptable.

No hay dudas que, en una sociedad tecnológicamente mercantilizada, el sexo es lo que más se vende en todas las esferas. Así lo ha sido desde hace más de diez siglos, cuando en la pornocracia las cortesanas dirigían las riendas del poder.  Hoy, la invasión sexológica sigue presente en nuestra sociedad como síntoma de nuestra degradación moral y como consecuencia del deterioro del concepto de libertad, concretamente de la libertad sexual. En esta época, lo más extraño en las relaciones íntimas de los seres humanos es el amor, el respeto, la valoración mutua.

Desde otra perspectiva más general, existe una especie de deterioro moral en una sociedad que todo lo permite, que todo lo ve pasar,  y que nos obliga a manifestar que sus causas se encuentran en ese ingrediente cotidiano de tener el uso de la pornografía, el erotismo y en general la sexualidad, como factores que afectan el consentimiento, la inteligencia y la voluntad que deben poseerse para tomar sobre el tema las mejores decisiones, especialmente aquellas que permitan disfrutar el sagrado derecho a la libertad sexual.    Pero esta decadencia moral, especialmente en los jóvenes ya hemos dicho, finca sus raíces igualmente en otros factores que desde hace mucho tiempo vienen siendo analizados por los expertos, que en buena parte corresponden a factores como el avance de la tecnología, la invasión de revistas, periódicos, contenidos musicales indecentes, imágenes, películas que multiplican el erotismo y la pornografía y le hacen perder al ser humano el rumbo de una sana orientación sexual.    Los jóvenes son tomados como signos de explotación de su sexualidad, especialmente la figura de la mujer que, por una supuesta liberación, entrega espontáneamente su dignidad femenina, en la que juegan parte importante la comercialización de material fotográfico y fílmico de su cuerpo, el uso de anticonceptivos, el desnudo sin pudor, el amor libre, la prostitución, las drogas y el alcohol, las deficiencias en su formación familiar.   En muchos de estos casos se pone como señuelo el amor, al falso amor que se le identifica como signo de emparejamiento sexual, aunque el amor sea el más ausente de estos elementos. Como resultado: una imagen pornocrática del amor que solo conduce a la perversión y en muchas ocasiones al desorden sexual, al encuentro casual, al contagio de enfermedades, a embarazos no deseados.

Es verdad que estamos viviendo una especie de libertad sin fronteras – ¿libertinaje? -, contaminada por muchos factores que han llevado a gran parte de la sociedad a hacer no lo que se debe, sino lo que se desea, convirtiendo la libertad sexual en un objeto de placer, de emociones pasajeras, de caprichos que vulneran en la mayoría de los casos, la libertad de los demás, la moral familiar, la pureza, el amor verdadero, virtudes tan cercanas a los valores más altos de la sociedad.

*Abogado.*Especialista en Seguridad Social. *Profesor Universitario. *Escritor. 

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